Hace unos días, en la entrada dedicada a Quante Volte... Quella Notte prometía retomar un perdido western de Maro Bava, Ringo de Nebraska, para terminar dando forma a un pequeño recorrido incompleto (pero ampliable en un futuro) por la parte más insólita de la filmografía del director con esta palabras: " Tampoco puedo afirmar que sea la peor o la más inadecuada para su talento pues hay que recordar (puesto que se olvida o queda mejor olvidarlo) que el maestro realizó dos incursiones (indubitadas) en el western alla'italiana. Una pre-Leone, La Strada per Fort Alamo (1964), protagonizada por el ignoto Ken Clark y centrada, básicamente, en las aventuras de unos soldados de la caballería contra unos indios, rasgo de clasicismo que desaparecerá por completo ya mismo; y otra post-Leone, Roy Colt y Winchester Jack (1970), asomándose ya a la parodia y donde tiene protagonismo el galán de esta Quante Volte... Quella Notte, el bronceado Brett Halsey, emparejado a un totalmente desconocido Charles Southwood, uno de tantos americanos sin talento que anduvieron buscándose la vida por la Europa bis, y entre ambos, la siempre desaprovechada Marilú Tolo. Este dúo podría (o debería) convertirse en trío de ser cierto que codirigió la mentada coproducción hispanoitaliana del 1965, Ringo del Nebraska, poniendo la parte alícuota de españolidad Antonio Román, veterano director nacional (nunca mejor dicho) que había tenido empeños de gran éxito popular en los 40, especialmente, y 50 y protagonizando de nuevo el gallardo Clark, americano de regional preferente con pasado sci-fi menos que "b" y ci
erta trayectoria en el spionistico. Existen versiones contradictorias, datos erróneos mezclados con verdaderos e inapelables coincidencias (o sincronías) que hablan del opaco entramado de la Europa de las coproducciones y como por ahí va a transitar la segunda entrega de estas "Obras dispersas", lo dejo estar por el momento sin desvelar mucho más, para que, dentro de poco podáis colocar aquí en medio el encarte que se publicará a mediados de semana. "
Sin más, continúo desde este exacto punto con un recuerdo a la carrera de Antonio Román, para aclarar quién era y de donde venía este realizador con el cual Mario Bava comparte créditos en este western. Para tal cosa conviene seguir el volumen biográfico Antonio Román: un cineasta de la posguerra, escrito por Pepe Coira y publicado por Editoria Complutense en 2004. Orensano de nacimiento, los comienzos de Román se localizan durante su estancia estudiantil madrileña, en la cual se introduce en los círculos cineclubistas, ejerce como crítico de cine en diferentes publicaciones y comienza a realizar diversos cortometrajes. Además hay que contar con su breve estancia como sustituto al frente de La Barraca de García Lorca, después de que este hubiera sufrido distintas desavenencias con la UFEH (Unión Federal de Estudiantes Hispanos) y este sindicato aglutinador de todo el movimiento educativo durante los últimos tiempos de la monarquía y la convulsa república hubiera decidido destituir al poeta e imponer a Román como o nuevo responsable del grupo teatral. Tras este


Un año después Román entrega otra clásico del propagandismo patriótico de posguerra, el canto autárquico-numantino, Los últimos de Filipinas, narración de la heroica resistencia (como si cualquier otra hubiera sido narrada) en un iglesia de un destacamento español a las órdenes de Enrique de las Morenas y Fossi en el llamado " sitio de Baler" (en realidad Torremolinos travestido) durante más de 300 días contra los rebeldes filipinos de Teodorico Novicio Luna. La película en si ha pasado a la historia del cine y la cultura española merced a la escalofriante habanera " Yo té diré", letra de Enrique Llovet y música de Jorge Halpern e interpretación doble, imagen para la actriz Nani Férnandez y voz para Issa Pereira, aunque en su favor hay que reconocer una narrativa notable y una sentido de la puesta en escena vigoroso. Reicidirá con guiones co-escritos por Pemán en diversos filmes de época: en 1947 Fuenteovejuna, protagonizada por Amparito Rivelles y, entre otros, un joven y mofletudo Fernando Rey, en 1948 el melodrama para lucimiento de Ana Mariscal, La vida encadenada y en el 49 la traslación de El amor brujo de Manuel de Falla. Ese mismo año despide la década con un curioso (al menos eso parece en teoría) melodrama para la Mariscal, Pacto de silencio, sobre las pesquisas de una viuda cuyo marido desapareció en Dunkerque combatiendo contra los nazis.

Comienza los 50 con otro vehículo estelar para Ana Mariscal emparejada a Conrado San Martín, La fuente enterrada, según una novela de Carmen de Icaza y los continúa por la senda del thriller barcelonés al abrigo de la productora Emisora Films, reinventándose como artesano de fiable oficio y reuniendo a la pareja de Apartado de correos 1001, es decir San Martín y Elena Espejo en una película titulada El pasado amenaza, nuevamente con ayuda de Mihura en el libreto. Prolonga la estancia catalana con otro drama para San Martín, La forastera (1951) y un segundo policial, Último día (1952), en el cual interviene José Isbert como inspector y donde encontramos tras el guión a Amando de Ossorio. Mediada la década la nueva estrella es Carmen Sevilla y Román se pone a su servicio en dos trabajos consecutivos que vuelven a acercarle a los grandes presupuestos, Congreso en Sevilla, co-protagonizad por Fernando Fernán-Gómez y entre cuyos guionistas figuran dos grandes: Jose Santugini y Antonio de Lara "Tono". Los créditos del primero incluyen nada menos que obras maestras como La torre de los siete jorobados, dirigida por Edgar Neville en 1944 o un terceto para Ladislao Vajda impresionante (entre otras para este mismo autor), Carne de horca (1953), Mi tío Jacinto (1956), una de los títulos cumbre del cine

Volviendo a Román y Carmen Sevilla nos plantamos en 1955 con una nada despreciable adaptación de Shakespeare (bastante más simpática por ejemplo que La mujer indomable, rodada en 1967 por Franco Zeffirelli para que lucieran desmesura los tormentosos Elizabeth Taylor y Richard Burton), la comedia La fierecilla domada que emparejaba a la guapa tonadillera con un brillante Alberto Closas, recién regresado de Argentina y ese mismo año debutante en España con La muerte de un ciclista de Juan Antonio Bardem, aunque ya contaba con una larga carrera desarrollada entre Chile y argentina desde los primeros 40. La década continúa placidam

Los sesenta marcan su incursión en terreno coproductor de la Europa del momento y su adecuación profesional al "internacionalizante" cine español, encontramos comedia burdas/picantonas como Mi mujer me gusta más (1961), una adaptación de Los pobrecitos de Alfonso Paso retitulada El sol en el espejo, financiada a medias con Argentina y en la cual conocería a su esposa, la cantante y actriz bonaerense Yvonne Bastien, a partir de aquí inseperable de su filmografía y parte activa de la Cooperativa Castilla Cinematográfica, fundada poco antes, en 1961. Otro título del momento será autoremake de aquelhomónimo Pacto de silencio del 49, con guión ahora de Julio Coll, entre otros, y protagonismo para el francés Pierre Brice e Yvonne Bastien,


Aclarados los antecedentes del director español vamos a reunir a Román, Bava y a la AIP en este título y a especular con la autoría del sobrescrito spaghetti-western, uno de esos divertidos acertijos que menudean en la historia del cine y más en la de las coproducciones y que es, como casi todos, prácticamente irresoluble.


Si nos detenemos a mirar la producción vemos dos datos de interés, por un lado la financiación italiana corra a cargo de Italian International Films, la productora de Fulvio Lucisano que en aquel momento tenía a Mario Bava a sueldo y realizando la mentada Terrore nello spazio y La spie vengono del semifreddo, apareciendo en ambas Castilla Cinematográfica, con una pequeña participación en la primera y a modo de co-productor en la segunda y encargándose la AIP de la distribución en USA.


En virtud de la presencia de su propia empresa como financiadora, se hace difícil aceptar que Román fuera despedido sin más, se corría el riesgo de que se llevara su montante y quedará el film abortado tras haber sido ya comenzado y aunque el presupuesto fuera mínimo, la pérdida sería pérdida. En cualquier caso parece seguro que Lusciano no estaba contento con Román como director, el cual aportaba encima a la actriz principal, de nuevo Yvonne Bastien, así que, teniendo en cuenta que este rodaje se solapa con el de Terrore nello spazio recurre a Mario Bava para encargarse de agilizar el proceso ocupándose de la segunda unidad, asistido además, por su propio hijo Lamberto, que ejercía como ayudante de dirección:
[...] Fulvio Lucisano dice que el film fue rodado casi todo por Bava, pero los actores no se acuerdan bien. Para Aldo Sambrell, el director es sólo Antonio Román, y también para nuestro Renato Rossini: "Bava estaba en la segunda unidad, rodó la parte de acción, aunque controlaba un poco de todo, pero el director era Román. He oído decir que era muy amigo de Franco. Y su mujer, Yvonne Bastien, era también coproductora. El film lo rodamos en Sierra Nevada, en Almería y en los alrededores de Madrid. Era mediocre, pero entonces las películas se veían todas."
Lamberto Bava lo explica: "Lucisano llamó a mi padre para hacer cualquier intervención, tipo los fondos o cosas así, y yo fui con él a España. Tony Román [...] era un señor simpático. Recuerdo que mi padre y yo nos moríamos de la risa viendo a este director rodar, porque él, realizando siempre bien la primera toma, se mecanizaba (sic.), es decir, se arriesgaba a rehacer la escena veinte veces porque no le parecía nunca bien. [...]" (Lambero Bava, in "Nocturno"). [...] Mario Sbrenna, operador de cámara de Memmo Mancori, recuerda bien que "Mario Bava se ocupaba de la segunda unidad. El verdadero director era Román. Lo rodamos todo en España, en La Pedriza, donde estaban todos los peñascos. Recuerdo que nos trajeron los dobles de Caltabiano". Dizionario del western all'italiana, Marco Giusti. Mondadori, 2007 (traducción de Belén Mateos)


Parte de esto (todo, seguramente) hay que apuntárselo al autor del guión, Jesús Navarro Carrión, el cual no solo había estado ya tras la escritura de otro par de eurowestern ( Los rurales de Texas para Primo Zeglio en el 64 y la estupenda El sabor de la venganza para Joaquín Romero Marchent en el 63) sino que tenía una abundante experiencia como facturador de novelitas de vaqueros de a duro bajo los pseudónimos de Cliff Bradley, Jeff Lassiter o Jess MacCarr (más adelante y en otros ámbitos usara el de Pedro Roger) para la entrañable Bruguera desde la década de los 50. De esta manera el film es, por si mismo, un bolsilibro en acción real, una mímesis de lo accesorio de la narrativa western (héroes de una pieza, chica buena-pero-mala en busca de redención, villano torvo, sheriff borrachín, cabalgadas, tiradores infalibles, peleas de saloon, emboscadas entre las rocas, dineros ocultos, odios que vienen de lejos, etc, etc...), la conversión del género en una serie de deliciosos lugares comunes de infalible eficacia dramática. Pero Ringo de Nebraska no solo toma esta literatura como fuente narrativa sino que la extiende a la influencia estética, formal, pudiendo notarse como esos paisajes, e


Ese carácter demodé que respira todo el film se corresponde a las declaraciones del propio Antonio Román recogidas arriba, a su concepción totalmente anacrónica del western, más cercana en todos los sentidos a los títulos de bajo presupuesto que la cinematografía norteamericana propuso en la década de los 50 para Audie Murphy (el soldado más condecorado de la 2ªGM, por cierto), el nefasto Rory Calhoun, el prematuramente desaparecido Jeff Chandler o el muy apreciable John Payne o a esos seriales del mudo y principios del sonoro que mencionaba el director español, pero es, igualmente una coherente prorroga al anterior western de Mario Bava, la ya muy pulp La Strada per Fort Alamo.




De tal modo el héroe protagonista, pese a su monolitismo, potenciado por la pétrea mandíbula y la estolidez de Ken Clark, conspira en cierto modo contra su propio tópico y sorprende jugando al ajedrez, bebiendo leche o rechazando las acometidas eróticas de Yvonne Bastien (hermoso ese plano final en el cual su mano está a punto de acariciar el pelo de ella mientras llora desconsolada pero la retira en el último momento) y la misma historia está estructurada sobre unos personajes que ocultan una verdad diferente: así el feliz matrimonio que forman los Hillman (Alfonso Rojas e Yvonne Renaud) es en realidad una farsa levantada para proteger sus verdaderas identidades de cara a la comunidad, ya que en realidad son los viejos compinches del villano local, ese Carter al que interpreta el perpetuamente torvo Piero Lulli vestido de negro de la cabeza a los pies, al cual ayudador en una asalto cometido tres años antes para luego despojarlo del botín. A esto cabe sumar detalles tétricos y fugaces momentos de sadismo como el ya mencionado detalle de

En cuanto a lo más identificable con Bava aparecen, entre una puesta en escena por lo general funcional, de buen gusto y ligeramente irregular como ya quedó dicho, algunos momentos de raro fulgor que parecen corresponderle al autor, por mucho que Antonio Román fuera en tiempos un notable formalista y un director de bastantes preocupaciones visuales. Travellings laterales (magnífico el que, al principio de la cinta, acompaña a Hillman atravesando su rancho y que coloca entre él y la cámara una valla de madera que solo deja entrever al personaje, demostrando visualmente que


" Pienso en mi mismo como en uno que se las arregla. No me preocupo por tener éxito. Solo quiero seguir y seguir. Mi padre solía decirme esto y estaba en esto de las películas desde 1906. Nunca seré otro Antonioni; Adoro improvisar, resolver problemas, crear nuevas escenas en momentos de emergencia...En mi opinión un buen director no debe hacer esto: debe pegarse al guión y a la planificación original."
Efectivamente, Mario Bava no fue un nuevo Antonioni. Menos mal.


1966
España/Italia
78 min.
Fotografía: Guglielmo Mancori
Música: Nino Olivero
Guión: Jesús Navarro Carrión, Antonio Román, Adriano Balzoni, Grazia Benedetti
Reparto: Ken Clark, Yvonne Bastien, Piero Lulli, Alfonso Rojas, Paco Sanz, Antonio Gradoli, Livio Lorenzon, Howard Ross, Frank Braña
