Ya son varias las primaveras que me encuentro con las mariposas. Les gusta la lavanda y se pasean por allí… Y yo también estoy allí, en plan intruso. Ocupo su hábitat y las persigo con la cámara, en plan paparazzi…
Como cada año, llegan a esta lavanda como si fuera un Resort de vacaciones. Un todo incluido, en el que se pueden poner moradas de lavanda y practicar sexo. Las ves, cortejándose, danzando y envolviéndose las unas a las otras…
Es posible que estén ya, al final de sus días en el planeta. La mariposa, ya en su fase de adulta, vive de unas horas a unos pocos meses, según la especie. El promedio medio es de un mes.
Antes, ha pasado ese proceso tan fascinante que va de huevo a larva , de larva a oruga, de oruga a crisálida y de crisálida a mariposa adulta. No es moco de pavo… Una transformación integral que, según las últimas investigaciones científicas, la convierte en el único ser viviente capaz de cambiar por completo su estructura genética durante el proceso de transformación: el ADN de la oruga que queda envuelta en la crisálida, es diferente al de la mariposa que surge… Los tejidos, órganos y miembros de la oruga han sido modificados en el tiempo que dura la crisálida .Eso, ya, son palabras mayores.
Además de todo es esfuerzo “molecular”, la mariposa debe tener cuidado con los peligros de a los que está expuesta. No es fácil la vida en la naturaleza… Está ella, haciendo todo eso que precisa un ¡cambio de ADN! , cuando viene un pájaro y se come la crisálida… O, ya está volando hacia el sol, libre de la oscuridad y la intercepta un sapo baboso….O aparece un grupo de humanos, armados con lo que se llama “ caza-mariposas”…
Cuando las veo, en la lavanda, de jolgorio pienso que hay que dejar que disfruten de la fiesta. El tiempo vuela y , con él, las mariposas…