Marta Rivera de la Cruz
Marta Rivera de la Cruz es una de esas escritoras que poco a poco, de forma sigilosa, sin necesidad de entrar en tromba en las listas de los más vendidos, te conquista como lector. Terminas una de sus obras y sientes la necesidad de empezar con otra, porque te ha conquistado su capacidad para hacer malabares con el lenguaje y, sobre todo, para hacer de él una suerte de hilo de Ariadna que guía al Teseo/lector por un laberinto minotáurico hecho de historias nacidas en la esquina de otra historia y ésta, a su vez, en un hueco mínimo que deja otra historia más.
Su última obra, La vida después (Ed. Planeta) es además un ejercicio de equilibrismo en la difícil cuerda de las (casi siempre) convulsas relaciones entre sexos: cuenta la historia de una amistad entre un hombre y una mujer. Así, como suena. Una amistad que trasciende los cafés de compromiso y las tardes de compañía obligada para convertirse, tras la muerte del hombre. en una demostración de amor en toda regla. Porque la amistad, en el fondo, no es más que una forma de amor.
-La vida después es la historia de dos grandes amistades entretejidas por los hilos del amor. Si le dan a elegir, ¿con qué se queda: amistad o amor?
-Siempre he pensado que se puede vivir sin amor, pero no sin amigos. En el fondo, la amistad es mucho más desinteresada que el amor, que digan lo que digan es fundamentalmente egoísta.
-En el booktrailer de la novela [que la escritora grabó con su propio iPhone] la gente contesta a la pregunta del millón: ¿pueden un hombre y una mujer ser amigos? ¿Fue esta la pregunta que motivó esta novela?
-Esa era la pregunta que quería responder cuando empecé a escribir.
-Las mujeres llevan el peso de la trama: ¿acaso es un guiño a las lectoras, que superan en número, según las estadísticas, a los lectores?
-No. Salió así. En mi anterior novela, el protagonista es un hombre... ¡y vendió más de veinte mil ejemplares!
-¿Y qué hay después de la vida?
-No lo sé. Pero la vida de cada uno empieza más de una vez, con cada crisis, con cada cambio.
-¿Y antes de una novela?
-Una historia que me empieza a rondar mi cabeza y de la que no me libro hasta que me siento a escribir. Y, por supuesto, muchas dudas, inquietudes e inseguridades.
-Greta Garbo, el Berlín de los años 30... vuelve usted a otro tiempo que también aparece en algunas de sus obras. ¿Le tira el pasado?
-La literatura y el cine son la única forma de viajar en el tiempo, así que echo mano de ambos.
-Si pudiera subir en la máquina del tiempo, ¿por qué personaje de aquella época se cambiaría?
-Me gustaría disfrutar una estancia en el París de la Belle Époque convertida en Misia Sert en París.
-Victoria, una de las protagonistas de "La vida después", se resigna a una vida sin amor, pero cuajadita de dinero. ¿Cuántas Victorias ha conocido en la sociedad actual?
-He conocido a muchas personas a las que no gusta su vida, pero que tienen miedo a romper con todo y empezar de cero.
-La novela es una historia hecha de historias que a su vez se componen de otras historias, algo que ya sucedía, por ejemplo, en El inventor de historias (Ed. Planeta). ¿De dónde viene esta pasión por convertir sus novelas en matrioskas rusas?
-No es pasión: es la única forma de narrar que conozco. No sería capaz de contar una historia en línea recta.
-Si le dan a escoger, ¿reportajes o novelas? No, no me diga que las dos: solo tiene una oportunidad: ¿el reportaje de su vida o la novela de su vida?
-Es una decisión dura... pero me quedo con la novela.
-Como experta en Comunicación Política, ¿cómo ve "La vida después" del 20N?
-Difícil. Es una gran incógnita. Pero prefiero pensar que también sobreviviremos a esto.
Publicado en Diariocrítico.