Firmando ejemplares de ‘El viaje de Pau’ en Sant Jordi 2014.
Hola, Toni.
He de reconocer que estoy nervioso. Todavía no tengo el libro en mis manos y dentro de unas horas participo en el primer acto relacionado con Sant Jordi, el día grande de escritores, libreros y editores, sobre todo en Catalunya. Es el segundo año que lo viviré desde dentro y la sensación es tan buena como en el primero.
Lo que pasa es que hasta que no reciba las cajas con los ejemplares de Con la vida a cuestas no me quitaré de encima la desagradable sensación de que quizás no lleguen a tiempo… Me hizo gracia que Julia, una amiga mexicana, lectora “cobaya” como tú, ayer me escribiera un tuit en el que se preguntaba si lo harían.
La verdad es que me dibujó una sonrisa y me hizo sentir especial. ¿Cómo iba siquiera a imaginar hace tres años que alguien estaría pendiente desde la otra punta del mundo de lo que hago? Las redes sociales pueden ser muchas cosas negativas, pero para mí son una herramienta fundamental, y no sólo para difundir mi trabajo, sino porque me han permitido establecer relaciones humanas muy enriquecedoras. El ejemplo de Julia es sólo uno de los muchos que podría citar, y eso que por el momento no soy más que un mindundi que da sus primeros pasos en el mundo editorial.
Sí, ya sé que llevo dos novelas “a cuestas” y unas cuantas experiencias que no olvidaré nunca, pero, y soy consciente de que me repito hasta la saciedad, se trata de un camino muy largo, probablemente sin final. De hecho, estoy muy de acuerdo con quienes defienden que lo bueno del camino, de la vida, es recorrerlo, vivirla.
Total, que este miércoles por la tarde estaré firmando libros en la plaza de la Vila de Badalona y el jueves lo haré en Caldes de Montbui, por la mañana, y en la plaza de la Vila de Gràcia, en Barcelona, de 17 a 19 horas, gracias a los buenos amigos de Consumició Obligatòria, la mejor librería de segunda mano de la ciudad, porque además de vender libros se moja en la promoción de los autores independientes.
Una de las cosas que más ilusión me hace de este Sant Jordi también la experimenté por primera vez el año pasado: la lectura de un cuento en la clase de mi hijo, en la escuela Montbui. Lo he vuelto a escribir yo, otra vez una versión muy alternativa de la leyenda del caballero, la princesa y el dragón malvado. Creo que los peques lo disfrutarán. Ya colgaré el texto por aquí, para que lo lea quien quiera.
En esta carta pretendo explicar la fantástica experiencia que me ha supuesto entregar el manuscrito de mi novela a unos cuantos lectores, amablemente dispuestos a destriparlo. Cómo el proceso ha sido fundamental para que el producto final, en mi opinión, mejore sustancialmente la versión inicial. Hace unos días compartí la página de agradecimientos que cierra la novela, y ya os “enjaboné” bastante, pero es que es verdad. Ha sido como tener un equipo de lectores profesionales a mi servicio. En las editoriales, aunque digan que leen todo lo que les llega, estoy seguro de que no lo hacen nueve personas, fijándose en cada coma, en cada posible incongruencia, sugiriendo mejoras, proponiendo alternativas. No quiero decir con esto que mi novela esté mejor editada que las que publican las editoriales, no soy tan soberbio, pero desde luego, sí me atrevo a afirmar que en una editorial no le habrían prestado tanta atención. No sé si eso la convierte en un mejor producto, pero yo estoy muy contento con el resultado.
Antes de meterme en materia, permíteme que informe de que Con la vida a cuestas ya está disponible en su versión en papel en CreateSpace, el sello editorial de Amazon. La he publicado ahí pensando, sobre todo, en posibles lectores de fuera de España que prefieran el libro físico a la versión digital, que colgaré pronto en Amazon. Sé que el gigante digital no es la panacea, pero por el momento no se me ocurre un sistema más práctico para que lectores de todo el mundo puedan hacerse con mis obras. Tú acabas de colgar una versión mejorada de El jardín de Marta, que todo el que tenga un kindle debería estar descargando en estos momentos, si es que no lo ha hecho ya.
Para abrir boca he colgado en ‘Un paseo por la vida’, el blog en el que escriben Alberto y, sobre todo, Lorena, la primera parte de la novela en pdf, casi setenta páginas. Habrás comprobado que la coprotagonista de Con la vida a cuestas me ha salido algo rebelde…
Tengo muchas ideas para ir desarrollando en el blog, como ya hablamos por email. Creo que el enfoque definitivo que le he dado al libro, gracias a vuestras aportaciones, me va a permitir enriquecer la experiencia lectora, con contenidos extra que iré añadiendo. Eso me va a suponer bastante trabajo, pero ¿quién dijo que la autoedición fuera aburrida?
Decía al principio que estoy nervioso. Y un poco saturado. Me invade esa sensación, no necesariamente desagradable, de querer abarcar más de lo que soy capaz de hacer en un periodo de tiempo determinado. Cuando trabajaba de periodista me sucedía. Empezaba la mañana con varios temas abiertos, y por la noche, después de trabajar todo el día casi sin parar, había cerrado algunos, pero seguían pendientes otros. Me iba a casa agotado mentalmente pero satisfecho por el trabajo realizado.
Ahora me pasa algo parecido. Empiezo el día con un montón de ideas y tareas necesarias a realizar si quiero que mi carrera literaria la conozcan fuera de mi casa, y por la noche me doy cuenta de que sólo he hecho una pequeña parte de lo planeado. Por ejemplo, esta carta. Hace días que la tengo pendiente. La quería escribir ayer, pero la tuve que posponer porque estuve haciendo gestiones para participar en la firma de este miércoles en Badalona, acabando el cuento de Sant Jordi, puliendo la edición de la novela disponible en CreateSpace, preparando el pdf que colgué por la noche en el otro blog, etc. Esta mañana me levanté convencido de que acabaría la carta antes de comer. Comprobarás, por la hora de publicación, que de eso nada. De hecho, la tengo que dejar aquí para hacerme la comida, tender una lavadora y marcharme al trabajo por el que me pagan.
¡Ale-hop! Aquí estoy de nuevo, acompañado por la música maravillosa de Ludovico Einaudi. Tenía que acabar esta carta, la última de esta serie que empezamos en junio, con la banda sonora que me ha servido de inspiración durante buena parte del proceso de escritura de la novela. Descubrí al virtuoso compositor y pianista italiano gracias a una bloguera, Nely, soñadora, siempre con la maleta a punto, y una pluma privilegiada cuyos textos rezuman sensibilidad. Igual que El viaje de Pau irá siempre ligado a la música de Vetusta Morla, cuando escuche a Ludovico Einaudi recordaré el año largo que he invertido en Con la vida a cuestas.
Cuando piense en la novela también recordaré las mañanas de primavera y verano escribiendo en el parque, o apoyado en el volante del coche en la noche del camping Bielsa, en el Pirineo Aragonés. Resulta curioso cómo recuerdo con total nitidez el lugar y el momento exacto en el que escribí determinadas escenas. Recuerdo, por ejemplo, que en el coche viví dos horas de inspiración máxima dando vida a uno de los capítulos más intensos de la novela, incluida una escena de sexo de una complejidad que nunca antes me había atrevido (ni había tenido la necesidad) a abordar.
El amor es un tema fundamental en la novela, pero no creo, sin embargo, que se trate de una historia romántica. Más bien lo percibo como un sentimiento sanador. Al fin y al cabo, ¿no es lo que buscamos todos en la vida?, ¿el ser queridos? Las personas tenemos esa necesidad constante de cariño, no necesariamente empalagoso, y quizás más aún cuando estamos (o creemos estar) hundidos. El amor sincero es sanador. Lo creo de veras, y con amor no me refiero sólo al que emana del enamoramiento, sino al amor de la amistad, al de la familia, al cariño incluso de un desconocido.
Me estoy desviando. Iba a hablarte del proceso de edición, de cómo me ha ayudado para acabar de cerrar la novela.
La primera conclusión es que cada lector hace su interpretación y, por lo tanto, no se pueden tomar al pie de la letra las impresiones individuales. Las nueve personas que habéis leído el manuscrito me habéis hecho aportaciones muy útiles, cada una con sus matices. Vayamos al meollo.
Más allá de detalles concretos, en apariencia insignificantes pero que en conjunto me han servido para pulir la obra, ha habido cuestiones comunes. La más evidente, los personajes.
Desde el principio tuve muy claro que el punto fuerte y, por tanto, también su principal debilidad, iban a ser los personajes que iban a interactuar con Alberto, el protagonista, y, en menor medida, con Lorena, cuya trama es más lineal y mucho menos tupida de interacciones.
Para serte sincero, seis de los nueve lectores “cobaya” consideran que el detalle con el que los desarrollo, incluidas las referencias a su pasado, que a la práctica son relatos independientes dentro del relato principal, enriquecen la novela. Dos creen que, aunque no “estorban”, tanto detalle no es necesario, y ¡tachán!, sólo tú opinas que interfieren demasiado en la trama principal, cosa que me argumentaste de manera impecable.
A pesar de que mi tentación inicial fue dejar las cosas como estaban, esas tres críticas menos entusiastas me hicieron exprimirme el cerebro buscando una solución que pudiera satisfacer tanto a los lectores que no se dejan persuadir por historias que, por muy bien escritas que estén, no influyen en la trama, como a los que devoran todo lo que aparezca ante sus ojos (y que explique algo interesante, claro). Y decidí recortar unas treinta páginas. Bueno, no, en realidad lo que he hecho ha sido trasladarlas al final del libro. Así, esos pasajes de la vida de los personajes secundarios que casi podrían ser relatos independientes sólo los leerán quienes tengan ganas de hacerlo.
En el punto donde los situé originalmente he colocado una referencia a pie de página que remite a su ubicación definitiva. Esto en la versión digital me ha dado pie a idear contenidos extra, como grabaciones de voz de los fragmentos de blog que escriben Lorena y Alberto o nuevos relatos sobre los personajes, que iré incorporando a ‘Un paseo por la vida’ cuando la saturación me lo permita.
Si pienso en ello con perspectiva, el proceso ha sido (está siendo) apasionante. Sabes que la edición/corrección/revisión era la fase que más pereza me provocaba. No me considero un buen corrector, pero después de vivir la experiencia por segunda vez, en esta ocasión de forma mucho más compleja que con El viaje de Pau, reconozco que le he empezado a coger el gustillo. Ya no me duele suprimir párrafos enteros, ni cambiar el tono de un personaje para reforzar la intención que pretendía darle.
Es como construir un edificio. Yo os entregué los cimientos y parte de la estructura y vosotros me habéis ayudado a corregir algunas mediciones, colocar los ladrillos para formar muros más sólidos, y mejorar la decoración prevista sobre plano.
Seguro que si la obra pasara ahora la criba de un editor, encontraría errores ortotipográficos (me permito aventurar que pocos) y de estilo (escasos también), pero probablemente se trataría de uno de los trabajos más cómodos que habrían caído en sus manos. De hecho, estoy seguro de que si Cien años de soledad o cualquiera de las novelas consideradas obras maestras pasaran una criba editorial, también hallarían cosas a corregir.
Con esto lo que quiero decir es que la lectura es una experiencia subjetiva. Cualquier obra bien escrita tiene su público y, por tanto, potencial para ser publicada. A estas alturas de la película, los lectores profesionales no me impresionan. Mi objetivo es impresionar a quienes leen por placer, porque leer, amigo Toni, y estoy seguro de que estarás de acuerdo conmigo, es una actividad cuya razón última debe ser proporcionar placer. También elementos para la reflexión, por supuesto, pero reflexionar también es placentero, ¿no?
Pocas cosas proporcionan una sensación de bienestar semejante a sentirse parte de una historia, a quedar atrapado por un mundo ficticio que, sin embargo, percibimos tan real. Al escribir yo aspiro a eso, a proporcionar el máximo bienestar a mis lectores. Es un reto muy ambicioso, lo sé, pero es lo que me empuja a querer ser mejor escritor cada vez que empuño un boli o me dispongo a teclear.
Voy a ir acabando, pero antes te hablaré un poco también sobre la parte menos agradecida del proceso de edición: la maquetación. Me gusta “jugar” con el Indesign, pero llega un momento que mandarías la maqueta a la papelera de reciclaje de Windows. Y es que maquetar no es simplemente volcar el archivo de Word en el documento de Indesign, qué va. Hay que tener en cuenta cosas como los estilos de párrafo, el diseño de las páginas maestras, los saltos de página, que no queden líneas de final de párrafo solas a principio de la página siguiente, ni líneas de principio de párrafo sueltas a final de página. También hay que evitar la repetición de palabras y sílabas a principio y a final de línea en líneas consecutivas, y todas esas “pijadas” que suponen invertir horas en cuadrar textos.
Afortunadamente, todo ese proceso ya está superado… Aunque sólo en la versión en papel. Cuando pase la bendita locura de Sant Jordi me pondré a fondo con la versión digital para que Con la vida a cuestas esté accesible desde cualquier parte del mundo. Esta tarde, por ejemplo, ya me la estaban reclamando desde Estados Unidos, otra amiga bloguera, Rotze, a quien los capítulos en descarga gratuita la han dejado con ganas de más. Y yo, feliz de saberlo.
Bueno, Toni, ya llevo casi 2.400 palabras, así que lo voy a dejar aquí. Me esperan dos días apasionantes, de los que, como hice el año pasado, escribiré una extensa crónica. Espero no tener que empezarla relatando la depresión que me provocó el no disponer de los libros a tiempo… Por si acaso, seguiré con los dedos cruzados.
Un abrazo.