Revista Cultura y Ocio

Martes, 28 de julio de 2015

Publicado el 29 julio 2015 por Benjamín Recacha García @brecacha
Con la vida a cuestas - La Cueta

‘Con la vida a cuestas’ en La Cueta de Babia.

Hola, Toni.

Ahora que tenemos a punto de caramelo la recopilación de la primera temporada de nuestras cartas he encontrado el momento para responder a la última que me escribiste. La acabo de releer y mientras lo hacía se me ocurrían montones de cosas que me apetecía comentar. Pero como me suele pasar, me pueden más las ganas de seguir adelante, así que no tomo notas, confiando en que lo recordaré todo, y ahora me encuentro con un batiburrillo de ideas que no tengo muy claro cómo desenredar. Afortunadamente, tengo tu texto aquí al lado para volver a consultarlo cuanto sea necesario. Hay defectos que cuesta mucho cambiar a ciertas edades…

“Estaría bien que como autores busquemos la forma de definirnos en unas pocas líneas. Eso es algo que salvó a Bradbury y le llevó a ser el escritor que fue: descubrir sobre qué quería escribir. Yo no sé cómo me definiría, pero un día tengo que intentarlo. ¿Eres capaz de hacerlo tú? Aquí queda lanzada mi pregunta.”

El reto que me lanzaste hace una semana me ha hecho pensar, y creo que ya puedo darte una respuesta. Voy a intentar definirme como escritor…, pero antes déjame que te cuente algo que ya sabes y que me hace una ilusión enorme explicar en ‘la recacha’:

El 8 de agosto, sábado, seré uno de los invitados al Primer Encuentro de las Letras de Babia y Luna. Mi señora esposa dice que las casualidades no existen, y yo, a base de darme de bruces con ellas, voy a tener que acabar creyéndola.

Sabes que uno de los escenarios principales de Con la vida a cuestas es la comarca leonesa de Babia, donde estuve veraneando hace ocho años. Siempre he querido volver, pero está lejos y hay tantos lugares por descubrir que hasta ahora no nos lo habíamos planteado en serio. Es uno de esos preciosos escenarios naturales que tanto me gusta recrear en mis novelas. Ahora volveré a ello, cuando hable sobre qué tipo de escritor soy.

El caso es que hace unas semanas decidí enviar el libro a la casa rural donde tan bien nos acogieron aquel verano en el pueblecito de La Cueta, en plena montaña babiana. Lo hice porque el recuerdo de aquellos tres días ha permanecido tan vivo en mi mente que a la hora de localizar la acción de la novela supe que parte de ella tenía que desarrollarse en aquel lugar, en aquella casa incluso, la casa rural La Cueta – Alto Sil. Ellos no sabían nada, por supuesto, así que una vez “perpetrada la apropiación” sentí que lo mínimo que debía hacer era regalarles el libro.

Como te puedes imaginar, lo recibieron encantados (la fotro que abre la carta lo atestigua).

Entonces pensé que por qué no nos dábamos una vuelta por allí, y se me pasó por la cabeza que quizás se pudiera organizar una presentación. Le pregunté a Horacio, uno de los hermanos que llevan la casa, sabedor de que forma parte de Estás en Babia, la marca turística y de calidad de la zona, y enseguida se ofreció a gestionar el tema.

Total, que resulta que la Casa del Parque Natural de Babia y Luna, ubicada en el Palacio de Quiñones, rehabilitado y abierto al público el año pasado en Riolago de Babia, estaba preparando una jornada literaria para el 8 de agosto, coincidiendo con las fechas que ya había reservado en La Cueta. Horacio me pasó el contacto de Silvia, la organizadora, pero además de eso, escritora, poeta y fotógrafa, y ya está todo cerrado para que ese sábado, a partir de las 20 horas, vivamos una velada mágica, en el jardín del palacio, con vistas a las montañas, música de arpa en directo y borrachines babianos (un dulce típico de la zona) para todos los asistentes.

Microsoft Word - CARTEL+ENCUENTRO+LETRAS+2015.docx

Compartiré mesa con la propia Silvia Aller, Antonia Álvarez y Miguel Paz Cabanas, y créeme si te digo que lo menos importante, ante un honor semejante, es si vendo o no algunos libros. Por supuesto que estaré encantado de firmar cuantos más mejor, pero no creo que vaya a vivir muchas experiencias tan estimulantes como esa y voy a disfrutarla. Mis libros se quedarán en la Casa del Parque, como lo está El Viaje de Pau en el Museo de Bielsa, y lo llevaré a varias librerías de la provincia. Hay que aprovechar el viaje.

Ya ves, hace dos semanas pensaba que en agosto pasaría unos días de cámping en Bielsa, haría unas cuantas excursiones por mis queridas montañas del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, y vuelta a casa. Pues resulta que ampliaremos un “poquitín” el recorrido, unos quinientos kilómetros hacia el oeste, en concreto.

Pero aún hay más. Aprovechando que estaremos en León pensé que sería una buena oportunidad de conocer a los responsables de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, con sede en Ponferrada, y entregarles un ejemplar de El viaje de Pau para la biblioteca de la entidad, que, como sabes, tiene un papel importante en mi primera novela. Así que me puse en contacto con ellos por email y a las pocas horas me contestaron que sería un placer encontrarnos. Espero que podamos hacerlo porque admiro de veras todo el trabajo que la ARMH lleva a cabo, sin apoyo alguno por parte de los gobiernos, para ayudar a tantas personas que tantos años después siguen esperando respuestas sobre el paradero de sus familiares represaliados por el franquismo.

En fin, que parece que voy a vivir un agosto movidito. Me encanta que sea así. Creo que ya hemos hablado en otras cartas sobre la importancia que para cualquier escritor tiene el marcarse objetivos, pequeños retos, fechas señaladas que son como metas volantes en una vuelta ciclista sin final. Me gusta el ciclismo, durante el mes de julio he disfrutado del Tour de Francia, sobre todo de las etapas de montaña, en las que hay movimiento continuo y son más imprevisibles. Me imagino mi aventura literaria repleta de etapas de montaña, con retos continuos e ilusionantes que afrontar, y ahora es cuando me doy cuenta de que algún extraño proceso mental me ha llevado a comparar la literatura con el ciclismo…

Vayamos al grano. ¿Qué tipo de autor soy? Estoy de acuerdo contigo en que grandes figuras de la literatura universal son reconocidas por un tipo concreto de forma de escribir, por los temas recurrentes que abordaban en sus novelas, por las localizaciones que utilizaban, por los géneros que tocaban. Y estoy de acuerdo en que eso no es ni mucho menos negativo, sino todo lo contrario. Nadie en su sano juicio que pruebe fortuna en la literatura fantástica con tintes épicos osará compararse a Tolkien; quien lo intente con el realismo mágico deberá tener en un altar a Gabriel García Márquez; y en el altar de quien se sumerja en la literatura de terror habrá fotos de Lovecraft, Poe y Stephen King rodeadas de velas negras.

Yo, sin embargo, no sé si puedo clasificarme todavía. Desde luego, de acuerdo a mis dos primeras novelas, puedo decir que me siento cómodo escribiendo sobre cosas que ocurren en entornos rurales y en plena naturaleza. Eso es indiscutible, pero no suficiente para circunscribirme en un género. Me gusta escribir historias con las que el lector se pueda sentir identificado, en las que pueda sentirse implicado. Por lo tanto, podríamos decir que escribo narrativa contemporánea de estilo realista. Tanto El viaje de Pau como Con la vida a cuestas responden a esas características.

La verdad es que me siento cómodo recurriendo a escenarios que domino. Eso me ayuda a centrarme en otros detalles del relato, en la definición y evolución de los personajes, sobre todo. Es como si teniendo el tapiz claro me resulte más sencillo situar las fichas encima y moverlas con naturalidad.

Me he dado cuenta también de que me gusta recrearme en los personajes, no tanto en su descripción física como en el estudio de su personalidad. Me gusta “cuidarlos”, en el sentido que necesito que, aunque les deje autonomía, estén bien definidos. Es decir, no me siento cómodo “abandonando” a nadie que aparezca en la trama y tenga cierto peso en ella, de forma que quede demasiado plano. Soy consciente de que en El viaje de Pau hay algún personaje así, y aunque he repetido hasta la saciedad que me siento muy orgulloso de mi primera novela, si la volviera a escribir seguramente procuraría “arreglarlo”.

Pensaba utilizar Memorias de Lázaro Hunter para rebatir parte de mis propios argumentos, pero es curioso, porque conforme voy escribiendo me voy dando cuenta de que una novela que aparentemente no tiene nada que ver con las otras dos, sin embargo, sí que presenta puntos en común.

Lázaro Hunter

El pobre Lázaro Hunter, perdido, hambriento y sediento. Ilustración de Fran Recacha.

Memorias de Lázaro Hunter es un western gamberro, repleto de acción y humor negro, bastante salvaje e incluso sangriento. Se desarrolla en un escenario que sólo conozco de las pelis de vaqueros e indios, y en una época cuyo contexto no domino en absoluto. Así que antes de empezar a escribir me tuve que documentar sobre la realidad social, económica, demográfica, política, etc. del momento. Aprendí muchas cosas sobre las diferentes naciones indias, sobre cómo se relacionaban con el hombre blanco, sobre el desarrollo de las infraestructuras de transporte, sobre el territorio… y me aprendí de memoria el mapa del medio-oeste de Estados Unidos.

Confieso que el proceso de documentación previo a la escritura me produce pereza a priori, pero una vez me meto de lleno en ello lo disfruto tanto como la propia escritura. Me pasó también con El viaje de Pau.

El caso es que pese a que Memorias de Lázaro Hunter se ubique en un escenario y una época tan diferentes, el desarrollo de los personajes es muy similar. Disfruté tanto definiendo la psicología de cada uno de ellos como lo he hecho ahora en Con la vida a cuestas y como sé que lo haré en la próxima novela. Y el punto en común más evidente: el protagonismo de la naturaleza, que en el western es mucho más que un escenario.

Cuando en tu anterior carta te referías a la facilidad con la que introduzco el medio rural y los paisajes en mis novelas, y que otorgarles ese protagonismo es uno de mis puntos fuertes como escritor, pensaba en que en Memorias de Lázaro Hunter no es así, pero sólo necesité reflexionar unos instantes sobre ello para darme cuenta de que en realidad sí que lo es. Cuando la escribí no sentía esa necesidad de “homenajear” lugares maravillosos, donde me he sentido tan a gusto, como el Pirineo Aragonés o la montaña de Babia, pero en realidad hice más que eso, porque, como digo, la naturaleza, los bosques de las Montañas Rocosas en concreto, se convierten en un personaje más…, y lo dejo ahí porque voy a acabar revelando demasiado, jajaja. En todo caso, debo decir que la “culpa” en este caso no es sólo mía, porque mi hermano Fran, encargado de la versión gráfica de la novela, me dio muchas ideas, y resulta que él es tan amante de la naturaleza como yo.

Voy a acabar refiriéndome a mi próximo proyecto, ese thriller que no tengo muy claro todavía dónde ubicar, pero que ya te adelantaba en los comentarios a tu carta que no será New York.

Me apetece meterme en este “fregao”. Además, como ya adelanté, no todo va a ser nuevo y extraño para mí, puesto que el protagonista será uno de los personajes secundarios de Con la vida a cuestas: el inspector García. Tengo algunas cosas claras, como el perfil del asesino, que la vida familiar del protagonista va a tener una presencia constante, especialmente la relación con su hija, cuyo carácter es lo opuesto al de él, y que va a tener que enfrentarse a sus valores morales. El inspector es muy creyente, de hecho, está convencido de que su habilidad para combatir el crimen es un don concedido por Dios y que, por tanto, él no es nadie para cuestionar esa voluntad divina. Debe atenerse a cumplir el papel asignado. Pero no es tan sencillo ser un “soldado del Señor” y a la vez pretender llevar una vida humana…

Hay muchas cosas que todavía tengo que definir. Estoy tomando apuntes, anotando ideas (como un par de escenas que creo que van a provocar más de un escalofrío), tengo claro el principio, por ejemplo, y he escrito unos versos que servirán de entrada al primer capítulo, que creo que dicen bastante de lo que nos espera:

“Desciende la araña
firme y despiadada.
Desciende sin prisa,
saboreando el miedo
de ojos aterrados,
vacíos de mañana.”

Decías en tu carta al respecto de mi próxima novela:

“En mi opinión, cambiar de rumbo, es un esfuerzo que tal vez te conduzca a más decepciones que alegrías.”

Y añadías:

“Está claro que como autor puedes elegir qué hacer, y es estimulante asumir retos cuanto mayores mejor. Pero si eso no te lleva a sentirte cómodo con tus personajes o entorno, el proceso de escritura quizá te sea más complicado y decepcionante. Quizá el resultado pueda sorprenderte, es verdad. Puede que descubras que el desafío te ha hecho mejor escritor o has descubierto cosas que no sabías de tu propia escritura. Y puede que los lectores también agradezcan un cambio así en tu evolución. Yo pienso otra cosa, pero todavía poco sé de qué es lo que quieres escribir. Mi experiencia me ha llevado a opinar que uno debe centrarse en lo que mejor sabe, aunque pueda parecernos que no hacemos más que decir lo mismo.”

No sé si el resultado será mejor o peor que el de las novelas anteriores, pero sé que lo que me apetece ahora es escribir esta historia. Creo que cada una de las obras anteriores ha supuesto un desafío para mí. De hecho, así me las planteé. Con El viaje de Pau fue un desafío enorme escribirla en primera persona del presente, sin narrador; Memorias de Lázaro Hunter me obligó a demostrarme que era capaz de trasladar al papel una atmósfera del todo desconocida por mí, manteniendo un ritmo trepidante; y en Con la vida a cuestas me planteé desde el principio construir un relato cuya fuerza recayera sobre todo en los personajes.

Ahora tengo que construir una trama policíaca, que mantenga la intriga y no resulte previsible ni tópica y que combine las dosis adecuadas de acción con pasajes más introspectivos y humanos. Va a ser complicado, lo sé, pero repito que me apetece hacerlo y creo que me voy a sentir muy cómodo con el proyecto.

Lo que todavía no he decidido es dónde ubicarla. Creo que la naturaleza va a jugar un papel, pero no sé si voy a probar a localizar el grueso de la acción en un entorno urbano. He de pensar en ello.

Llevo casi 2.500 palabras y es el momento de despedirme, que ya te he robado demasiado tiempo, a ti y al resto de lectores (que espero sean muchos).

Antes de poner el punto y final, te animo por enésima vez a que publiques esa nueva recopilación de relatos, que aunque no sea nueva del todo porque contendrá algunos ya conocidos por quienes leímos Autotomía (prometo decirte mis favoritos antes de marcharme de vacaciones), estoy deseando leer de una vez esos otros que guardas con tanto celo… ¡Jajaja!

Otro día te vuelvo a hablar de las editoriales y la autoedición.

¡Un abrazo!


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