Revista Solidaridad

Martes, 8 de octubre de 2013

Por Enriquerichard

Trini

Hoy Trini, emocionada, nos ha enseñado su pulsera de perlas falsas que lucía en su muñeca.
Hace días —nos contaba— una niña, de apenas diez años, se acercó a ella y le dijo:
—Toma, es para ti.
Trini, sorprendida, quiso rechazar aquel regalo que con tanta ternura aquella niña le ofrecía.  Al final, agradecida, lo aceptó:
—Hay cosas que no tienen precio y son más importantes que el dinero —nos confesó.
Trini es una mujer llena de vida. Es mayor, ya cumplió los setenta, y vive en la calle. No quiere nada, sólo que la quieran.
Otro día —nos explicaba— un niño la vio sola en el banco, rodeada de su carro y sus bolsas. Corriendo se acercó a ella y la besó:
—No hay nada más grande como el beso de un niño.
Trini duerme en la calle y dice que no necesita nada de lo que nosotros le podamos ofrecer. Sólo quiere compañía y el beso del niño que no exige nada a cambio.

¡Cuántas veces nos empeñamos en ofrecer lo que el otro no quiere!
¡Cuántas veces nos esforzamos por explicar que el otro, aquel que duerme en la calle, no quiere en ese momento nada de lo que para nosotros sería lo urgente!

Hilos que se rompen

No es fácil que nuestra sociedad entienda que lo que Trini reclama es aquello que también nosotros reclamamos para nosotros mismos: cariño, respeto, atención, que alguien te eche en falta, que se acuerden de tu nombre y de ti… Son esas pequeñas cosas que nosotros, “los normales”, por tenerlas, las obviamos y no son regalos a pedir en la carta anual a los Magos de Oriente.
Pero hoy sí; hoy Trini me ha llenado de argumentos para seguir haciendo lo que siempre he hecho desde que hago la calle: intentar despertar sonrisas de dignidad, aunque aquella persona quiera seguir en la calle para siempre.
Trini me ha hecho ver que mi discurso, el que Arrels me enseña, el de acompañar, estar, crear relación…, tiene todo el sentido del mundo y no necesita interpretación, porque nuestro acompañar va más allá de ofrecer un recurso que saque a la persona de dormir en calle; nuestro acompañar escucha y mira el interior de la persona, la respeta e invita y provoca su/nuestra transformación y autonomía. Y con el tiempo, si quiere, cuando quiera, buscaremos juntos el recurso, si, entonces, es ese su deseo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista