Desde el martes circula por Internet una declaración de ocho puntos que un grupo de docentes y no docentes del Liceo Franco-Argentino Jean Mermoz redactó a fines de marzo para solidarizarse con los colegas de la escuela pública que reclaman la convocatoria a una paritaria nacional, según establece la Ley Nacional de Financiamiento Educativo. Los autores del manifiesto decidieron difundirlo sin firmas en las redes sociales luego de que los directivos del colegio les negaran la autorización solicitada para afichar el texto en la entrada del establecimiento. La versión digital incluye una posdata con fecha del lunes 10 de abril, que repudia el episodio de represión policial registrado el domingo en la Plaza de los Dos Congresos.
Por si hiciera falta, corresponde recordar que Antonia Macri, la hija menor del Presidente de nuestro país, es alumna del Liceo. Este dato es clave para entender la rapidez con la que la declaración saltó de Facebook y WhatsApp a ARG Noticias, El Destape, El Diario 24, Gaceta Mercantil, Política Argentina, Revista Veintitrés, Tiempo Argentino, Telefé Noticias.
A grandes rasgos el pronunciamiento inspiró dos lecturas mediáticas: 1) el desempeño gubernamental frente al reclamo docente es tan desacertado que hasta lo repudian los educadores cercanos al círculo íntimo del Jefe de Estado; 2) La censura oficial es tan fuerte que también se impone en la escuela donde cursa Antonia. Acaso porque la prensa está acostumbrada a exagerar, El Diario 24 tituló que la declaración fue de índole institucional (“El colegio al que asiste Antonia Macri repudió…”) y El Destape y Gaceta Mercantil convirtieron en denuncia de censura el comentario que un redactor y/o firmante del manifiesto escribió en su muro de Facebook. La Revista Veintrés observó “revuelo en el colegio de Antonia”.
Los argumentos presentados en el documento resultan contundentes, prácticamente irrebatibles, para quienes entendemos que la alianza gubernamental Cambiemos busca –en palabras del antropólogo social Alejandro Grimson– “destruir la paritaria nacional docente con el objetivo de provocar a los maestros e intentar forzar una derrota que pudiera resultar(les) ejemplificadora” a los demás colectivos que resisten el ajuste económico. Entre estos mismos argentinos, algunos lamentamos la reducción de la sólida declaración a un par de generalizaciones inexactas.
No: el repudio no es institucional, ni siquiera mayoritario. Sí pero no: el docente Federico Plager explicó a través de Facebook porqué se difundió el 11 de abril un texto fechado el 23 de marzo; queda sujeto a discusión si constituye un acto de censura negarles a integrantes de una comunidad -en este caso, escolar- el permiso solicitado para afichar una declaración pública.
Los autores del manifiesto mencionan en el punto 6 que el Liceo es, “desde su misma fundación, una institución binacional”. El dato explica, e incluso le da cierta perspectiva histórica, a la tensión imaginable (dicen que palpable como sugiere el título de Veintitrés) entre el grupo solidario con los maestros reprimidos y las autoridades de un establecimiento al que también asisten padres, docentes, personal administrativo y de maestranza que simpatizan con el gobierno macrista, y padres, docentes, personal administrativo y de maestranza que se declaran apolíticos (y por lo tanto rechazan toda expresión política).
El Liceo se fundó en 1969, a partir de un acuerdo de cooperación entre los Estados de Francia y Argentina. Esta doble nacionalidad divide aguas desde mucho antes de la aparición de Antonia: de un lado están las autoridades (y algunos docentes, administrativos, padres y ex alumnos) que, por el bien de las relaciones diplomáticas, siempre entendieron que la doble nacionalidad exige neutralidad. Del otro lado, cada tanto asoman algunos docentes (y padres y/o ex alumnos) que consideran -tal como consta en la declaración del 23 de marzo- que el Jean Mermoz, “lejos de estar aislado” se ve o debería verse “concernido y condicionado en igual medida por las realidades francesa y argentina”.
Por esta oposición de principios, en 1982 se les llamó la atención a los docentes que en un acto escolar se rehusaron a entonar La Marsellesa en repudio al apoyo galo a Gran Bretaña durante la Guerra de Malvinas, y en 1988 se reprendió por nota interna a aquéllos que hicieron un día de paro en solidaridad con los colegas de las escuelas de frontera que adhirieron a la Marcha Blanca o al también llamado Maestrazo.
Más acá en el tiempo, las autoridades concedieron a regañadientes la colocación de una placa en honor a los siete ex alumnos y ex empleados del Liceo y del viejo Collège Français asesinados por la dictadura de 1976-1983. En la ceremonia de descubrimiento de la pieza conmemorativa, una de los impulsores de la iniciativa señaló la discordia institucional detrás de la decisión final de encargar una placa genérica -es decir, sin nombres propios- con el objetivo de sosegar a los padres y ex alumnos que pretendían un recordatorio para las “víctimas de la subversión”.
Estos antecedentes desarticulan la lecturas periodísticas mencionadas. Mal que nos pese a los ciudadanos anti-macristas, la declaración actualizada el 10 de abril representa el pensamiento de una porción (posiblemente minoritaria) de la comunidad escolar del Liceo. Y nobleza obliga, la denegación del permiso para afichar la solicitada se inscribe en una tradición de neutralidad que seguro se exacerbó con la aparición de Antonia pero que no deberíamos confundir con la mano negra -o más bien amarilla- que sugirieron algunos medios opositores.
Antes de terminar, vale aclarar, recordar, insistir en que el Jean Mermoz integra la red nacional de la educación pública francesa. Por este detalle nada menor, los docentes y no docentes que redactaron y firmaron el documento arriesgan menos la cesantía o expulsión que seguro enfrentarían si el Liceo fuera un colegio privado y, como tal, considerara que la hija del Presidente de la Nación es, además de alumna, una clienta a la que hay que cuidar muy bien.
Esta última observación responde a la intención de analizar la repercusión mediática de un documento cuya elaboración y difusión enorgullece a algunos de los que alguna vez pertenecimos a la comunidad escolar franco-argentina. Ahora como entonces, estos ex Lyceanos creemos que los seres humanos somos esencialmente políticos y que la biculturalidad constituye un ámbito ideal para desarrollar la percepción y comprensión de nuestra actualidad nacional, regional, global.
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Dos aclaraciones importantes
1) En respuesta al reproche de que la versión digital del documento no identifica a “los abajo firmantes”, debe decirse que 43 personas firmaron la versión impresa que las autoridades del Liceo no dejaron afichar.