Pues no era un final de ciclo. La secuela de Toy story 3 (2010) se ha hecho esperar, sin duda porque se trata de «La Saga» original e iniciática por excelencia para Pixar, el mejor argumento fundacional que cabría imaginar para darse a conocer al público infantil, y además se basa en un pensamiento que prácticamente todos hemos tenido alguna vez durante nuestra infancia: cuando nadie los ve, nuestros juguetes cobran vida. Esta simple premisa ha servido para levantar todo un universo de ficción que, a medida que se expande, muestra más matices y descubre horizontes.
Y también muta, porque la saga Toy story (1995, 1999, 2010) se alarga con una nueva entrega de calidad. O se cierra definitivamente (por segunda vez al parecer). La principal novedad de Toy story 4 (2019), la que la diferencia del resto, es que renuncia --por demasiado visto para quienes han crecido con Woody y compañía-- a la premisa que servía de base a todo el argumento. En las otras tres, en las ocasiones en las que los juguetes se veían obligados a permanecer inertes ante las personas de carne y hueso --aunque les fuera en ello su vida imaginaria-- estaban reservadas a los momentos estelares, a escenas de suspense en los momentos centrales de las respectivas historias. Había como una sacralidad en ellas (todo esperábamos algún guiño, un movimiento casi imperceptible en sus rostros, algo que revela lo mucho que estaban sufriendo por dentro; pero desde 1995 nunca se ha traspasado esa línea roja. En la cuarta tampoco, pero ahora este filme transcurre casi en su totalidad en ese mundo paralelo de los juguetes, y los instantes en los que deben permanecer quietos por obligación son un engorro o parte de un gag, una especie de concesión o vínculo con un mundo --el de los juguetes tradicionales/analógicos-- que poco a poco desaparece y/o queda atrás...
Esta cuarta entrega --con guión de Stephany Folsom y Andrew Stanton (que colaboraba en la historia original en todas las entregas y sólo se había ocupado del guión en la segunda parte)-- va más allá y apuesta por un universo paralelo en el que los juguetes se buscan la vida como almas libres, sin infantes a los que dedicarse, pero siempre haciendo el bien, deshaciendo entuertos e impartiendo enseñanzas por donde quiera que vayan. Y sin superar el nivel de la tercera mantiene un buen nivel de entretenimiento. Conclusión o reinicio, da igual, Toy story 4 ha sentado las bases de un nuevo universo de ficción en el que desarrollar otra clase de historias y ampliar la saga hasta el infinito y más allá. Woody y su reencontrada compañera Bo Peep --justificada su desaparición en las anteriores películas con un prólogo inicial marca de la casa-- abandonan ese universo que construimos de pequeños a base de imaginación y en el que todo era seguro, feliz y previsible para vivir a partir de ahora aventuras más allá de la cúpula del juego. Así que... hasta la próxima Woody.