Revista Libros
En la barbacoa, todos estaban muy animados hablando de sus plantaciones, las señoras del último grito de la moda, que era el miriñaque, algo que podría ayudar a no cargar con tanto peso a las mujeres, ya que falda sobre falda para dar volumen y amplitud al vestido, junto con el asfixiante encierro de un corsette, habían causado el desmayo de más de una dama de sociedad. Las señoritas hablaban de los jóvenes más interesantes y los más prestantes de la sociedad de Luisiana y los chicos hacían a puestas de quien sería el primero en casarse con determinada joven, o quién sería el primero en besar a determinada otra.Beth, se sorprendió bostezando de aburrimiento. —miró para todos lados, para ver si alguien la había descubierto, ya que era de muy mal gusto, bostezar en una reunión o en cualquier evento social. Dios, ¿Es que no había nada más interesante que hacer, que hablar de cosas superficiales o intentar cazar al mejor prospecto de la ciudad?—Damas y caballeros, espero que la comida sea de su agrado y aprovecho para hacer un brindis por la feliz pareja que muy pronto contrae nupcias. "Por mi hija Susan y su futuro esposo, Richard" —dijo William MacInnes, el padre de esta.Todos aplaudieron y los novios se dieron una larga y apasionada mirada. En realidad, mirándolo bien, Richard Knight, era un hombre guapo, con su 1.90 de estatura y su bien peinado cabello, sus perfectas patillas y su bien recortado bigote. Sus ojos eran verdes, muy claros, lo cual hacia que su mirada fuera agradable y tenía una sonrisa sincera. No parecía ser un engreído, como la mayoría de los ingleses que ella había conocido, cuando visitaban a la familia de Susan. Richard, miraba a Susan, como si fuera el regalo más grande que le hubieran podido dar, y al juzgar por su forma de hablar sobre él, Beth estaba muy segura de que el sentimiento era mutuo. Allí había más que cariño, pero ella no le dijo nada a su amiga porque no quería que se sintiera mal.La comida estuvo deliciosa, el cerdo asado y el cordero era muy suaves y tiernos, todo fue acompañado de pan de maíz, crema fría de espárragos, aguacates rellenos de carne de cangrejo, trucha con estragón fresco picado, papas y mazorcas azadas, pollo frito, que era la receta infaltable, conejo galés en honor al prometido de Sisan y de postre pastel de manzana y flan.Todos comieron a gusto, y luego se hizo el más absoluto silencio. La gente estaba adormilada por la comida y por el calor. Las damas no hacían más que abanicarse y los hombres tomaban vino y hablaban de sus cosas. Al poco tiempo la dueña de casa dijo que ya se podía entrar y en ese momento los caballeros se alistaron para bajar la comida haciendo una partida de caza, mientras las damas y sobre todo las señoritas, se iban a descansar a los dormitorios, ya preparados para ellas. La idea era estar frescas y lozanas para el baile de la noche.En el cuarto estaban los grupitos de amigas. A ella le había tocado con Susan, su hermana Eleonor y Peggy. Si Emily Dickinson, hubiera estado todavía con su familia y no hubiera pasado por ese escándalo, lo más seguro es que estuviera con ellas en esa habitación. Le dolió pensar su amiga y en lo que su hermano sufría por ella. Recordó los buenos momentos que habían pasado juntas y lo enamorado que estaba Josh. Su madre le había prohibido que hablara con ella, porque estaba segura de que la gente al verla con ella, la tildaría de casquifloja y podía dañar su reputación. Algo que no le importaba en lo más mínimo, ya que todas las mujeres parecían idolatrar la bendita reputación. Sin que su madre lo supiera, ella visitaba a Emily, le llevaba pastel, y robaba algunas cosas de su casa para llevárselas hasta su casa, su fiel aliada era Hester, que en todo momento sospechó al igual que ella de John y sus malas mañas. Así que entre las dos recogían cada dos semanas una buena provisión de víveres y se las dejaban en la casa cuando su padre salía o cuando iban a la iglesia. El cochero Josías, era un eterno enamorado de su Hester y nada más verla salir con Beth, las llevaba a donde ellas quisieran sin preguntar. El pago que Hester le daba era las raciones de comida más grandes y una que otra mirada, que a Josías lo dejaban en las nubes.—Beth! —le llamaron.— ¿Que sucede?— ¡Niña! ¿En qué sitio estabas? Todo el tiempo hemos estado hablando y no has puesto atención.Beth enrojeció de la vergüenza.—Perdonen, es solo que me hace falta Emily.—Oh querida, es cierto. Siempre que había un baile o un evento, estábamos juntas las tres.—Eso solo es culpa de ella. Nadie le dijo que estuviera de ofrecida con John Erhard. —dijo Eleonor con mala cara.—Por Dios Eleonor, que cruel puedes llegar a ser a veces. ¿Es que no tienes corazón? Esa chica no tiene a nadie, tiene coser ropa ajena y aguantar los desplantes y malos tratos de los que antes eran sus amigos y vecinos. Todo por un error. Algo de lo que solo John tiene la culpa, estoy segura.—Bien, como sea. Ella ahora mismo es solo una mujer en desgracia y es mejor que nadie te escuche hablar de ella con tanta consideración, si no quieres que piensen que te ves con ella y por lo tanto que eres igual a ella.—Eso a mí, no me importa. —le respondió fríamente.—Pero a mí sí. Yo si quiero casarme algún día y estoy segura de que si tu reputación se ve enlodada, yo seré la próxima solterona de la casa.Bethany sintió que la sangre le empezaba a hervir. ¿Quién se creía esta niñita para hablarle así? Ella era la hermana mayor, no lo contrario. Se armó de paciencia y le dijo lo más suavemente posible lo que quería gritarle agarrándola por el cabello.—Tranquila Eleonor, nadie dirá eso, porque nadie está pendiente de mis modales y reputación tanto como de los tuyos, que si sabes lo que estar de ofrecida, ya que cada vez que tienes en frente a Henry Erhard, lo único que haces es echártele encima. — ¡Estúpida, te voy a matar! —le gritó su hermana con el rostro desfigurado por la ira.Beth se apartó y salió del cuarto sin ponerle atención, pero antes de que terminara de salir, se encontró con las manos de su hermana en su cabello y todas las chicas allí presentes salieron corriendo a ver quién gritaba.—Déjame Eleonor o te juro que vas a saber lo que es quedarse calva. Niña tonta.Alguien debió llamar a su madre porque de un momento a otro, sintió que las halaban a las dos al pasillo.— ¡Dios todopoderoso! Que creen que están haciendo ustedes dos. ¿No les da vergüenza comportarse de esta forma delante de la gente? Nos vamos inmediatamente a la casa.—Madre por favor, no. —le suplicó Beth.—Ella tuvo la culpa. Se puso a hablar mal de mí y a comentar cosas sobre Emily Dickinson, como si todavía fueran amigas. —la acusó con su madre.—Emily Dickinson se merece mi total consideración por ser alguien que cayó en desgracia. Aún cuando ya no seamos amigas. —mintió.—Eso solo dañara nuestra reputación. ¿Verdad madre? No tienes porque meterte en esto Eleonor. —le regañó. —En cuanto a ti, Beth, hablaré contigo sobre esto, cuando lleguemos a casa.Bethany a pesar de que no era una persona violenta, quiso golpear a Eleonor, por echarle a perder las cosas con Emily, ya que si su madre se daba cuenta de que todavía eran amigas, no podría seguir haciéndole llegar los víveres que tanta falta le hacían.—Madre, no va usted a creerle a esta mentirosa, usted sabe cómo es ella, es una niñita inmadura que…—No quiero más excusas. Las dos son unas niñitas inmaduras y malcriadas. Pero de ti Bethany, me sorprende más que de tu hermana, ese comportamiento.Beth solo pudo bajar la cabeza.—Perdóneme madre. —le dijo muy apenada.Eleonor se rió triunfante. Le había ganado la pelea a su hermana. Escuchó un ruido hacia el fondo del pasillo y todo su rostro empalideció. Henri Erhard estaba allí de pie, viendo toda la escena y cuando sus miradas se encontraron, la miró y sacudió la cabeza, como si no pudiera creer lo que veía. Oh Dios ahora tendrá un motivo más para decir que soy una niña malcriada, que no soy lo suficientemente mayor para que el me pueda cortejar. —Lo vio hacer una pequeña inclinación de cabeza y alejarse. Se sintió desfallecer.— ¿Madre podemos entrar nuevamente al dormitorio?—No. —les dijo tajante. —Ya les dije que nos vamos en este mismo momento. Esta vergüenza que me han hecho pasar con nuestras amistades, no tiene nombre.—Pero madre…—He dicho que nos vamos. —la interrumpió Blanche.Las dos entraron solo a despedirse de Susan, y se fueron con su madre a esperar en el carruaje. Afortunadamente su padre todavía no llegaba de la partida de caza y su madre decidió esperarlo dándoles tiempo de calmarse a las tres.Cuando su padre llegó eran las cinco y cuando Blanche le contó lo sucedido, el rostro de su padre que venía alegre por la caza, cambió a un gesto adusto y frío. Beth lo vio despedirse de los anfitriones y sintió que todo el mundo las miraba a su hermana y a ella como culpándolas de que sus padres no pudieran pasar un buen rato por su mala educación.Las dos se subieron al carruaje y al poco tiempo sus padres, se subieron también. Luego no volvieron a escuchar una palabra de ellos dos, hasta que llegaron a la casa.—Bethany, necesito hablar contigo.—Sí, padre. —le respondió, pero su corazón se quería salir del pecho. Su padre era un buen hombre pero tomaba decisiones drásticas cuando se molestaba.Lo vio entrar a su estudio y sentarse.—Siéntate Beth.Ella lo hizo, sufriendo desde ya, por lo que su padre le iba a decir.—He estado pensando mucho sobre la relación tan mala que tienen tú y tu hermana de un tiempo para acá. No sé a qué se debe, pero si te digo que no pienso soportarlo un día más, así que cómo ella es la más pequeña, tú te irás a casa de tu tía en Maryland y estarás un tiempo allá, de paso también se puede arreglar un buen matrimonio con un joven de buena familia.— ¡Padre! ¿Por qué?—Hija, entiende que ya es hora. También ahora tu hermana comenzará a dejarse ver en los bailes y quiero que ella sea el centro de atención, como sé que lo hará porque su belleza es extraordinaria. Eso tendrá a más de un joven, cortejándola en muy poco tiempo. — ¿Entonces porque yo no puedo hacer lo mismo?—Porque tu tiempo se está acabando Bethany y yo no quiero tener a una hija solterona. ¡Quiero nietos! ¿Es eso tan difícil de entender?—Claro que no, padre. Pero yo no tengo la culpa de que no me guste nadie para esposo.—Hija la tienes. —le dijo con voz apesadumbrada. —tú buscas un hombre que te adore y que te ame a primera vista y eso es imposible. El amor se da con el tiempo, con la continuidad de los detalles, con el conocerse mejor. No quiero imponerte a nadie y es por eso que le he enviado una carta a tu tía Betty, para que te puedas quedar una temporada con ella y puedas conocer jóvenes en esa ciudad. Estoy seguro de que muy pronto me enviarás buenas noticias.Ella no quería llorar delante de su padre, pero no lo pudo evitar.—No es justo que por los comentarios de Eleonor, yo tenga que pagar. Ella fue la que comenzó. —le dijo con lagrimas en los ojos.—Pero tú eres la mayor, querida y debes poner el ejemplo. El hecho de que hubieras seguido peleando con ella, me dice que ya es hora de que tengas tu propia familia y tus hijos. Necesitas ocuparte, ya no eres una niña. —le tomó las manos. —ese comportamiento todavía se lo puedo disculpar a tu hermana por tener 16 años, pero a tí no.—Padre, perdóneme. Pero de un tiempo para acá, yo siento como si usted quisiera deshacerse de mí, porque soy una carga.—Hija, eso no es cierto. Yo las adoro a las dos, a los tres, porque a tu hermano también lo quiero mucho. Pero debes madurar Bethany.—Está bien, como usted quiera. —le dijo limpiándose las lágrimas y levantando la barbilla. — ¿Cuándo tengo que partir?Su padre lanzó un profundo suspiro, se levantó de su silla y se acercó a ella.—El lunes próximo. —le dijo su padre sin contemplaciones.Dios mío, eso era dentro tres días. — pensó desesperada.Beth salió del estudio con la cabeza baja, pensando en lo duro que sería estar lejos de su casa, de todo lo que conocía. Se fue caminando y casi sin darse cuenta se encontró en la mitad del bosque cerca del pantano. Allí se quedó pensando en lo que haría, en la forma de convencer a su padre de que no la enviara lejos. Las lágrimas comenzaron a caer a lo largo de su vestido, no se quería ir, pero cuando a Thomas Fox, se le metía algo en la cabeza no había poder humano que se lo pudiera sacar. Comenzó a notar que hacía mucho frío, y se quedó mirando el cielo. Parecía que se aproximaba una tormenta. Se levantó y se arregló el vestido un poco, tenía que llegar a la casa ates de que empezara a llover.En eso escuchó un ruido y se dio la vuelta asustada. Era Jeremiah, el esclavo nuevo, estaba recogiendo lo que parecía ser hierbas. No la había visto, así que ella no hizo ruido alguno, Quería observarlo con tranquilidad, le parecía unn hombre extraño, pero amable. No tenía el mismo odio que solía ver en los ojos de los esclavos nuevos, cuando estaban recién llegados a la plantación.Lo miró un buen rato y cuando ya se disponía a irse, el habló.— ¿No está cansada de estar tanto tiempo allí de pie, mirándome?Pero que insolencia la de ese hombre, hablarle así, de esa manera.—No, no estoy cansada. —le respondió con altanería.— ¿Entonces porque no me acompaña y me ayuda a recoger estas hierbas?—Porque eso no es lo que he venido a hacer aquí. —ella no tenía porque ayudarlo en nada.— ¿Y Que es lo que vino a hacer en el pantano?—Eso no es de tu incumbencia Jeremiah.El se la quedó mirando y siguió recogiendo.—Pronto va a llover, debería volver a la casa. “Ama.” —le dijo recalcando la palabra.—Eso voy a hacer. —cuando se estaba moviendo para irse, el habló nuevamente.— ¿Por qué estaba llorando?—Por nada.El se acercó lentamente a ella.—Uno no llora por nada, ama. Sé que no soy nadie para usted, pero me gustaría saber si la puedo ayudar.Ella se sintió nerviosa por la proximidad de él.—No…no es nada, ya te dije.Sin esperarlo, el se acercó más y pasó sus dedos por su rostro, limpiando sus lágrimas.—Es como la seda. —dijo de repente.Ella se quedó allí de pie, sin moverse, disfrutando de la caricia.Jeremiah no bajó la mano, por el contrario, siguió tocando la hermosa piel de porcelana. Beth, cerró los ojos y pensó en lo bien que se sentían sus manos recorriendo su rostro, percibía el olor de la manzanilla en sus manos, seguramente eran esas las hierbas que recogía.—Nunca sentí una piel tan suave. —le dijo casi al oído. Se inclinó para tocar su cabello, que se veía como hebras de hilos de oro. Luego llevó un mechón a su nariz. Olía a rosas y a lavanda, era exquisito. En ese momento ella abrió los ojos y sus miradas se encontraron. Su mirada era temerosa pero al tiempo alcanzó a ver un matiz de deseo. Sus pupilas dilatadas hablaban de sorpresa, pero también de curiosidad, estaba seguro de que ella quería saber que seguiría ahora. Su juventud la hacía un libro abierto, que no podía esconder sus sentimientos y eso le alegró. Estaba perdido en el verde de sus ojos, eran como dos hermosas esmeraldas que lo miraban fijamente. Bajó la mirada y se arrepintió de hacerlo en ese mismo instante.Sus pechos subían y bajaban con su respiración agitada, ese momento, al ver los pechos llenos que se asomaban por el revelador escote de su vestido, quiso tomarlos y a continuación morderlos, de los provocativos que se veían. Cerró los ojos para calmarse. Si esa chica veía el hambre que había en su mirada en ese momento, saldría corriendo despavorida. Y él no quería perder la oportunidad de conocerla mejor, pues no había hecho más que pensar en ella todo el tiempo, desde que la conoció.—Yo…yo nunca he besado a nadie. —le dijo tímidamente.Jeremiah se sorprendió, no por el hecho de que nunca hubiera sido besada, si no por la invitación implícita en esa frase. Lo supiera ella o no, su hermosa diosa, lo estaba invitando con su mirada y sus gestos inconscientes, a que hiciera precisamente eso, besarla. Una dama de sociedad invitando a un esclavo a que le diera un beso. Mientras se miraban, el podía oir en el fondo el canto de los pájaros y el sonido de las hojas, que movidas por el viento que presagiaba tormenta. En sus ojos él veía timidez pero también deseo, y entonces vio una leve gota de sudor formarse en la comisura de sus labios. Deseo probarla, sentir la salada perla en su boca, hasta eso debía saber a cielo en ella.— ¿Quiere que la bese, ama? —le preguntó tratando de disimular el deseo que en ese momento sentía de besarla hasta dejarla inconsciente, dándole una oportunidad, con aquella pregunta de decirle que no.Pero ella no contestó, solo alzó un poco su rostro hacia él. Jeremiah, no necesitó más respuesta y tomó sus labios con ansía, pero con ternura, porque quería que el primer beso de ella, fuera especial.