Ya comentamos que el Altorey era abundante en leyendas y lo hemos demostrado. Pero aún faltan algunas más, publicadas y comentadas por Pedro Vacas en el nº 39 de Cuadernos de Etnología de Guadalajara.
En la batalla de las Navas de Tolosa (1.212) intervinieron las milicias de Atienza bajo el pendón del Arzobispo de Toledo. Tras la victoria, el rey de Navarra Sancho VII pidió llevarse las cadenas que protegían al rey musulmán y las incorporó a su escudo; el arzobispo de Toledo hizo la misma petición, que le fue concedida. Dicen que regaló un trozo de cadena a los milicos de Atienza por su bravura y que la depositaron en la ermita del Altorey.
Cortesia Pedro Vacas
Cuentan que la ermita tenía unas hermosas rejas de hierro forjado y que sus puertas siempre estaban abiertas. En la Sierra del Altorey siempre hubo escasez de metales, sobre todo de hierro, imprescindible para hacer rejas de arado y herramientas. Dicen que por ello, un día los herreros de … (en cada lugar ponían el pueblo vecino con el que estaban enemistado) subieron con unas mulas, arrancaron las rejas y se las llevaron a su fragua, solucionando su problema. El santo no las necesitaba.
Dicen que en un pueblo de la Sierra del Altorey vivía una familia con tres hijos mozos. Cuentan que estalló la guerra (unos dicen que las carlistas, otros que la Civil,…) y los 4 varones fueron llamados a filas (dos en cada bando). La madre quedó destrozada, por lo que hizo promesa de subir de rodillas a la ermita para que todos volviesen sanos a casa.
Cada día subía un tramo hasta donde le llegaban las fuerzas; tras varios meses consiguió llegar a la ermita y rezó con devoción al santo. Bajó satisfecha por la promesa cumplida y cuando llegó a casa encontró a dos hijos. Al día siguiente aparecieron el padre y el otro hijo.
Lar-ami
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