Revista Cultura y Ocio
¿Por qué esa manía que me encuentro últimamente en el 90% de los blogs que visito de reseñar sólo novedades? Yo sigo emocionándome con libros de hace diez, quince, veinte años o de hace ya unos cuantos siglos. Que ¿por qué me gusta hablar de libros? Porque como afirma Blas de Otero en el poema que abre sus 'Historias fingidas y verdaderas' "un libro es el juego más peligroso que pueda imaginarse, nadie se salva por un libro sino apostando todo a una palabra, la única que escoge el poeta a cambio de su propia vida expresada" y eso no es sencillo de ver en estos días.
DEL PELIGROSO MANDO
Esta es la cuestión: escribir libre, fluida y espontáneamente: al menos, en apariencia. Si hace falta, escribir con frescura, como el regato, la brisa y, desde luego, sin una idea preconcebida. Como una película de la Keystone: sin guión y con ganas de trabajar, entrevistarme, sorprenderme. Escribir hasta caer rendidos, y cuando lo lean se sientan ágiles, un poco emocionados, plenos. El quid, el intríngulis también se dice, está en dar a los demás lo que uno necesita; ser pródigo por naturaleza, no por arte ni magia. Las palabras me obedecen pues soy ciego y ellas me llevan; tiro de ellas con la punta de la pluma, o les suelto la correa: de pronto, se vuelven y me miran. Caminamos al azar, ésto es lo que parece, pero la cuestión es llegar rápidamente al final, al fondo, sin andarse por las ramas como la brisa, aunque sintiendo au atento roce y el brutal ruido del mundo.
UN MOMENTO
De todo lo que existe, de cuanto los hombres hacen o dejan de hacer, lo que más aprecio (después de la rebeldía) es la serenidad. ¿Tú esperas que yo te ofrezca un buen trozo de literatura, algo que tú puedes adquirir por unas pesetas y que quizá incluso sirva para acrecentar un poco el contagio, parecido al prestigio que con tanto esfuerzo llegué a alcanzar? ¡Valiente billetito falso este de la gloria! Te lo regalo, y además te doy un buen consejo: no juzgues nunca a este hombre a quien la literatura le interesa tanto como pasear en yate los domingos. Malditos sean el mar y la vanidad y la envidia y la libertad de los escribientes que están siempre más acá del bien y del mal en nombre de no sabemos qué derechos de expresión no reconocidos ni por la madre que los entintó.
Yo ahora pido un momento de tregua, un tanto así de serenidad, sólo de serenidad, de silencio a ser posible. Por mi cuenta y riesgo.
CREEMOS LOS NOMBRES
Se dice pronto, pero muy pocos saben lo doloroso que resulta escribir con cuidado, el tiempo tan valioso que perdemos, cuánto mejor pasear sin rumbo, callejear sin prisa, dejando que pasen las horas, las librerías, el cartero, entrar en un cine de barrio y recordar de pronto la manera de escribir de Pío Baroja, pocos sospechan lo incómodo que resulta hojear una edición con numeritos marginales y sus correspondientes notas, puede ser que la película haya comenzado, en cuyo caso cerramos el libro y escribimos film o filme, lo cual ya me parece excesivo, pero la pureza del idioma es igual a la de Clotilde, que cada uno la utiliza a su manera y lo mejor es no hacerla mucho caso y consultar el diccionario únicamente para ver si se escribe con una c o con dos, aunque esto también depende que te estés refiriendo al diccionario propiamente dicho o a Clotilde.
EL DEMONIO Y SUS CÓMPLICES
Mis primeros palotes los tracé, torcidos, en la escuela, pero el escribir de corrido se me hizo muy dificultoso, esa aséptica letra inglesa que pretendían inculcarme en mi Bilbao londinense, y que me fue cambiada por otra redonda más corpórea, más humana. Nada me ha desagradado tanto toda mi vida como escribir, sino que me llamasen escritor, aunque suelo decir, como J. R. J., a estos trabajos escrituras, o mejor dicho, papeles...
Ah qué oficio éste endiablado, no por lo que tenga de dificultoso como por lo que tiene de infernal. Es fácil escribir una hermosa página, pero muy arduo fue su ir gestándose, madurando a través de calles, azares, países y sofismas que no merecn nuestra palabra sino para insultarlos o destruirlos. Una espada de fuego nos conmina a ir adelante, a continuar entre papeles que pronto son pavesas, flores de trapo para nosotros cuando aún arden en las manos de tantos lectores.
Torres de marfil han caído muchas, pero torres más altas han caído empedradas con las mejores intenciones.
...Hoy también llueve, como tantas veces entonces, cuando los cristales de la clase escurrían aquellas lamentable caligrafía que pretendieron inculcarme.
LA COMPAÑA
La palabra de fray Luis de León me alimenta como un pan principal, gobierna mi garganta, escueta y tangible.
Hay una delicada mano que repasa los versos de Garcilaso, un son recio o severo en la voz de Manrique, que me pone pensativo
Cenicienta y otras veces de púrpura, rasga la página el chasquido de Quevedo, sarcástico, roído por el paso del tiempo.
Yo tacto con los labios y escucho con los ojos, veinte, cuarenta poemas que me bastan, siempre los mismos y nunca agostados, cada tarde acompañándome con sólo sentirlos en mi mano.
COLLIURE
Ocurrió en el Pirineo oriental, frente al Mediterráneo. Una lenta pena latía en el fondo: nuestro más noble, nuestro más querido poeta quedóa llí, serenamente fiel hasta su final. Pero nadie quiere remover ni avivar otro triste tiempo de nuestra patria. Nadie, y menos que nadie las nuevas vidas que desde entonces fueron pujando. Ninguno de ellos vuelve la cabeza hacia el hacha y el tajo. Todos miran, desean, exigen el retoñar de un tronco único. Abierto al libre aire de una justicia ineludible. Como lo soñó siempre don Antonio Machado.
AÑOS, LIBROS, VIDA
Este es el último papel que me queda, ni que estuviéramos en 1919, pero estoy ya fatigado de estos temas, lo mejor de la vida qué duda cabe es la juventud, no por su sectarismo sino por su flexibilidad, me refiero a la lozanía y todo eso que tan bellamente lamenta Manrique en la copla del río. Pero agua pasada no mueve molino, y a qué venir con monsergas que de no estar tan bien dichas, te juro por mi madre las hubiera arrojado hace tiempo al fuego.
Aquí están también Gorki, y Babel, y Julio Verne junto a Paul Valéry, y este niñón de Rubén Darío, todas estas torres de papel que quiero alcanzar antes de volver a Machado, el banderillero, que en mi Madrid de entonces me tornó pensativo con algunas estrofas del Ars Moriendi. Todo son libros, y yo quiero averiguar cómo se salva la distancia entre la vida y los libros. No me digan que éstos son la expresión más certera de la vida, porque temo echarme a reír. A la vida no hay dios que la agarre por el cuello. Aunque algunos papeles ocasionalmente aciertan: "...la disonancia sería terrible. Pero la vida no es un escritor, no se preocupa de la unidad de estilo..." Estas palabras de Ehrenburg me reconcilian con el año 19 y con 1960, cuando le visité en su piso de la calle Gorki (que no aparezcan ahora las estatuas y los nombres de las calles, porque no sigo), y se mostró tan ufano de la pequeña cafetera italiana en la que nos prepararon un rico café.
Blas de Otero. 1980. Historias fingidas y verdaderas. Madrid, Alianza Editorial.