Revista Deportes

Más que decentes. Toros en el día de Andalucía

Por Antoniodiaz


Más que decentes. Toros en el día de Andalucía

28 F: Día de Andalucía. Con las cámaras de Canal Sur presentes. La banda de música -apenas se escucha- toca, decir interpretar es aventurarse demasiado, el "andaluces levantaos" de Blas Infante mientras un gitano en el seis pide un coca cola al pipero, el mellao de la barrera de sombra grita un "Paílla que güevos tienes" y un grupo de marujas con más papada que años, en el sol, discute fervorosamente sobre lo bien que han agarrao los injertos de pelo a Ponce. Son las mismas criaturas que un rato después, en la taberna o la peluquería, pedirán que se levanten unos tabiques en las vascongadas y Barselona -jamás en la vida sus bocas eruptaran un Euskadi o una Catalunya-, porque son unos malajes que no respetan el himno de España la noche que sus dos equipos fetiches juegan a la pelotita. En fin, que estamos en Sanlúcar de Barrameda, con toros de la prestigiosísima ganadería de Hnos. Sampedro, una de esas en cuyo cuyo árbol genealógico reza el epitafio "elimina todo lo anterior para adquirir reses de Juan Pedro Domecq". El medio pensionista Enrique Ponce, el jubileta Ruiz Miguel y el carilampiño David Galván. El festejo, cinco minutos antes de que empezase, nos lo sabíamos de carrerilla, como la lista de reyes godos. Pues anda que de éstos no hemos vistos unos pocos, tú. Pero el vicio es el vicio y ahí que nos pusimos, como koalas mascando eucalipto, delante de la pantalla.

Más que decentes. Toros en el día de Andalucía

Pero sonaron clarines y timbales y una rueda de toros cinqueños, con presencia, cuajo y pitones -a esto hemos llegado, señores del arte del taurineo, a tener que alabar que un bicho bicorne tenga dos cuernos-, saltó a la arena del delta guadalquiveño, para sorpresa y algarabía del personal. Cuesta recordar un festejo de pueblo de Despeñaperros pa'bajo con esa fachada y galanura. Lo que llevaban por dentro es otra historia, también cantada, aunque para disgusto del mismo personal, aquí ya no hubo milagro y casi tres horas que estuvimos escuchando la coplilla de la falta de fuerzas, la baja laboral de la casta y la huída del miedo, trillo de las emociones, lejos del graderío. Se salvó el quinto, premiado con la vuelta al ruedo, huelga decir que otorgada con demasiada alegría, un buen toro que pecó de falta de fiereza aún siendo un dechado de eso que los sénecas de las revistillas llaman classsse -en la plaza hacen malabarismos con el frenillo de la lengua para poder pronunciarla con acento en la ese, quiera dios que los coja una tarde cambiando las tíldes el sillón T de la Real Academia, Pérez Reverte-. Hay que decir en descargo de la sam-pedrada que fue picada horriblemente, no por que los leñazos con las varas fuesen infames, sino por las maneras de los tíos de las varas y sus jefes, que hicieron las suertes de cualquier manera, al relance, metiendo el toro debajo del caballo o con cariocas.
Más que decentes. Toros en el día de Andalucía

De los matadores se puede decir que estuvieron cada uno en su línea, que es la de tres maneras distintas de entender el toreo. El toricantano David Galván, que abandona el escalafón novilleril para enlustrar la nómina de jóvenes espadas que tienen que dar tute a los acomodados jédiez, demostró una gran seguridad en sí mismo, una atípica serenidad para la edad y no se puede dudar que está dotado del sentido natural del temple, si bien es cierto abusó del manzanarismo, ese destoreo perfilero y suavón tan en boga en nuestros días.
Paco Ruiz Miguel está hecho un chaval. Fuerte como roble y con más afición y hambre que un maletilla sin tabaco. Verlo moverse con mando en plaza, gritándole al peón que hace derrotar al negrito contra las tablas, comerse al picaor para que levante la vara o instruir al bregador que lidia en banderillas, merece tanto la pena como la mejor media de Morante. Recuerdo de otros tiempos, como la picaresca, el borderío, el ir y venir con el público, enjaretarle cuatro guasas, esa torería golfa que ha quedado soterrada por unas repelentes buenas maneras. En sus dos toros el león de la Isla dió una demostración de conocimientos: de capa, a la verónica, en las dos ocasiones ganó siempre el pasito a cada lance, de la primera raya para fuera, al cabo de seis o siete lapas, no más, bicho parado casi en los medios. Con la franela se gustó más en el cuarto, donde reverdeció viejos laureles, embistiendo él más que el cornúpeta, pegándose un arrimón de antaño.
Y Ponce era Ponce, ahora es Enrique, un triste jornalero del toreo que echa sus peonadas de vez en cuando, por esos pueblos de dios, a la caza de un puñado de cuartos, algún elogio y de resistir algo más en el candelero. A su primero le enjaretó una faena larga, despegada y monótona, asentándose y ajustándose algo más con el quinto, al que a fuerza de no exigirle nada, a punto estuvo de indultar.
En resumidas cuentas, una tarde con sus grandezas y miserias, como todas, pero dónde siempre hubo un mínimo de seriedad y dignidad, que ojalá marque un precedente en los festejos de dudosa calificación en cosos de tercera, sobre todo en los televisados al gran público.
Más que decentes. Toros en el día de Andalucía

Más que decentes. Toros en el día de Andalucía

Las fotos las ha cedido amablemente el fotógrafo Paco Gallardo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog