Sin duda las 10:30 del segundo día del mes de Junio será un capítulo de la Historia de España que estudiarán los niños -que puedan pagárselo- en años posteriores.
Es indudable que la abdicación del su ex-Majestad el ex-Rey Juan Carlos ha iniciado una mar de cambios que mientras que algunos los esperan en calma y sin sobresaltos como el caso de nuestro queridísimo Presidente del Gobierno, que defendía esta mañana la transición de la Corona hacia el Príncipe de Asturias. Por otro lado, hay quien no quiere sentarse a mirar a que esto pase y por ello se han convocado para hoy manifestaciones en prácticamente todas las plazas de España para defender el cambio hacia una III República de España. Entre esta oleada informativa y confusión, hay algo que está claro: hay partidarios de ambas posturas.
Los motivos reales de la dimisión ahora mismo son desconocidos, y seguramente lo sean para siempre, pero se barajan muchas teorías, la mala salud de Juan Carlos, la trama de corrupción que salpica directamente a la monarquía, el cambio político y social que parece empieza a erosionar los pilares del bipartidismo, simplemente la edad, el desgaste y si tomamos como ciertas las palabras del que hasta ahora fue Rey, porque “es lo mejor para España”.
Sin duda una noticia tan esperada como inesperada. Me explico. Muchos esperábamos con ansias este día (con la ilusión de que empezara una nueva era), pero otros tantos cuando nos acostábamos anoche o cuando fuera no esperábamos que esta quimera invadiera los noticiarios, diarios, redes sociales, y bares. Que para algo somos españoles.
“¿Qué viene ahora?” es la gran pregunta del día, y de la semana, y de todo el tiempo que lleve encontrar la respuesta. Hay tres rutas que parecen obvias; si cogemos la calle principal nos encontramos con la constitución, la cual deja bien reflejado que el sucesor natural será el nuevo Rey de España, el destino de esta vía es entonces la más directa, la que nos lleva a Felipe VI. La vía contraria a esta estaría indicada como república. Es decir, sin monarca alguno, el que escribe solo piensa que se puede llegar a este destino a través de la siguiente vía o campo a través, es decir a lo bestia, de manera violenta y nada recomendable. Por una ruta paralela, nos encontramos con una gran rotonda con nombre latín, referéndum. Esta avenida me parece la más adecuada para que 45 millones de conductores puedan elegir a qué destino llegar, si al de Avenida Felipe VI o Avenida de la III República. Ojalá y no nos estrellemos.
Tras casi cuatro décadas de reinado, como todos el monarca tiene entre sus medallas tanto hechos aplaudibles como deleznables. Pero parece que sin el denominado “juacarlismo” y con el aprecio de la monarquía bajo mínimos sería recomendable preguntar al pueblo por su futuro. El heredero al trono, es una persona sobradamente más preparada que la mayoría de políticos actuales, pero hay que recordar que “el rey reina pero no gobierna”, por tanto ¿para qué queremos un nuevo Rey? Los argumentos monárquicos defienden la figura del Rey por su influencia, y utilidad a la hora de conseguir contratos para las grandes empresas españolas, pero si el heredero gobernara, ¿qué utilidad tendría? En pleno siglo XXI, una Casa Real Española, queda en mi opinión obsoleta, y es por ello por lo que de querer tener Felipe algún puesto de responsabilidad política e institucional debería pasar por un proceso democrático, y además debería reformarse la actual monarquía, de manera que él y únicamente él recibiera un salario público por su trabajo, además de una transparencia completa, y un derecho del pueblo para poder revocarle de su puesto cuando la situación lo requiera.