Revista Cultura y Ocio
Por extraño que parezca, masones y jesuitas comparten muchos más rasgos que los que se podría suponer. En efecto, hay muchos aspectos de ambas órdenes que muestran períodos de duro enfrentamiento y de alianzas mutuas, aunque la mayor parte de las veces se carezca de informaciones precisas al respecto, como si el secreto de tales relaciones formase parte de un acuerdo tácito.
El planteo general de la cuestión sería que, entre los jesuitas, orden religiosa católica, y los masones, especialmente los latinos, sólo es posible una situación de enfrentamiento doctrinario y práctico.
Sin embargo, aspectos poco conocidos de la historia muestran algunos rasgos que, al menos, podríamos calificar de desconcertantes. Por ejemplo, existen suficientes indicios de una relativamente intensa actividad conjunta entre masones y jesuitas a favor de la dinastía de los Estuardo, apoyando
sus reivindicaciones legitimistas, y cuyo centro operativo lo constituía el colegio jesuita de Clermont (Francia), de cuyo nombre surgió el llamado Rito de Clermont, que desapareció en el siglo XVIII. El papa Clemente XIV disolvió la Compañía de Jesús en 1773, y Pío VII la restableció en 1814. Durante la supresión, los jesuitas subsistieron de diversas maneras, y una de ellas pareciera que fue buscar refugio en ciertas logias masónicas. Al respecto, a finales del siglo XVIII, Nicolás de Bonneville, en su obra Les Jésuites chassés de la Franc-Maconnerie et leur poinard brisé par les Franc- Macons (1788), y Johann Bode desarrollaron el tema de la infiltración jesuítica dentro de la Franc-Masonería y su responsabilidad en la creación de los altos grados escoceses. Por citar un ejemplo, de acuerdo con registros fehacientes, se conoce el nombre del R. P. Cotton (S.J.), que fue iniciado como masón en las primeras décadas del siglo XVIII.
En el siglo XIX, la posición anti jesuita cambia de forma: bajo la Restauración aparece como de extrema derecha, ultrarrealista y galicana, y posteriormente de izquierda, en la cual el Gran Oriente de Francia juega un importante rol. La Compañía de Jesús es denunciada como “el poder oculto” de la Iglesia católica bajo las órdenes del “Papa negro”, es decir, el Padre General.
A raíz de esto, Blas Pascal criticó a los jesuitas en su libro Provinciales, que se convierte, paradójicamente, en la fuente en la cual abrevan los anticlericales para enfrentarse con la Iglesia, aunque el autor creyó haberlo escrito a favor de la Iglesia.
Con el paso de los siglos, se advierte que, mientras en ciertos círculos católicos se vivía en el terror de los complots masónicos “contra el Trono y el Altar”, en otros círculos masónicos se temía, con igual intensidad, la infiltración del “poder negro” jesuítico en la Masonería.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en la cual católicos y masones pudieron “confraternizar” en los campos de concentración nazis, han caído muchas barreras de temor y des confianza entre jesuitas y masones. De hecho, pareciera existir una tregua tácita no sólo con la Compañía sino con la Iglesia en general. Fueron principalmente jesuitas quienes impulsaron el diálogo Iglesia-Masonería, como los RR. PP. Riquet, Gruber y Bertheloot. Uno de sus principales estudiosos es el padre jesuita doctor José Antonio Ferrer Benimeli.
J.F.Ferro