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Masturbación emprendedora, innovación y otros males

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22
Masturbación emprendedora, innovación otros males

Reconozcámoslo: emprender está de moda en España. Las universidades organizan congresos de jóvenes emprendedores, los gobiernos regionales dan cursos gratuitos sobre emprendimiento, la partida de obra social de los bancos es para concursos y programas relacionados con la creación de empresas, y #emprendedores e #innovación son trending topic en Twitter. ¡Hasta Telecinco ha anunciado un reality show sobre el tema!

Con tanto emprendimiento, uno podría esperar que cada semana se creasen en España varias decenas de empresas. Algunas fracasarían, pero otras tendrían éxito y crecerían. Contratarían empleados y ayudarían a solucionar el problema del paro en el país. ¿Suena bien, verdad? Pues lamentablemente, no es el caso. De esos jóvenes que abarrotan el salón de actos de su facultad durante el "segundo congreso de emprendedores universitarios", menos de un 1% acaban creando una empresa.

Pero, ¿por qué es tan baja esta cifra? ¿Por qué esa idea innovadora que ganó el último concurso nunca llega a nada?

En este post voy a analizar los que, en mi opinión, son los tres grandes males que afectan a la creación de empresas en España en estos momentos.

Masturbación emprendedora:

Llegas al último congreso de jóvenes emprendedores. La sala está llena a rebosar, no cabe un alma. Tomas asiento. Aparece el primer ponente en el escenario. Es un hombre de éxito, el CEO de una empresa con 100 empleados. También es un buen orador, y enseguida se mete a la audiencia en el bolsillo. Cuenta su experiencia, cómo pasó de trabajar en un garaje a tener su propio edificio de oficinas. Luego da algunos buenos consejos. "La clave es diferenciarse de la competencia" -dice. "Hay que acercar la universidad al mundo de la empresa". Acaba la charla y el público estalla en aplausos. Ha sido todo un éxito.

En la siguiente ponencia se repite la misma historia. Y en la siguiente. Y en la siguiente. Así durante todo el día, hasta que termina el congreso.

Sales de la facultad con los ojos brillantes. Lo tienes claro, tú has nacido para emprender. Por tu cabeza pasan decenas de ideas innovadoras: una red social para domadores de elefantes, un bar online, un coche ecológico con tres ruedas. Cierras los ojos y te imaginas unos meses después, con un traje y un puro en la boca, cenando con otros empresarios de éxito en un restaurante caro. Sonríes. ¡Cómo no habías pensado en esto antes!

Te vas con tus amigos emprendedores a tomar unas cañas al bar de Paco. Entre cerveza y cerveza, les cuentas tus ideas revolucionarias. Te dicen que son buenísimas, que te vas a hacer de oro. Te cuentan las suyas. Les dices que son unos genios. Os dais palmaditas en la espalda y brindáis, mientras planeáis la fiesta que haréis en las Bahamas una vez que hayáis triunfado. El show continúa, hasta que Paco cierra el chiringuito y te vas a casa con el pecho hinchado y ganas de comerte el mundo.

Te levantas al día siguiente y vas a la universidad o al trabajo. Pasas allí todo el día y vuelves a casa por la tarde, cansado. Recuerdas la charla de ayer y piensas en todas esas ideas grandiosas que se te ocurrieron. Deberías sentarte a desarrollarlas más a fondo. Escribir un plan para llevarlas a cabo. Pero eso supone mucho trabajo y te da pereza. ¡Ya lo harás mañana cuando estés más despejado! En vez de eso, enciendes la tele, te tumbas en el sofá con el portátil y te pones a perder el tiempo en Internet. En tu timeline de Twitter alguien ha posteado un link a la web del tercer encuentro de jóvenes empresarios que va a tener lugar en tu ciudad la próxima semana. Lees el programa. Los ponentes son buenísimos, seguro que te enseñan lo que necesitas para -de una vez por todas- poner en marcha tu idea. Decides inscribirte. Esta vez va en serio, después de este congreso vas a crear tu propia empresa.

¿Te resulta familiar?

Esto es lo que yo llamo masturbación emprendedora, un fenómeno muy común que consiste en asistir a todo tipo de cursos, charlas y congresos sobre emprendimiento pero nunca crear nada. Algunas de las excusas más comunes para racionalizar este comportamiento son "necesito formarme más antes de empezar", "ahora no se puede montar nada porque no hay crédito" o "no tengo tiempo"; sin embargo, la realidad es muy diferente. Emprender es un término sexy, que vende. ¿Trabajar duro? No tanto.

Ir a un curso o un congreso sobre emprendimiento proporciona validación inmediata. Es divertido, es motivante, y cuando compartes tu idea con los demás recibes feedback positivo. El problema es que tu idea no vale nada. El mundo está lleno de buenas ideas, pero lo verdaderamente importante es la ejecución. Y eso implica trabajar. Trabajar mucho, trabajar duro y renunciar a todo lo demás para poder cruzar el Dip que separa al joven soñador del verdadero empresario que da de comer a 20 familias.

¿Mis propuestas para romper el ciclo masturbatorio? Dos:

  • Sustituir los congresos en los que un experto habla a una audiencia por algo más práctico. Por ejemplo, un taller de un fin de semana en el que los asistentes tengan que escribir un documento de una página detallando en qué consiste su idea. Al final del mismo, cada persona tendría cinco minutos para presentar su trabajo a un panel de expertos y al resto de la audiencia, que le darían feedback. Los expertos también estarían presentes durante el desarrollo del taller para resolver dudas y guiar a los participantes.
  • Aceptar que ya sabes lo suficiente para empezar, y EMPEZAR. En serio, no necesitas formarte más para poner en marcha tu idea de negocio. Con que te leas un buen libro sobre el tema es más que suficiente. Vivimos en un mundo impredecible, y no importa cuántos cursos o masters hagas, nunca vas a estar preparado al 100%. En vez de eso, sigue la filosofía de "dispara, apunta, dispara": empieza ahora y ya irás aprendiendo y ajustando sobre la marcha. Lo importante es ponerse en movimiento.

Innovación:

Otra palabra sexy que está de moda es innovar.

Cuando uno piensa en innovar piensa en Apple y su iPhone, Google y sus mapas o Facebook y su red social. Todos estos productos y servicios fueron los primeros de su clase, totalmente diferentes a lo que existía anteriormente, y consiguieron cambiar el mundo y establecer un nuevo estándar.

Y seamos sinceros: innovar mola. Tiene tirón. Vende. Todos queremos crear algo original que nos diferencie del resto. Por eso, en los últimos años, los concursos y las ayudas para ideas "de carácter joven e innovador" han proliferado en España, hasta el punto en que da la sensación de que si no innovas no puedes crear una empresa.

El problema es que a veces nos obcecamos tanto con la "innovación y la originalidad" de una idea de negocio que nos olvidamos de lo más importante: que genere beneficios.

En el año 2005, la Junta de Extremadura creó el Gabinete de Iniciativa Joven (GIJ), una organización cuya misión era "ayudar a los jóvenes extremeños a construir proyectos innovadores." Uno de los muchos eventos que organizaba el GIJ era el concurso de empresas en la sociedad de la imaginación. En este concurso, los universitarios presentaban sus ideas de negocio, un jurado elegía la mejor y sus autores se llevaban 6.000 euros para llevarla a cabo. Hasta ahí todo fenomenal. Sin embargo, al leer las bases, nos encontrábamos con los siguientes criterios de valoración:

  • Coherencia y Consistencia (35 puntos): Se valorará la consistencia general del proyecto en el entorno en que se presenta, los análisis de oferta y demanda, la viabilidad, el equipo promotor, etc.
  • Incidencia en el Desarrollo de la Región (35 puntos): se valorará el empleo generado, la presencia en la región, etc.
  • Grado de Originalidad e Innovación (hasta 30 puntos): Se valorará si el proyecto es innovador o no.

NOTA: No he conseguido encontrar las bases originales del concurso, así que he tomado como ejemplo los criterios de valoración de un Decreto de Ayudas del GIJ publicado en el 2008, porque es prácticamente idéntico.

Es decir, que el proyecto fuese innovador tenía casi la misma importancia que el que el proyecto fuese viable, que al final del día es lo único que de verdad importa.

¿Cuál fue el resultado de estos criterios de evaluación? ¿Qué fue de las ideas innovadoras que ganaron las distintas ediciones del concurso?

1ª Edición (2006)

Ganador: Raniex, la primera granja dedicada la cría y comercialización de la rana verde ibérica.

Resultado: El proyecto nunca se puedo materializar porque es ilegal criar la rana verde iberia o perezzi en España.

Opinión: Por lo que he leído, el proyecto parecía viable económicamente y sus autores preparados para llevarlo a cabo. Sin embargo, que una idea legalmente inviable pueda acabar ganando un concurso me parece inadmisible.

2ª Edición (2007)

Ganador: Blue Zone, la creación de una nueva tecnología basada en la unión de Internet y la telefonía móvil para conseguir una nueva herramienta de comunicación que aúne las ventajas de las dos tecnologías en las que está basada.

Resultado: En Google sólo hay noticias que mencionan a Blue Zone como el ganador de la segunda edición del concurso. Salvo eso, no se sabe nada del resultado del proyecto.

Opinión: La descripción de Blue Zone es tan genérica y llena de humo que no me extraña que no fuese a ninguna parte.

3ª Edición (2008)

Ganador: Al-Zallaqa Reactores Bioquímicos Badajoz, un proyecto que consiste en la generación de electricidad de manera eficiente y limpia mediante la implementación de un biorreactor, por el cual se obtendrá biogás y se solucionará el problema medioambiental que generan los purines de las explotaciones porcinas.

Resultado: Como en el caso de Blue Zone, en Internet no hay más información sobre el proyecto Al-Zallaqa excepto que ganó el concurso del GIJ y quedó segundo en el Premio emprendedor EOI.

Opinión: Ojalá alguien me corrija, pero me temo que, al igual que los dos proyectos anteriores, este también quedó en nada.

¿Qué es lo que pasa cuando se le da la casi la misma importancia a la innovación y a la viabilidad? Que los proyectos fracasan.

Montar una empresa es complicado. Se necesita una buena idea, la gente adecuada para llevarla a cabo y mucho, MUCHO TRABAJO. Pero si además de tener que ser viable nos obcecamos en que nuestra empresa sea innovadora, lo único que estamos haciendo es poniéndonos las cosas más difíciles. Porque además de ser sexy, innovar es difícil. Si creas un producto o un servicio nuevo, antes de venderlo, tienes que convencer al mercado de que es necesario, y eso no es ni sencillo ni barato.

¿Mi propuesta? No obsesionarse con innovar. Es mucho más factible montar un negocio que ya esté demostrado que funciona y que tiene un mercado. Montar una pescadería es menos sexy que montar una agencia de alquiler de patinetes ecológicos para ancianos, pero tiene más posibilidades de éxito si eres capaz de destacar sobre la competencia en algún aspecto: precio, calidad, velocidad, servicio, cercanía a los clientes o simplemente entusiasmo.

¡Ojo! No estoy diciendo que innovar sea malo ni que no deberías innovar. Todo lo contrario. Las ideas innovadoras que no siguen las reglas y rompen con todo lo establecido son las que hacen que nuestra sociedad avance. Lo que quiero decir es que innovar (en el sentido de crear algo totalmente nuevo) no es un requisito fundamental a la hora de crear una empresa y que la innovación jamás debería estar por encima de la viabilidad.

Subvenciones:

Una subvención es una cantidad de dinero público que el gobierno concede a los autores de una idea para que la lleven a cabo o a los propietarios de una empresa para lo utilicen en un proyecto concreto. En teoría, este dinero no es a fondo perdido, ya que a la larga reportará beneficios a la sociedad: empleos, crecimiento económico de la región, etc. Aunque la intención de estas ayudas es siempre positiva, muchas veces es contraproducente. ¿Por qué? Porque te distrae de lo más importante: generar beneficios.

El problema de las subvenciones es que te permiten relajarte y dejar lo de ganar dinero "para más adelante." Como tienes pasta, gastas a manos llenas y empiezas a centrarte en aspectos de tu negocio que no son verdaderamente importantes porque no se van a traducir en mayores beneficios. Hasta que llega el día en que el dinero se gasta y todo se viene abajo.

Otra pega de las subvenciones es que normalmente el dinero se recibe a posteriori. Es decir, gastas el dinero -dinero que no tienes y que quizá no necesitas gastar- y más adelante presentas las facturas poder cobrarlo. Eso puede causarte problemas si no planificas bien o por cualquier motivo se retrasa el pago, algo muy común los tiempos que corren.

Importante: no confundir subvención con inversión. Cuando un inversor te presta dinero no lo hace gratis, sino a cambio de una parte de tu empresa que piensa que en el futuro valdrá más de lo que invirtió. Eso significa que va a estar muy pendiente de en qué te gastas el dinero y de cómo progresa el negocio. Por el contrario, para cobrar una subvención, normalmente sólo tienes que demostrar que utilizaste el dinero en lo que estaba estipulado. Da igual si ese gasto no tiene ninguna utilidad ni genera ningún tipo de beneficio en el futuro.

¿Mi propuesta? Pide subvenciones sólo cuando sea ESTRICTAMENTE NECESARIO para poder llevar a cabo tu proyecto. Siempre que puedas, intenta ahorrar recursos y hacer las cosas de la manera más austera posible.

Concursos:

Últimamente, parece que todas las organizaciones tienen su propio concurso de jóvenes emprendedores o de ideas innovadoras. Cada vez son más populares y participan en ellos más personas. En estos concursos, el ganador suele recibir un premio económico para llevar a cabo su idea.

¿Qué tiene eso de malo?

Para empezar, hay muchos, y a todos nos gusta ganar. Eso hace que sea muy fácil distraerse en participar en cuantos más mejor, en vez de trabajar en implementar tu idea. Recuerda: en cualquier empresa, lo primero es hacerla viable, generar beneficios.

Luego está el problema de la masturbación emprendedora, muy común en este tipo de eventos. ¿Cuántas ideas han ganado varios premios y nunca han pasado de eso, de meras ideas? Ganar un concurso es una cosa; montar una empresa, otra muy distinta. Una implica premios, fotos y palmaditas en la espalda. La otra, trabajar duro.

Por último, cuando ganas un concurso, corres el riesgo de que se te suba a la cabeza y te relajes, cuando realmente lo único que has conseguido es ganar un concurso. Y en el mundo de la empresa, tanto si estás empezando como si ya tienes un negocio, relajarse suele ser fatal.

¿Mi propuesta? Antes de presentar tu idea a un concurso, hazte esta pregunta: ¿estás dispuesto a abandonar todos tus otros proyectos y dedicar tus próximos 5 años a hacer realidad tu idea? Si la respuesta no es un SÍ rotundo, mejor que te olvides y le dejes el sitio a alguien que de verdad esté comprometido.

Unas palabras sobre política y economía:

Sé lo que estás pensando ahora mismo; que leyendo mi artículo parece que los únicos responsables de que no se creen más empresas son las personas, cuando el verdadero problema es que no hay crédito y que el gobierno hace que sea muy complicado emprender en España. No te quito la razón respecto a esto último, pero la situación es la que es y no va a cambiar mañana. Por eso, lo mejor que puedes hacer es aceptar la realidad y ver qué se puede hacer con ella.

Quizá no lo sabías, pero estamos en guerra y sólo tienes dos opciones: quejarte de la situación actual y seguir yendo a charlas y cursos toda tu vida, o luchar, empezar algo de una vez y trabajar duro en ello.

Tú decides.


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