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Mátalos suavemente

Publicado el 23 noviembre 2012 por Vicented @Elcineesnuestro

 O el deseo de "matar al padre"

Mátalos suavementeEsta película no es lo que suponías. Si ya la has visto, lo sabes. Si aún no la has visto, lo sabrás pronto. En Mátalos suavemente (Andrew Dominik, 2012) no hay sofisticación narrativa, no hay diálogo ágil, no hay atmósfera absurda. Se puede ver a Scorsese en negativo, a Tarantino en cámara lenta y a los hermanos Cohen asomando tímidamente la cabeza en momentos puntuales.No tiene ni el peso ni la solidez de las líneas maestras del neo-noir - un género más que configurado en sus diversas variantes - pero basa toda su apuesta en una nueva vuelta de tuerca al género cuyo pilar es principalmente alegórico.¿Neo neo-noir? ¿neo-noir crítico? Manierismo sobre manierismo en cualquier caso.
La película es una enorme efigie de una sociedad en crisis, ambientada en una ciudad cualquiera de los Estados Unidos, cuya esencia, sin embargo, es extrapolable a cualquier parte. Es un retrato sórdido de un sistema decadente, cruel y patético que convierte a todo el que no acepta el juego con perspectiva y frialdad en un individuo decadente, cruel y patético.La distancia que separa al púlpito de la realidad, a los dirigentes de los dirigidos, se refleja en la disonancia entre la limpieza del discurso político de Obama y McCain - presente durante toda la película - y la suciedad de la calle. El subterfugio retórico como norma, inundando de forma intencionada todo el metraje. El tratamiento musical contribuye, con ironía certera, a colorear el cuadro. Destacan los momentos musicales "años '50" que envuelven la línea argumental de los rateros.

Mátalos suavemente

Ben Mendelsohn (izda.) y Scoot McNairy (dcha.)

Por otro lado, la trama es exageradamente simple, reducida casi al terreno de la anécdota. No es más que una estructura secundaria, un armazón sobre el que erigir la metáfora. De este modo, no resulta relevante si pillan a los dos desgraciados que asaltan la timba, ni quién lo hace. No interesa mucho si Gandolfini realiza o no su trabajo, o si Pitt cierra el círculo. No importa el devenir, importa la foto fija.Y es precisamente ese órdago el que determina el mérito de la cinta. Si algo ha demostrado la historia del cine es que con mayor o menor repercusión, con mayor o menor acierto, la apertura de nuevas vías narrativas son siempre necesarias. Es preciso superar lo establecido para continuar avanzando. Es valiente pretender reconfigurar un estilo o trascenderlo cuando además se tienen los mimbres para intentarlo. Es arriesgado mostrar la crisis actual a través de un "colectivo" asociado al lujo y el exceso como es el del crimen organizado. Quizás el drama social sería el marco natural para desarrollar este tipo de historias, la pequeña tragedia individual frente a una injusticia global. Y sin embargo Andrew Dominik demuestra que es posible mezclar intenciones, atacando frontalmente las bases de un género que, a priori, nada tiene de crítico y revelando al unísono, de forma sutil y cómica, el ocaso global de nuestra era.
A pesar de ello el resultado es agridulce. No contribuye en nada la promoción que se ha hecho de la película, pues insinúa todo lo que arrebata. Te ofrece a Brad Pitt, mafiosos charlatanes, una chupa de cuero y una recortada. Es decir, vende precisamente aquello que pretende dinamitar.La película puede llegar a derrumbarse porque lo que promete nunca termina de llegar. Un riesgo innecesario teniendo en cuenta que el planteamiento es suficientemente jugoso como para necesitar otros alicientes.Un par de concesiones técnicas de Dominik de cara a la galería sostienen la falsa promesa a la vez que le restan valor a una propuesta verdaderamente audaz. Hay que tener coraje para apostar por el riesgo y sólo por el riesgo, pero no se debe jugar a dos bandas.No obstante es posible que con el tiempo, a medida que la película se vaya desvinculando del entramado comercial y envejezca, se acentúen sus virtudes y se relativicen sus pecados.
Cúpulas del crimen corporativas e invisibles, mercados exprimidos y modestos, botines frugales. Representantes legales fuera de contexto. Yonquis persiguiendo el sueño americano y sicarios con problemas de alcoba y diván de primer orden - la elección de Gandolfini no es casual -.Entre toda la manada se alza la imponente figura del hipnótico cabronazo pragmático al que le gusta matar suavemente y desde lejos. Como al sistema.Sin implicaciones, sin empatía.

Mátalos suavemente

Brad Pitt es Jackie Cogan

Mátalos suavemente

James Gandolfini es Mickey

Mátalos suavemente

Ray Liotta es Markie Trattman



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