Hoy Rodríguez Zapatero escenificará por última vez esa Pasión en que se ha convertido las sesiones de control al Gobierno de los miércoles y que lleva protagonizando años ya, desde aquellos tiempos en que la palabra crisis era tabú e, incluso antes de pronunciarse, ya empezaron a vislumbrarse brotes verdes, sólo a los ojos del Gobierno, claro. Hoy, los brotes verdes llenan las calles (es el color de la protesta de los docentes) y lo hacen a miles, pero no eran esos verdes a los que se referían. En aquel entonces, pensaban que si se negaba lo evidente no sucedería, como la pesadilla de un niño. Ahora, de tanto llamar al lobo, éste está a las puertas soplando y soplando esta casita de ladrillos con desperfectos que nos construimos cuando todo era alegría. Y seguimos brindando entonces durante demasiado tiempo y pidiendo bises a la orquesta de lo mismo, pese a lo escorado de la situación.
Hoy el Gobierno hará balance de una legislatura de pena: casi cinco millones de parados, recortes sociales, democráticos, de libertades y laborales, en un clima de desafección y pesimismo crónico. Todo convertido en escombros por mandato de quienes gobiernan: los malvados mercados, egoístas, manipuladores, chantajistas y especuladores que, como vecinas de patio malintencionadas, revuelven el río en busca de pepitas de oro. Hoy el mensajero recibirá la puya final. Pero no pasa nada: es sólo otra escenificación, un capítulo más de la pesadilla nocturna, una pantomima de realidad. Mañana seguirán los mismos diciendo y haciendo lo mismo: llevar el mensaje de los mercados sin resistencia.