Revista América Latina

Matar el tiempo (II)

Publicado el 30 marzo 2015 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

El preso común que pernocta cerca de mí, me comenta sobre su tío bueno, el enfermo mental que lo llevaba a pasear a la playa los domingos, o todos los días de las vacaciones escolares.

matar el tiempo
El compañero de celda me habla de la peor parte, según el punto de vista que se mire, pues tenía otro tío malo; ese nunca lo sacaba a ningún lado, salvo en contadas ocasiones que le ponía la mochila sobre su espalda y le ordenaba mantenerse alejado y no demostrar que lo conocía.

En el trayecto, se ocupaba de fijarse en los detalles para saber regresar solo.

Una vez que llegaban al lugar, su tío malo entraba a una casa o se acercaba a un grupo de hombres con los que siempre entablaba discusión exigiendo un pago no realizado, o viceversa, otro le encaraba dándole un plazo para saldar una deuda; pero en todas, comenzaba una riña en la que su tío malo aprovechaba el menor descuido para introducir la mano en su mochila y extraer la pistola con la que efectuaba varios disparos, y veía, como en las películas, caer al oponente cubierto de sangre.

Luego, su tío malo le depositaba la pistola en su mochila y le ordenaba regresar a la casa, lo que hacia sin su compañía. Una vez que entraba, su abuela preguntaba por su hijo, a la que le mentía diciéndole que se había quedado en la esquina. Entonces, escondía la pistola en la caja de zapatos acordada y comenzaba a llenarla de libretas, lápices y libros, porque a la mañana tendría que ir a la escuela.

Su tío malo llegaba en la madrugada, cuando su sobrino lo esperaba fingiendo que dormía. Su tío malo le introducía cinco pesos en el bolsillo de la mochila.

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Ángel Santiesteban-Prats

Prisión Unidad de Guardafronteras. La Habana. Febrero de 2015.


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