La fórmula más famosa de Einstein, la de la conversión de materia en energía y viceversa E = m c², no revela cómo es posible que una cosa se convierta en otra, tan sólo hace un balance numérico. Es pues necesario dar el siguiente paso: explicar de forma razonada cómo se hace la transformación; para ello es necesario definir la materia de una forma más sencilla y que a la vez la relaciones con la energía. He aquí la manera más simple y esencial de hacerlo: la materia no es más que energía geometrizada, encerrada en una determinada forma. Desde esta perspectiva lo que ocurre no es una transformación de la materia en energía como sustenta la mirada oficial en estos momentos, sino la liberación de la energía de la forma en la que estaba encerrada o sustentada. Esta mirada al ser más esencial que las actuales facilitará el estudio de la materia, permitiendo todo un segundo “salto cuántico” en la física.
Desde la perspectiva de los Nuevos Paradigmas del Conocimiento, que ponen como base de todo a la conciencia, la energía sería como el barro que la conciencia da forma a través de la geometría, cuando ésta se rompe el barro se libera de nuevo como materia prima. No existe un único modelo de “barro”, sino que atendiendo a la frecuencia a la que vibra puede dar lugar a diferentes energías; de hecho una forma de romper la geometría, el contenedor, es subir la frecuencia de la energía, el contenido; esto es precisamente lo que ocurre en las reacciones termonucleares que alimentan las centrales eléctricas.
Cuando contemplamos una hermosa flor lo que vemos es energía encerrada en la geometría que sustentan los campos morfogenéticos, base de la biología de los Nuevos Paradigmas. Lo que sentimos en ella es el encuentro de dos conciencias: la nuestra y la de la flor, dos conciencias que se expresan a través de la vibración de sus energías y de las hermosas geometrías que las contienen.