Hoy os presentamos al arquitecto chileno Mathias Klotz quien con sólo 46 años se ha convertido en uno de los máximos exponentes de la arquitectura latinoamericana de los últimos años. Con una larga carrera docente tras de sí, este profesional transandino abrió su propio estudio en Santiago de Chile en 1991 al año de licenciarse como arquitecto en la Pontificia Universidad Católica de la misma ciudad.
Desde entonces Klotz ha ido labrándose una trayectoria llena de obras y premios que lo han convertido no sólo en el arquitecto más conocido de su país, sino en un profesional reconocido y admirado internacionalmente más allá del continente americano. De hecho, aunque su mayor producción se localiza en Sudamérica, se pueden encontrar trabajos del chileno en lugares tan dispersos como China, Líbano, o España.
Ha realizado diversos edificios públicos y locales comerciales, pero entre sus obras destacan especialmente las viviendas unifamiliares que, ya desde sus inicios, evidencian las dotes maestras de este innovador y audaz arquitecto.
Su obra se caracteriza por una recurrencia disciplinada a las claves de la arquitectura moderna: geometría simple, rotundas proporciones, sutileza de líneas y figuras precisas y legibles. Ensaya continuamente una forma de aproximarse a la arquitectura por medio de planteamientos rotundos fundados en la preeminencia del volumen.
Esta constancia formal con la que trabaja se plasma mejor que nunca en sus obras primerizas, como en “Casa Kloft” (Chile, 1991), donde la supremacía de la caja es explícita y contrapuesta a la irregularidad de las formas del arenal donde se halla la edificación.
El conjunto de elementos que Mathias Klotz utiliza reiteradamente es breve y conciso debido a su atenta mirada a la continuidad moderna. Los ritmos, proporciones y medidas que dan configuración concreta a sus espacios están –casi siempre- definidos por los productos existentes en el mercado. Las casas están prácticamente moduladas de acuerdo a los materiales que las configuran, como en la “Casa Kloft”, donde el tamaño de la placa de madera contrachapada se convierte en el recurso que define su estructura y especialidad.
Cabe destacar que esta construcción es una casa de vacaciones pensada más como un refugio que como una residencia permanente y, por ello, todas sus instalaciones y mobiliario son básicas reduciéndose a lo indispensable.
En sus proyectos los techos son también un motivo de expresión de la horizontalidad y las cubiertas son una forma de exaltación de la pureza. Asimismo, Klotz enfrenta de idéntica forma la relación con el contexto en sus diferentes trabajos, tanto en las áreas rurales más anodinas como en situaciones de extrema riqueza (acantilados, volcanes, arenales…). Ejemplo de ello es “Casa Once Mujeres” (2007), una residencia de veraneo ubicada en la ladera de un arenal a 160 km de la capital chilena.
La edificación está planteada como un volumen monolítico de hormigón visto que reúne prácticamente todos los elementos de formalidad y austeridad reconocibles en las creaciones del arquitecto.
Una arquitectura sencilla, libre de complejos y ambiciones de genialidad que llevan a otros compañeros del sector a crear edificaciones espectáculo con las que el arquitecto chileno discrepa totalmente. “La mejor arquitectura es la que menos se ve”, asegura Mathias Klotz.