Revista Opinión
Desde hace unos días comenzó la Campaña electoral para las elecciones municipales. No hay nada peor para un proyecto político, sea cual sea, que aburra, que no consiga enganchar con los ciudadanos y ciudadanas hacia los que su mensaje va dirigido. Me aburre volver a ver las mismas pancartas en las farolas, pagadas, al fin y al cabo, con el dinero de todos que revierte en los partidos políticos. Me aburre la ingente cantidad de papel tirado por los suelos. Me aburre el photoshop de los carteles (la alcaldesa de Cádiz parece veinte años menos) y el marketing malo al estilo yanki de las campañas. Me aburren los mensajes vacíos sin nada concreto, más allá de la retórica de la palabrería fina: los que no gobiernan prometiendo lo mejor de lo mejor ...y dos huevos duros. Los que van a ganar y llevan años gobernando se limitan a aplicar el procedimiento al pie de la letra con la tele municipal o regional a su favor. Decía ayer Javier Marias en El País que en algunos lugares da la impresión de que un mero cambio de alcalde haría que se desmoronara todo el entramado económico y laboral de ese lugar. Y de que quienes aún no se han beneficiado de esa tupida red de transacciones sólo aspiran a entrar en ella con un poco de suerte -esto es, gracias a un amigo, un cuñado, una madre o un suegro bien relacionados con el cacique o la caciquesa-, no a que las prácticas corruptas cesen, (...) Los mítines se hacen para nada porque solo van los militantes que sabemos seguro qué vamos a votar y dos perdidos que vienen buscando la cerveza y el plato de paella gratis. El dinero de todo esto se podía evitar sobre todo porque no tiene carácter pedagógico ninguno. Hoy día hay medios tecnológicos precisos y claros que hacen absurda esta parafernalia. Los políticos profesionales, esos que empiezan ya de jovencitos chupando la teta del poder sin haber si quiera terminado su carrera, sean del PP o del PSOE, en su mayoría son gente mediocre que se limita a seguir los argumentarios que le mandan desde el think tank del aparato del partido en Sevilla o Madrid. Cada día más la gente seria se queda en su casa, pasa de meterse en un partido político y mucho menos arriesgarse a meterse en una lista por miedo a que lo confundan con algunos de sus compañeros de viaje. No hay oratoria, no hay la más mínima discusión, todo se limita a ridiculizar al adversario y decir lo bueno que somos. Por eso me aburro, no porque no me interese la política sino porque cada vez vota uno a por lo menos malo sin convencimiento. Me decía ayer un amigo que votaba ultimamente con la nariz tapada pero que esta vez lo haría con máscara anti-gas. No me extraña, el desencanto es tal que la abstención se dará probablemente de forma intencionada, como una expresión política. Bueno lo siento porque sé que nada se puede generalizar y que en todos los partidos hay gente sensata y comprometida, desinteresada y honrada, lo siento de verdad, pero me aburro... Además les adelanto que la noche post-electoral todos habrán ganado y los secretarios locales que hayan perdido estrepitosamente en su ciudad o en su pueblo no dimitirán, lo ascenderán a algún carguito de la Diputación, la Junta, o lo que vaya quedando de parcelita, según el partido de que se trate.