Revista Cultura y Ocio

Me la dejo puesta

Por Aceituno

Hoy he tenido un día raro, de esos que uno no sabe cómo definir porque son, simplemente, una montaña rusa emocional que te lleva desde el paraíso al infierno y desde el infierno al paraíso. Los que hayáis tenido días así sabéis perfectamente a lo que me refiero. Es difícil de describir, como si cada hora, o cada minuto incluso todo diese un vuelco de 180 grados y lo que te parecía blanco hace un momento te parece negro ahora.

Pero bueno, lo mejor es pasar página y hacer como que la vida sigue. Ya hemos hablado antes de este tema, pero hoy necesito recordarme aquello de que a veces la felicidad consiste en saber fingir un poco, en pretender que uno está bien aunque no lo esté, de modo que eso hago yo ahora mismo, me pongo la sonrisa de los miércoles y nada más hacerlo me siento muchísimo mejor, porque la sonrisa de los miércoles es diferente a la sonrisa de los martes y de los jueves. Es una sonrisa como más… no sé, como más miércoles. En ocasiones no existen palabras para describir lo que sentimos. O, al menos, yo no las encuentro.

Recuerdo que cuando era pequeño y estaba todavía en el colegio, en enseñanza primaria, los días de la semana para mí tenían que ver, simple y llanamente, con las comidas del comedor escolar. Eso era suficiente para definirlos. Luego, a medida que fui creciendo, la cosa se fue complicando y empezaron a entrar en juego factores más densos como las asignaturas que había cada día (y por tanto los profesores que las impartían). Ahora estoy en un punto en el que no tengo dónde agarrarme para otorgar un sentido a cada día de la semana. He aprendido que cada día depende exclusivamente de sí mismo y de sus circunstancias para que signifique una cosa u otra. Esto resulta estupendo en términos de filosofía de vida, pero era mucho más cómodo cuando los martes significaban arroz y los jueves lentejas.

Y es que para mí siempre ha sido más importante la comodidad que la estética, qué le voy a hacer. Siempre he sido un poco Sancho Panza en ese sentido y no concibo que exista una forma más cómoda de hacer las cosas y yo no la aplique. Toda mi vida he vivido con eso totalmente presente. A lo mejor también influye el hecho de que soy un hombre y por lo general las mujeres prefieren lo estético a lo cómodo, no lo sé, el caso es que así soy yo.

Y así, divagando por senderos más sinuosos que otra cosa, sigo con mi sonrisa de miércoles en el rostro. Y hasta mañana no me la quita nadie. Ni hablar. Me la dejo puesta que para eso es mía. Hoy os he traído unas imágenes de Madrid. No tienen nada de especial, bueno, sí: que las tomé yo.

Bromas aparte son imágenes cotidianas de un día cualquiera en la ciudad, unos cuantos lugares que llamaron mi atención, nada más que eso.


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