Revista Psicología

Me odio, ¿cómo dejar de odiarse?

Por Mundotlp @MundoTLP

Si te llama la atención el título de este artículo, Me odio, y te preguntas cómo es posible que alguien pueda llegarse a odiar a sí mismo, tienes que saber que estás en franca minoría. Supongo que te sorprende porque nunca lo has sentido. Sin embargo, la realidad es que el odio a uno mismo es un sentimiento muy extendido en nuestra sociedad según han constatado en sus trabajos de investigación el psicólogo Robert Firestone y su hija Lisa, también psicóloga.
odio, ¿cómo dejar odiarse?
Es cierto que la mayoría de las veces preferimos usar eufemismos o expresiones menos fuertes como baja autoestima o mal concepto de uno mismo para referirnos a esa animadversión que tenemos contra nosotros mismos, pero estos investigadores aseguran que la mayoría de las personas, en alguna ocasión, ha sentido un fuerte odio por sí mismo y que, en general, nos tratamos muy mal a nosotros mismos.Si tenemos en cuenta la gran cantidad de pensamientos exageradamente autocríticos que se nos pasan por la mente cada día, es fácil comprender hasta qué punto la frase “tú mismo puedes ser tu peor enemigo” refleja la realidad. Este aluvión de pensamientos demasiado autocríticos nos limita en todos los ámbitos de nuestra vida: socava nuestra confianza, sabotea nuestras relaciones, arruina nuestra carrera profesional, boicotea nuestros proyectos…Según el estudio Chicas reales, presión real de la Fundación Dove realizado con 3.000 chicas de entre 8 y 17 años en los Estados Unidos, siete de cada diez niñas adolescentes creen que no dan la talla como estudiantes, sienten que han decepcionado a sus padres o les disgusta profundamente su cuerpo. Este estudio también constató que tres de cada cuatro chicas con un bajo autoconcepto terminaron materializando esa rabia que sentían por la disconformidad con su apariencia, su físico o sus relaciones familiares en trastornos alimentarios, autolesiones, acoso escolar, consumo de alcohol o drogas.

El desalentador “me odio” y la voz crítica interior

Se podría pensar que este pensamiento extremadamente crítico con uno mismo es propio de la adolescencia, una época de grandes cambios tanto biológicos como psicológicos. Sin embargo, como resultado de sus trabajos de investigación con mujeres y hombres de todas las edades y diversas procedencias, los psicólogos Lisa y Robert Firestone han llegado a la conclusión que la mayoría de las personas tiene una percepción muy negativa de algún aspecto de su vida. La lista de crueles autocríticas suele ser larga: “Estoy gorda”, “soy un fraude en mi trabajo”, “no soy una persona en la que confiar”, “no soy honesto si hay dinero de por medio”, “no me gusta mi cara”, “odio mi vida”, “me odio con toda mi alma”, etc.Incluso las personas que gozan de reconocimiento en su medio laboral y social, que cuentan con una buena imagen entre sus amigos y que mantienen unas sanas relaciones afectivas con su familia y su pareja, albergan pensamientos autocríticos muy duros.Por tanto, el pensamiento recurrente de “me odio” es más habitual de lo que se piensa. Además,estas creencias tan negativas de uno mismo no disminuyen a medida que envejecemos, sino que se mantienen a lo largo de nuestra vida.Para los doctores Firestone, en el interior de toda persona convive un “yo real”, que tiene su origen en la aceptación de uno mismo, y un “anti-yo”, que se alimenta de lo que uno rechaza de sí mismo. Este “anti-yo” se manifiesta a través de una “voz crítica interior” que se dedica a desalentarnos en cualquier actividad que queramos llevar a cabo. Esta voz crítica interior es manipuladora y trata de influirnos negativamente en todas nuestras vivencias. Si pretendemos alcanzar un objetivo personal o profesional, la voz crítica interior nos repetirá machaconamente: “No lo vas a lograr, tú no vales lo suficiente como para conseguirlo”. Si logramos nuestra meta, la voz crítica seguirá tratando de desmoralizarnos: “Esto no puede durar mucho. Seguro que al final todo saldrá mal”. Si alguna persona muestra afecto por nosotros, nuestro ‘amable’ enemigo interior no cejará en descorazonarnos: “Esta persona no puede ir con buenas intenciones. ¿Por qué habría de fijarse en ti? ¡Cómo se va a enamorar de ti si no destacas en nada!”.Como esta voz crítica interior actúa como una chicharra incansable y está tan incrustada en nuestro pensamiento, muchos de nosotros llegamos a creer que nos está describiendo la realidad objetiva y aceptamos de forma acrítica las ideas que va grabando en nuestra mente a fuerza de repetirlas.

¿Por qué me odio a mí mismo?

Este sentimiento de odio contra uno mismo se origina en las experiencias de rechazo vivido en nuestros vínculos afectivos, sobre todo, de la infancia. La manera en que una persona se trata a sí misma proviene principalmente de dos influencias:

  •  1.- Cómo nos vieron los padres u otros cuidadores influyentes en la infancia
Nuestra autopercepción está muy influencia por cómo nos vieron nuestros padres u otras personas muy cercanas de las dependíamos en los primeros años de vida. El ser humano aprende a verse y a tratarse como fue visto y tratado en los primeros momentos. Así, si sus actitudes hacia nosotros eran de rechazo, de igual modo construiremos la imagen que tengamos de nosotros mismos, ya que las actitudes negativas dirigidas contra los hijos terminan siendo interiorizadas por éstos.Por el contrario, las actitudes sanas y de refuerzo a las que estuvimos expuestos durante los primeros años de nuestra vida por parte de nuestros padres y cuidadores reforzaron nuestra autoestima y la confianza en nosotros mismos.Imaginemos, por ejemplo, que nuestra madre, estresada por un montón de obligaciones como ama de casa y trabajadora fuera del hogar, tuviera poca paciencia y nos dijera con frecuencia: “Siempre estoy llegando tarde por ti, es que no te puedes dar más prisa”, “eres un niño muy perezoso”. Frases que probablemente irían acompañadas de suspiros de molestia y miradas de decepción. Seguramente esta percepción de uno mismo como holgazán o inútil sería procesada emocionalmente tal cual por el niño que éramos sin analizar las circunstancias marcándonos nuestra autopercepción.Si, por ejemplo, como reacción a nuestras travesuras, nuestro padre nos gritase fuera de sí: “¡Eres muy malo, lo peor, de la misma piel del diablo, solo me haces sufrir!”; muy probablemente esto es lo que uno grabaría a fuego en su mente, que eres una mala persona, que no merece ser querida por otra. Porque es casi imposible que, siendo niño, uno cayera en cuenta que el enfado paterno tenía más que ver con que nuestro padre venía cansado del trabajo y estaba frustrado por un jefe avasallador.Por supuesto que no se trata, a estas alturas, de buscar culpabilidades. Ser padre o educador es extremadamente difícil. Lo importante es darse cuenta de las vivencias infantiles que están condicionando nuestro presente como adultos y, en la medida de lo posible, restañar esas heridas emocionales de la infancia. Es precisamente nuestra voz crítica interior la que se nutre de todas estas experiencia dañinas y que, de una forma u otra, nos las recuerda constantemente.

  • 2.- Cómo se veían a sí mismos nuestros padres u otros cuidadores influyentes

Las actitudes de los propias padres para consigo mismos también se transmiten a los hijos. Aunque muchos adultos tienden a pensar que los niños están ocupados con sus juegos y que no se dan cuenta cómo se sienten sus padres, la realidad es que los niños sí se sienten muy afectados por la manera en que sus progenitores se refieren a ellos mismos. En el estudio sobre baja autoestima en las adolescentes citado antes, más de la mitad de las chicas confesaron que tenían una madre que se criticaba a sí misma con mucha frecuencia y con dureza. Cuando un padre dice de sí mismo que se siente fracasado, que no está satisfecho con su propia vida o se mira al espejo con disgusto, lo que haciendo es servir de modelo (“me odio”) en la manera en que sus hijos se van a percibir a sí mismos en el futuro.

Cómo el odio a mí mismo condiciona mi vida

Si una persona ha interiorizado que no es digna de ser querida por otra, porque así se lo hicieron ver las personas de las que dependía afectivamente en su infancia (“Nadie te va a querer”), es muy probable que, de una forma no consciente, tienda a buscar parejas que no la valoren y que incluso la humillen. Se produce así, por tanto, la ‘profecía autocumplida’: “No te quieren, te vejan o te maltratan, porque no vales nada”, nos susurrará al oído nuestra voz crítica interior.Es más: tras unas cuantas malas experiencias amorosas, nuestra voz crítica interior tratará de disuadirnos de conocer a alguien que nos ame y con el que compartir nuestra vida. “Vas a estar mucho mejor solo/a. Si total todos/as los/as hombres/mujeres son iguales”, deslizará.Y ahí estará nuestra voz crítica interior para socavar nuestra confianza cada vez que conozcamos a alguien. Incluso si uno sigue los dictados de la voz crítica interior y se recluye en casa y se aísla de los demás, nuestro ‘querido’ enemigo no desperdiciará la menor oportunidad para espetarnos: “Estas solo/a. No tienes ningún amigo de verdad ni nadie que te quiere. Eres un auténtico fracaso”.La voz crítica interior es poderosa y, si no la atamos en corto, no parará hasta minar por completo nuestra autoestima y boicotear nuestra vida afectiva, laboral y social.

Cómo dejar de odiarse a uno mismo

Para liberarnos de esa voz crítica interior que pretende hacernos la zancadilla en cuanto tiene ocasión, los psicólogos Lisa y Robert Firestone proponen en sus obras The Self under siege yConquer your critical inner voice un plan de cuatro etapas que nos llevará a dejarnos de odiar a nosotros mismos y empezar a aceptarnos. Los cuatro pasos para diferenciarnos de nuestra voz crítica interior y romper con ellas son los siguientes:

  • 1.- Comprender por qué me odio a mí mismo y cómo he interiorizado este pensamiento negativo

El primer paso consiste en darse cuenta que uno no es su voz crítica interior. En realidad hay que considerarla con un alien que las vivencias más negativas de nuestra infancia y que no supimos asimilar por nuestra corta edad nos ha incrustado en nuestro interior. Pero nosotros no somos nuestra voz crítica interior. Ella es despiadada, rencorosa y manipuladora. Y quiere lo peor para nosotros. Por tanto, es necesario comprender cuál es el origen del desalentador “me odio” y de esos otros pensamientos negativos, y qué acontecimientos los fueron alimentando. Asimismo, es importante desafiar a nuestra voz crítica interior y resistirse a las conductas autodestructivas o de riesgo que nos impulsa a realizar.

  • 2.- Reconocer cuáles son los modelos negativos que hemos seguido sin darnos cuenta

Para diferenciarnos de ella, necesitamos reconocer en los ecos de nuestra voz crítica cuáles son las actitudes negativas y dañinas que hemos copiado de nuestros padres o cuidadoresde los que dependíamos en nuestra infancia. Si no hacemos este trabajo de introspección personal y no tratamos de desalojar de nuestra mente a esa odiosa criatura, es muy posible que nuestra voz crítica interior también intente extender sus largos tentáculos y su efecto dañino impacte en nuestros propios hijos, de manera que el ciclo de auto-odio se retroalimente de generación en generación.Supongamos que nuestro padre, madre o cuidador influyente tenía un carácter muy autoritario y exigente en todos los ámbitos (exigencias académicas, deportivas, de conducta, etc.) de modo que lograra lo que uno lograra siempre era insuficiente. En este caso, sería necesario que uno valorase hasta qué punto la propia autoexigencia es razonable o es una forma de torturase a uno mismo que ha sido interiorizada de forma acrítica.En este caso la animadversión hacia uno mismo provendría de un gran sentimiento de frustración al no lograr (porque es imposible) unas expectativas inalcanzables que nos han impuesto y que nosotros hemos hecho nuestras sin valorar nuestras posibilidades de una forma realista. Asimismo, uno se odiará a sí mismo por no ser como debería ser para ser amado por las personas a las que les hemos otorgado un papel afectivo relevante.Del mismo modo, sería positivo analizar si esas actitudes autoritarias impuestas se han reproducido fielmente en la educación de los hijos o, si por el contrario, nos han llevado a un modelo de educación absolutamente opuesto, en el que se ha consentido todo a los hijos. En cualquier caso, la pregunta clave es: ¿es mi verdadero yo o es mi voz crítica quien está llevando el control de mi vida?
  • 3.- Reconocer los mecanismos de defensa que hemos armando frente al daño emocional

A veces nuestra incapacidad para asimilar adecuadamente el rechazo experimentado en nuestros vínculos afectivos, en especial del padre o de la madre, nos puede llevar a odiarnos a nosotros mismos como reacción al odio que sentimos por ellos. Y esto es así porque a menudo los seres humanos optamos por dirigir contra nosotros mismos la agresividad que tenemos contra otros. El “me odio con todas mis fuerzas” es en realidad un “odio a mis padres”, que permanece reprimido.Otras veces, las vivencias de rechazo que no hemos sabido procesar emocionalmente pueden habernos llevado a construir toda una estrategia de protección que domina nuestra vida. Así, por ejemplo, si de pequeños nos hemos sentido maniatados por el exceso de control de nuestros padres o de los cuidadores influyentes, es muy habitual que, ya de adultos huyamos de todo compromiso sentimental y que nos sintamos más cómodos aislados de los demás. En este sentido, sería positivo preguntarse: ¿hasta qué punto el aislamiento y la soledad han sido elegidos por mí?

  • 4.- Encontrar los propios valores que den sentido a tu vida

Una vez que hayamos identificado nuestra voz crítica interior, que hayamos comprendido, sin culpabilidades ni culpables, cómo han sido las relaciones con nuestros padres y otras personas significativas, y cuáles han sido nuestros mecanismos de defensa, necesitamos dar un último paso:¿qué queremos para nuestra propia vida? ¿Cómo la queremos vivir?En la medida que logremos librarnos de nuestra voz crítica interior y del incesante bombardeo destructivo del “me odio” y “odio mi vida”, estaremos más cerca de conocer nuestro auténtico yo. Y si nos respondemos a nosotros mismos, con honestidad y sinceridad, sobre cómo queremos vivir nuestra vida, será más fácil decidir qué acciones tenemos que llevar a cabo. A partir de ese momento y de esa decisión, podremos dejar de sentir odio por nosotros mismos y viviremos una vida más plena.

http://elmundotlp.blogspot.com/es

Volver a la Portada de Logo Paperblog