Ese sentimiento en la boca del estómago que nos invade cuando no podemos hacer todo lo que queremos o necesitamos Y ser madres perfectas al mismo tiempo se llama: ¡sentimiento de culpa! Como sufrimos las madres de este mal… Que alce la mano la que no lo haya sentido.
Es una sensación que me asalta constantemente por muchos motivos: que si no soy una madre tipo Martha Stewart que es una experta cociendo, tejiendo, limpiando, que hace todo a mano, que no tiene una sola mancha en su casa. O que no tengo una carrera súper exitosa en la que soy una profesional bien reconocida e importante o que no tengo el cuerpo perfecto y no me visto a la última moda. En fin, hay tantos estándares por los que me mido constantemente que son ridículamente altos e imposibles de alcanzar y que por ende me causan culpa que hoy he decidido simplemente darme un descanso y perdonarme por esas cosas que no puedo ni debería querer alcanzar.
Hoy me perdono por:
- Gritar ocasionalmente: hay momentos en los que he reaccionado incorrectamente, en los que una palabra amable seguramente hubiera funcionado mejor que un grito pero somos humanos y a veces es bueno simplemente GRITAR lo que necesitamos. Me perdono por no siempre tener el control.
- No mantenerme en contacto con las personas que amo: Odio el teléfono. Quien me conoce sabe que rara vez llamo a alguien. Mi papá, mis hermanos, mis amigos se quejan y yo me siento culpable PERO no les llamo. Quizá deba tratar un mensaje de texto o un correo electrónico. Me perdono por no usar el teléfono.
- Poner mi trabajo antes que mis hijos: Hay momentos en los que me encierro en el basement con mi computador e ignoro las necesidades de mis hijas o no las escucho porque tengo que terminar algún proyecto y luego me siento fatal por no haber estado 100% ahí cuando me necesitaban. Me perdono por hacer de mi trabajo la prioridad.
- Poner mis hijos antes que mi trabajo: Cuantas veces he dejado un proyecto al lado para escuchar las historias de Natalia, ver el último logro de Isabella, llevarlas de paseo o de compras. Luego me siento fatal porque sé que tengo un proyecto que terminar, un cliente esperando. Me perdono por hacer de mis hijos la prioridad.
- Por no planchar la ropa de Oscar a tiempo: se pone una camisa diferente todos los días, tiene más de 30 y se acumulan… Me atormenta pero muchas veces no tengo tiempo de plancharlas y el pobre termina planchando la camisa antes de irse a trabajar y me siento fatal porque es mi labor que tenga camisas planchadas en su closet. Me perdono por no planchar.
- Usar el televisor como medio de distracción: Cuantas veces le he pedido a Natalia que vea televisión un ratico mientras acabo esto o aquello y ahora he dejado a Isabella 10 o 15 minutos viendo Baby Eistein mientras arreglo la cocina y luego pienso que no deberían ver televisión. Deberían estar haciendo algo productivo o educativo. Me perdono por usar el televisor como una niñera.
- No querer jugar: no tengo dos años no quiero jugar constantemente, no quiero ver videos de adolescentes en YouTube todo el día y no quiero tener sexo todos los días. Muchas veces no quiero hacer lo que Natalia, Isabella y Oscar quieren y me siento fatal. Me perdono por decirle que NO a mi familia.
- No tener una casa inmaculada: por todo el polvo, maleza, plantas muertas, crema de dientes en el lavamanos y el espejo, la comida en el suelo de la cocina, la alfombra sucia, la ropa sin doblar, la mugre detrás de la nevera, los pantalones y camisas con rotos y sin botones, las medias nonas, los zapatos sucios o pequeños. Me perdono por no ser perfecta.
Me perdono por todas estas cosas y las cientos de más que me atormentan todo el día. Y punto…
Y tú, ¿por qué te perdonas?