Medianoche en París es la mejor película que Woody Allen filmó en los últimos años. De un solo soplido, barre con el sinsabor que Que la cosa funcione generó en algunos espectadores, y con los diagnósticos de algunos críticos sobre la decadencia del cineasta neoyorkino. Por otra parte, Gil Pender es el mejor papel de Owen Wilson, que sorprenderá a quienes lo menosprecian por conformar el llamado “The frat pack“, una suerte de hermandad que nuclea a su hermano Luke, Will Ferrell, Jack Black, Vince Vaughn, Ben Stiller y Steve Carell.
El público francófilo y por supuesto los galos sucumbirán (habrán sucumbido) no sólo ante las postales con las que se inicia el film sino ante las palabras que el protagonista le dedica a París, y que provoca en Adriana (la seductora Marion Cotillard) el elogio “usted es un poeta”. Por si esto fuera poco, la tantas veces promocionada participación de Carla Bruni también aporta lo suyo, más allá de la opinión que pueda despertar su esposo Nicolas Sarkozy.
[En el peor de los casos, imaginemos que la intervención de la Primera Dama francesa habrá agilizado la burocracia que suele complicar la filmación de exteriores en toda producción cinematográfica].
La admiración de Allen por la ciudad de las luces se expresa a través de la fotografía de Johanne Debas y Darius Khondji, a través de su alter ego Gil, a través de los compatriotas que lo precedieron y que también son los grandes homenajeados en este largometraje: Scott y Zelda Fitzgerald, Ernest Hemingway, Gertrude Stein, T.S. Elliot, Cole Porter, Josephine Baker (el director les rinde igual tributo a artistas no-estadounidenses que también adoraron la capital francesa: Salvador Dalí, Pablo Picasso, Luis Buñuel entre otros).
París inspira a Woody a tal punto que le devuelve las ganas de jugar con el hechizo de las doce campanadas y de fantasear con una ruptura espacio-temporal, como cuando hizo las inolvidables Zelig y La rosa púrpura del Cairo. Los espectadores nos identificamos enseguida con el personaje que encarna Wilson (hasta lo envidiamos un poquito) y disfrutamos de las caracterizaciones a cargo de Tom Hiddleston, Alison Pill, Corey Stoll, Kathy Bates, David Lowe, Yves Heck, Sonia Rolland, Adrien Brody, Marcial Di Fonzo Bo, Adrien de Van.
Medianoche… también propone una reflexión sobre la idealización que a veces hacemos del pasado en detrimento de un presente que no comprendemos del todo, y que por lo tanto nos resulta incompleto, deslucido, frustrante. Aunque se sabe melancólico, Allen elige reivindicar el hoy como única instancia realmente abierta al cambio (que, dicho sea de paso, depende de nosotros).
Tal vez éste sea un mensaje de aliento para sus compatriotas. No precisamente para aquéllos representados por los futuros suegros del protagonista o por el pedante Paul sino para quienes, como Gil, encuentran consuelo patrio en el espíritu lúcido, pasional, comprometido de figuras como los Fitzgerald, Hemingway, Elliot y Stein.
En sintonía con Porter, Allen también dice “Let´s do it”, y sin dudas nos conquista y entusiasma. En nombre del amor, del presente, del cine, de París, y quizás por los norteamericanos excepcionales que valieron y valen la pena. Que los hay, los hay: mírenlo sino a nuestro querido Woody.