Llevo un tiempo pensando si hablar de mi experiencia con la medicación psiquiátrica o no porque es algo muy complejo. Al final he decidido contarla para darle cierto cierre al asunto ya que cuando comencé con los antidepresivos lo conté y también he hablado de las subidas en la medicación tras los ingresos y de cómo cumplí dos años bajo medicación.
AVISO:
Este artículo habla sobre mi experiencia personal con distintos tipos de medicación psiquiátrica. Puede que la experiencia de otras personas con otras patologías sea distinta. En cualquier caso las decisiones sobre tomar o no medicación deben estar guiadas siempre por un profesional de la salud. Por favor no dejes de tomar tu medicación de forma unilateral sin avisar a un profesional para que pueda ayudarte y guiarte.
Tomar medicación psiquiátrica, el comienzo.
Antes de llegar al diagnóstico de depresión postparto en 2017 y que me recetaran mis primeros antidepresivos ya había tomado pastillas anteriormente. Cuando tenía 17 años, antes de pasar por selectividad tenía mucha ansiedad y problemas para dormir por lo que acabé con una receta de ansiolíticos por parte de mi médico de cabecera.
Personalmente creo que fue una mala idea por parte de mi médico de cabecera recetarme aquellas pastillas sin pasar por un profesional de la salud mental ya fuera psiquiatra o psicólogo porque venía con problemas más allá de esa ansiedad que él vio en consulta.
Acabé pasando por esos profesionales al final, pero podría haber marcado una diferencia importante si me hubiera derivado antes de medicarme.
La psiquiatra que me vio en 2017 me hizo la prescripción de antidepresivos tras 10 minutos de consulta, tuve que pelear un poco con ella para que no me echara de la consulta sin decirle que tenía un bebé de un año que aún tomaba teta y quería continuar con la lactancia. Fue difícil pero con la ayuda de la app de e-lactancia conseguimos encontrar un antidepresivo adecuado.
Tardó 3 meses en derivarme a terapia psicológica, pero durante ese tiempo me fue aumentando la dosis de antidepresivo porque yo seguía igual. El comienzo de la terapia psicológica fue complicado porque no encajé a la primera con el profesional al que fui y tuve que probar otras opciones. Con cada cambio había que volver a explicar la historia y me desgastaba mucho, pero estaba convencida de que entre la medicación psiquiátrica y la terapia me iba a curar.
Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida por Lucy chibimundo (@chibimundo) el 20 de Oct de 2018 a las 11:57 PDT
El punto de no retorno.
En 2018 conseguí trabajo y me puse muy contenta. Empecé con muchas ganas pero poco a poco se me hizo cuesta arriba. Las tareas diarias me suponían mucho esfuerzo y cada vez tenía más ansiedad. Al mes y medio de comenzar tuve una lipotimia debido a las veces que iba al baño. Fui al médico de cabecera para que me diera algo para que mi estómago funcionara bien y salí con una baja de la cual no volví. Tras esto empecé a ver a una psiquiatra por la seguridad social que me subió la medicación.
Tres meses después de la baja acabé ingresada por primera vez en un hospital psiquiátrico. Estaba barajando muy seriamente la opción de suicidarme en aquel entonces. Fueron momentos duros para mi y mis seres queridos. Salí con un diagnóstico de TLP y más medicación pautada.
Después de aquello me propuse seguir todas las indicaciones que me habían dado:
- Tomar la medicación como un reloj.
- Me apunté al gimnasio para hacer deporte.
- Escribía mis pensamientos y sentimientos.
- Iba a mis sesiones de terapia.
Parecía que todo iba genial, al menos por fuera. Me esforcé muchísimo para que la gente no se preocupara. Una de las peores cosas cuando estás en esta situación es saber que los demás están esperando alguna señal de mejoría. Quieren que mejores, y tú también, pero no es fácil.
Más medicación psiquiátrica cada vez.
En Enero había sacado adelante el crowdfunding de Elijo el arcoiris. ¡Iba a publicar un libro! Me decidí a ir a algunos eventos literarios para conocer autoras que me habían impulsado a escribir en persona.
Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida por Lucy chibimundo (@chibimundo) el 14 de Ene de 2019 a las 7:33 PST
Empecé fuerte el año y caí aún más fuerte. Ahí vinieron el segundo y tercer ingresos psiquiátricos y salí con más medicación.
De hecho mis padres me visitaron en el ingreso en el hospital público, del cual no he contado gran cosa y me dijeron tiempo después que daba miedo porque estaba medio grogui. Yo sinceramente lo pasé fatal aquella semana y pedí el alta estando aún mal. Se hizo muy evidente cuando una semana después del alta ya estaba de vuelta ingresada, esta vez por lo privado.
Durante todo ese tiempo los profesionales no hicieron más que aumentar la medicación psiquiátrica que tenía pautada. Cambié de antidepresivo varias veces y en el último ingreso me dieron algo más fuerte porque ya había terminado con la lactancia.
La verdad es que no veía mejora. Yo ponía de mi parte y cumplía con lo que me decían. Tomaba la medicación, iba a terapia… y no ocurría nada. Es muy desolador encontrarse en esta situación porque no sabes cuándo acabará y sientes que nada de lo que haces importa.
Efectos secundarios de la medicación psiquiátrica.
A la vez que no sentía que hubiera ninguna mejoría tenía que sufrir los efectos secundarios de la medicación. Porque no olvidemos que este tipo de pastillas no son inocuas.
Al principio no notaba que me afectaran en mi día a día pero luego poco a poco empecé a ver cambios. Según subían las dosis y cambiaban de tipo ocurrían unas cosas u otras.
En cierto momento pasé por ciertos brotes psicóticos, así que me dieron antipsicóticos. Yo jamás había pasado por algo así. Nunca. En toda mi vida. Y de repente tenía la sensación de estar vigilada. De que había alguien al otro lado de la puerta de casa. Sentía que no estaba segura, que me iba a caer por la ventana si me acercaba suficiente.
Esa fue una de las peores temporadas que he pasado porque ya estaba mal con mis problemas emocionales y aquello solo me ponía más trabas. Imaginad lo que era cuidar de Loki en aquellos momentos. Me sentía totalmente inadecuada como madre. Pensaba que podía ponerle en peligro, aunque nunca lo estuvo, pero tenía miedo de mí misma. No me fiaba.
Además sentía que no hablaba correctamente. Mi mente iba por un lado y mi lengua por otro. En las situaciones sociales estaba como desacompasada en las conversaciones. La mayoría de las veces sentía que era como una actriz interpretando un papel. Tenía tanta ansiedad en esos momentos que no podía ser yo misma.
Por temporadas gané peso y perdí peso. También tuve mareos y dolores de cabeza. A veces me daban migrañas. La regla se descontroló… No todo se debería a la medicación, pero supongo que nunca sabremos cuánto.
Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida por Lucy chibimundo (@chibimundo) el 16 de Ene de 2019 a las 12:36 PST
El momento de dejarlo.
En verano de 2019 se me olvidaron algunas tomas pero no me sentí peor y pensé en dejar las pastillas por mi cuenta. Suspendí por completo todas las tomas de forma unilateral, sin avisar a ningún profesional de la salud ni tampoco a mi marido o amigos. Pensé que no iban a estar de acuerdo así que lo hice a mi manera.
Obviamente tuve un rebote brutal de efectos secundarios. Así que, aunque sea solo por creer en mi experiencia, no lo hagas.
Estuve con dolores variados, angustia, las emociones se me hicieron doble montaña rusa… aguanté unas tres semanas así y me dije a mí misma que esto no podía ser. Volví a tomar la medicación tal como me la habían pautado y pedí cita con la psiquiatra para avisarle de que quería dejarla.
Me costó llegar al acuerdo con la doctora porque insistió en que era muy importante para la recuperación. Yo quería dejar las pastillas porque sentía que ya no era yo misma. Ella me dijo que era como si tuviera una escayola y me ofrecieran unas muletas para andar y no las quisiera usar. Entonces le dije que hasta las muletas hacen llagas en las manos y quizás quería ir más despacio pero sin heridas.
Finalmente pautamos descenso de la medicación poco a poco y a principios de 2020 no tomaba nada en absoluto. Adiós a:
- Antidepresivos.
- Antipsicóticos.
- Ansiolíticos.
- Hipnóticos.
Poco a poco empecé a “despertar” de un estado de disociación en el que había permanecido durante meses. Empecé a ir a terapia con menos días entre sesiones y seguía viendo a la psiquiatra para que viera mi evolución.
Entonces llegó el coronavirus.
Desde que el virus llegó a nuestras vidas la cosa ha sido complicada. Nos adaptamos a la realidad del confinamiento como pudimos. Yo me alegro de haber dejado la medicación y haber despertado poco antes. Sufrí algún ataque de ansiedad, sobre todo al principio. Salir y ver a todo el mundo con mascarillas y guantes era un shock muy grande.
Con la desescalada y el salir al mundo con virus volví a tener ansiedad. Hablé de nuevo con la psiquiatra y me daba mucho miedo que me dijera de volver a medicarme. Al final me pautó ansiolíticos pero a una dosis muy baja (comparado con las que llegué a tomar). Ahora estoy tomando solo eso y la verdad es que me está ayudando mucho en situaciones sociales.
No me niego por completo a la medicación psiquiátrica pero creo que a mí personalmente no me sentó bien. Quizás si la hubiera tomado de otra manera… con otras indicaciones o seguimiento habría sido diferente. Creo que en un principio los antidepresivos si me hicieron bien pero en algún momento dejó de funcionar para mí.
Ahora me siento mucho más yo. Sé que tengo mucho trabajo por delante tanto a nivel psicológico con mi terapeuta como con otros profesionales de la salud. Al dejar la medicación y con el confinamiento cogí mucho peso por lo que estoy viendo a una endocrina y una nutricionista para gestionar este tema.
Sigo teniendo trastorno límite de la personalidad, pero no hay medicación que me vaya a curar eso, así que esta es mi decisión vital.
¿Y tú? ¿Cuál es tu experiencia con la medicación psiquiátrica?