Revista Espiritualidad
El próximo fin de semana del 23 al 25 de octubre tendrá lugar el VI Congreso de antropología, psicología y espiritualidad, titulado MEDITACIÓN Y CONTEMPLACIÓN, al que tendré el privilegio de asistir. Dado el tema perentorio que aborda, y su importancia en un momento histórico como es el actual, en el que el ser humano está sediento y hambriento de Soma, de agua de vida o de la comida de los dioses; es decir, de la única comida y bebida que puede calmar el estado de indigencia espiritual en que se encuentra el hombre occidental, me gustaría hacer algunas reflexiones sobre los diferentes medios que tradicionalmente se han utilizado para poner al hombre en contacto con lo trascendente.
Hace algunos años escribí un libro, titulado La hermandad de los iniciados, inspirado en los temas que se abordarán en el congreso. En dicho libro expresaba la idea de que la meditación, la contemplación, la participación en un ritual -como, por ejemplo, una misa-, la lectura de los textos sagrados, la contemplación de imágenes simbólicas, el análisis e interpretación de los sueños o la imaginación activa son medios para cuidar, cultivar, desarrollar y relacionarse con la profundidad. Esta profundidad recibe muchos nombres: Espíritu de las Profundidades, Espíritu Santo, Misterio, Dios, Destino, Estrella, Providencia, Abraxas, Daimon o genio o Sí-Mismo (Atman) son solo algunos ejemplos.
El título del libro, de hecho, hace alusión a otro modo a través del cual se puede trabajar en la consecución de la propia vocación: la reunión con una comunidad de compañeros o amigos para compartir la relación y el trabajo con la profundidad, y/o el silencio.
Así mismo, la Comunidad, en el libro, está regentada por un Maestro, que es el guía espiritual que ayuda a los integrantes de la fraternidad a que realicen su auténtica vocación, en el sentido original de la palabra, es decir, la llamada interior, a descubrir primero y a expresar después su auténtica estrella, su daimon o Sino.
Sin embargo, cuando uno de los medios anteriormente citados se convierte en un fin en sí mismo, o cuando ese medio se desvirtúa y se utiliza para objetivos egocéntricos, como conseguir éxito, ganar poder, obtener refuerzos narcisistas y, en general, para evadir o evitar comprometerse con la vida, con el propio Camino o Sentido y/o con el mundo, pierde su razón de ser y, por lo tanto, deja de servir al fin para el que surgió: poner al hombre en disposición de abrirse a la realidad del Misterio, descubrir cuál es su auténtica vocación y realizar el proyecto vital o Sentido para el que su Madre lo trajo al mundo.
Así, como dice un proverbio chino, el medio correcto -la meditación, la contemplación, la imaginación, el trabajo con los sueños, la reunión con los hermanos en una comunidad o la guía espiritual de un Maestro- en el hombre incorrecto, obra incorrectamente; el medio correcto en el hombre correcto obra correctamente.
Por cierto que, la figura de un Maestro es importante al principio del Camino. Pero, una vez escuchada la voz del Maestro interior, del daimon o del dios en nosotros, ya no se hace necesaria la figura del Maestro exterior; sobre todo, porque puede convertirse en un impedimento para el desarrollo de la propia vocación, porque el individuo puede quedarse adherido al Maestro externo, del mismo modo que quedaría un joven en un estado inmaduro si continuara siguiendo las indicaciones de su padre a edades en las que es necesario que tome las riendas de su propio destino.Para terminar, les dejo un par de vídeos sobre la vocación humana y la meditación. El primero es de Vicente Merlo, filósofo y meditador que participará en el Congreso de Ávila el próximo fin de semana; y el segundo, de Bernardo Nante, también filósofo y director de la Fundación Vocación Humana:
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