El mes pasado hice dos cosas que se interconectaron entre sí. Por un lado, leí la biografía de Salinger escrita por Slawenski. Y por otro, estuve en la Casa de América viendo la exposición de Onetti. De ambos hechos, surgió una nueva columna para Ámbito Cultural que espero que disfrutéis:
"El 20 de noviembre de 1952 se produjo un hecho insólito en la vida de J.D. Salinger: el autor acudió a una sesión fotográfica. El afortunado que se colocó detrás de la cámara fue Antony di Gesu y, ante un Salinger rígido e incómodo, optó por entregarle un ejemplar de El guardián entre el centeno para que hiciera con él lo que quisiera. Salinger leyó pasajes en voz alta, otros para sí y, entre cigarrillo y cigarrillo, di Gesu consiguió tomar 48 fotografías del autor en las que se le ve a veces serio, otras relajado, e incluso en algunas, sonriendo y riendo. Salinger pasó un buen rato, aunque más tarde pidió a di Gesu que no enseñara ninguna de las fotografías. Él solo quería un retrato para enviar a su madre y a su novia. El fotógrafo mantuvo su promesa durante más de 30 años, revalorizándose su trabajo a medida que se acumulaban los lustros."
La columna completa está aquí.