Revista Viajes

Mekong, un río de vida - Kratie (Camboya)

Por Mteresatrilla

Después de pasar unos agradables días en la provincia de Mondulkiri, tenemos ya el ojo puesto en el Mekong. Dudamos entre Kampong Cham y Kratie, ambas a orillas del gran río que nace en los Himalayas y discurre a lo largo de más de 4000 kilómetros por la provincia china de Yunnan, siguiendo por Birmania, Tailandia, Laos, camboya y Vietnam donde se divide en nueve brazos que forman un gran delta, hasta que sus aguas se unen a las del Mar de China Meridional.


Mekong, un río de vida - Kratie (Camboya)

Río Mekong a su paso por Kratie


En los alrededores de Kratie, concretamente en Kampi, tenemos la posibilidad de ver una especie animal en vías de extinción: los delfines de agua dulce de Irrawaddy, de los cuales parece ser sólo quedan unos 70 ejemplares en todo el Mekong. Es, quizás, la atracción más popular de la zona y la razón por la que la mayoría de visitantes acuden a esta pequeña capital de provincia.Ningún autobús de línea regular hace el trayecto de Sen Monorom a Kratie, por lo que la única opción es el minibus. Son vehículos, la mayoría de 14 plazas, que se llenan más o menos según el día y las circunstancias pero nunca nadie se queda en tierra. Nos habían avisado de que normalmente van hasta los topes y atendiendo al buen consejo del personal de Nature Lodge, reservamos tres plazas para asegurarnos un poco más de espacio. Cuando pasa a recogernos ya va hasta los topes y les dejamos bien claro que habiendo pagado tres asientos, necesitamos un hueco para reposar las posaderas. Continuamos haciendo más paradas y se suma más gente, más paquetes, cajas, sacos de arroz … y cuando parece que ya no cabe ni una pulga, todavía hace tres paradas más. Las 14 plazas del minibus son compartidas por 28 personas… más todos los paquetes, sacos y mochilas. ¡Increíble pero cierto! Como también cierto es que nos respetaron nuestros asientos. A medio camino recogen a dos pasajeros más y sin saber dónde embutirlos, incluso el chófer comparte su sitio. Cada dos por tres nos paran controles de policía pero ni se inmutan ante el exceso de pasaje.

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Viaje de Sen Monorom a Kratie


No se puede negar que el viaje ha sido toda una experiencia y tras cuatro horas llegamos por fin  a Kratie. Nos alojamos en una bonita guesthouse frente al Mekong y en su gran terraza aprovechamos para comer y organizar un poco la estancia. Este sitio nos gusta y decidimos quedarnos dos noches en lugar de una como teníamos pensado en un principio. La terraza es el lugar ideal para leer, descansar o simplemente contemplar el curso del río. Dedicamos el resto del día a conocer un poco la ciudad.
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En la ribera del río se suceden los puestos de mercado y los pequeños negocios de comida bajo las sombrillas. Kratie es una ciudad de tamaño medio que no llega a los 300.000 habitantes, la capital de la provincia del mismo nombre. Casi todos los edificios del gobierno provincial están situados en el paseo ribereño, así como una descuidada oficina de turismo donde no encontramos a nadie que nos atienda. Se ven algunos antiguos edificios coloniales, herencia de los franceses, pero bastante deteriorados aunque se intuye el encanto de lo que fueron en otra época. Los nuevos y “lujosos” edificios, muchos aun en construcción, están ocupados mayoritariamente por entidades bancarias. En realidad, toda la ciudad está patas arriba, parece que están adecuando la red de alcantarillado pero ello no impide que las polvorientas calles en obras sigan con su actividad frenética. Comercios, pequeños talleres de reparación de motos y bicis, almacenes de arroz, cerrajeros, sastres y modistas pedaleando sus máquinas de coser, barberos, elegantes tiendas de muebles… 

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Esperando la clientela

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Donde caben dos, caben tres


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...o cinco


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Edificio colonial en Kratie


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Nos relajamos en uno de los pequeños chiringuitos frente al río donde esperamos la puesta de sol mientras tomamos unos deliciosos batidos de plátano. Kratie tiene también fama por sus magníficas puestas de sol sobre el Mekong y podemos asegurar que así es. Es una delicia contemplar como el sol va bajando, cambiando el color de las aguas hasta que se esconde  detrás de la isla de Koh Trong.
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Tras la puesta de sol, los puestos de comida empiezan a humear y una buena opción es cenar por aquí alguna de las especialidades de la zona. Kratie tiene dos productos típicos que se pueden encontrar en muchos de los puestos de los mercados. Uno es el krolan, que se prepara en diferentes lugares del país pero el de aquí es muy apreciado. Consiste en arroz mezclado con coco y judías, cocido al fuego dentro de una caña de bambú tapada con fibra de coco. El otro es el nhem: un pescado con especias (jenjibre, ajo, chili…) envuelto en hojas de plátano.Una tarde estupenda… sin hacer nada especial pero estupenda. Y lo mejor está por llegar.

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Krolan

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Nhem

El segundo día pactamos precio con el chico del tuk tuk de la guesthouse para toda la mañana. El destino es Kampi, lugar de embarque para ir a ver los delfines. Los 15km que separan Kratie de Kampi transcurren por una encantadora carretera arbolada. Sentados cómodamente en el tuk tuk que circula a una velocidad de paseo, nos impregnamos de las imágenes que van corriendo por delante de nuestros ojos. No hay un metro de trayecto sin vida. Sencillas casas de madera sobre pilares se van sucediendo a ambos lados de la carretera. Delante de cada casa acostumbra a haber algún pequeño negocio, normalmente de comidas o bebidas. Pero también aquí se encuentran las barberías, los pequeños talleres, las modistas con sus máquinas de coser y las gasolineras de botella.
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A la izquierda queda el Mekong y en su orilla verdean pequeñas plantaciones de arroz, palmeras y plataneros. Los niños, bien uniformados con sus blancas camisas que resaltan el color dorado de su piel, acuden al colegio. En bicicleta la mayoría y algunos caminando pero todos contentos y con una sonrisa de oreja a oreja nos saludan continuamente. Todos aquellos que han viajado a Camboya coinciden en la gran simpatía de la gente del país, pero hasta llegar a Kratie no lo empezamos a apreciar de forma especial. Notamos que la gente es mucho más abierta que en Mondulkiri, especialmente los niños, que sin excepción nos saludan efusivamente, a diferencia de aquellos que tímidamente nos miraban con cierto recelo hasta que no ganabas su confianza. En contraste con la población de las Tierras Altas que siempre ha vivido más incomunicada, en Kratie, el río ha sido durante siglos una vía de comunicación y de vida que ha introducido en sus genes ese carácter afable y abierto.
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Depósitos de agua

Antes de llegar a Kampi nos desviamos unos metros de la carretera para visitar el Wat Phnom Sombok que se encuentra en lo alto de una colina. Esto significa que toca subir escaleras las cuales están repartidas en tres tramos: 244, 73 y 127. No se ve demasiado movimiento. Al final del primer tramo, se encuentran las viviendas de los monjes y más arriba las monjas, que también viven en el wat aunque separadas de los hombres. Llevan también la cabeza rapada y visten túnica, pero no color azafrán en este caso, sino blanca. En la parte más elevada del wat se encuentra el santuario rodeado de stupas y unas imágenes de grandes serpientes que lo protegen. Se respira una inmensa paz y las vistas son espléndidas.

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Wat Phnom Sombok

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Túnicas secándose al sol


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Vistas desde el Wat Phnom Sombok

Seguimos hasta Kampi y compramos los tiquetes en una pequeña oficina donde debemos registrarnos con el nombre y número de pasaporte. El negocio lo explota el gobierno y el precio es innegociable. Para una o dos personas, como es nuestro caso, el precio es de 9$ por cabeza y de 7$ a partir de tres. El tiempo de observación depende de la época del año: 60 minutos en temporada seca y 90 minutos en época de lluvias porqué el río baja muy lleno y se supone que es más difícil avistarlos. Subimos en la pequeña embarcación y navegamos por el Mekong hasta un punto donde hay dos barcas más con turistas chinos. Llegados a ese punto, se paran los motores y poco tardamos en ver los primeros delfines.

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En el embarcadero de Kampi


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Y siempre la presencia del Mekong. Kampi


El delfín de Irrawaddy se siente cómodo en ríos y aguas costeras. Habita las aguas dulces de tres grandes ríos del Sudeste Asiático: el Mekong (en Camboya, Laos y Vietnam), el río Mahakam en Kalimatan (Indonesia) y el río Irrawaddy o Aveyarwadi en Birmania, del cual toma su nombre. También vive en grandes lagos, estuarios y manglares como Songkhla en Tailandia y Chilika en India. El censo de esta especie no llega a 80 ejemplares en todo el Mekong, severamente amenazada, parece ser, por algunos contaminantes químicos que llevan sus aguas como el DDT o mercurio. Es un animal de aspecto y comportamiento muy diferentes al delfín común. A simple vista, las mayores diferencias son su cabeza redondeada que recuerda a una beluga y que no tiene el característico pico prominente. Los adultos llegan a alcanzar entre 2.1 y 2.6 metros de longitud. No forman grandes bancos, sino que pueden encontrarse en grupos de máximo seis ejemplares. A pesar de que hemos podido ver bastantes ejemplares, es difícil observarlos bien. Pocas veces se muestran sobre la superficie y más difícil todavía es verlos realizar algún salto que, de hacerlo, son saltos bajos. En Vietnam se considera un animal sagrado y si alguno de ellos es capturado en redes de pesca, son liberados. En el caso de encontrar un ejemplar muerto, se quema su cuerpo dándole una ceremonia religiosa como símbolo de respeto.
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Destinamos la tarde a la isla de Koh Trong, un gran banco de arena formado en medio del río Mekong. Cruzar en barca de Kratie a Koh Trong cuesta la módica cantidad de 0.25$ y compartimos el corto trayecto con varias mujeres que regresan del mercado cargadas con cazuelas y otros utensilios de cocina, champú y pasta de dientes, algo de fruta e incluso objetos de decoración. Se muestran sus compras, hablan, ríen y comen sin parar una especie de caracolillos pequeños que nos ofrecen amablemente.


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Esperando para cruzar el río


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Transporte de Kratie a Koh Trong. La barquera y su niña

Llegamos al pequeño paraíso de Koh Trong, una de las mejores sensaciones del viaje y un lugar ideal para empaparse de la vida tradicional khemer. En la isla no circulan coches, tan sólo motos, bicicletas y carretas tiradas por bueyes o pequeños caballos.Una avispada mujer nos ofrece la posibilidad de dar una vuelta a la isla en motocicleta y … stop, stop, stop, stop, queriéndonos dar a entender que irá parando cada vez que se lo indiquemos. No habla más de tres palabras en inglés pero nos entendemos a la perfección. Y es que las mujeres tenemos una intuición que los hombres, ni de lejos.
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Nunca antes había hecho tanto teatro, pero entre gestos, risas y dibujos en la arena, llegamos a hablar de nuestros hijos, de costumbres, de las últimas inundaciones del Mekong señalándome que en Koh Trong les llegaba el agua a la cintura … y de muchos temas que con más o menos esfuerzo vamos enlazando.La isla es una preciosidad dentro de un ambiente totalmente rural. La vuelta a la isla consiste en un delicioso paseo entre palmeras y plataneros. Se pueden ver muchos campos de arroz y gente trabajando la tierra con herramientas  rudimentarias, arando todavía con bueyes o búfalos. Tal como nos ha garantizado la muchacha, vamos parando cuando se lo indicamos o cuando ella nos quiere mostrar alguna cosa interesante. 
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Tortuga de arena de Koh Trong


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Murciélagos. Koh Trong


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El cementerio de Koh Trong. En cada árbol hay alguien enterrado 


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Al acabar el recorrido, nos sentamos junto al río y compartimos el momento con algunos locales que vienen a saludarnos, especialmente los niños.De regreso a Kratie cenamos en el Red Sun Falling, un emblemático local regentado por Joe, un americano de Chicago que se estableció en Kratie después de cuatro anteriores viajes como turista. Buen ambiente, la comida deliciosa y la cerveza servida en jarras heladas. No se puede pedir más. Esperábamos muy poco de Kratie y nos ha sorprendido.
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