Título: Memento mori
Autor: César Pérez Gellida
Editorial: Suma de letras
Año de publicación: 2013
Páginas: 582
ISBN: 9788483654538
Después de muchos meses viendo
opiniones muy positivas sobre la trilogía Versos, canciones y trocitos de
carne en abril llegaron los tres libros a casa
gracias a mi amiga María y ahora por fin he podido leer el primer
libro, Memento mori. Las expectativas eran altísimas y me daba miedo
llevarme una decepción pero, por otro lado, pensaba que tanta gente no podía equivocarse. Y después de haber devorado las casi 600 páginas
en un par de días no me queda más remedio que sumarme al club de seguidores
incondicionales de la ópera prima del vallisoletano César Pérez Gellida.
Cada vez disfruto más leyendo
novela negra y que esta trilogía estuviese ambientada en una ciudad como
Valladolid me pareció original y curioso, un punto más a favor de esta
historia. Una historia que nos traslada a la capital castellanoleonesa en
septiembre de 2010. Allí conocemos al protagonista de la trilogía, Ramiro
Sancho, el inspector del Grupo de Homicidios de Valladolid.
Un joven que no ha tenido suerte
en el amor. Le gusta hacer deporte, cuidar su aspecto, especialmente su barba,
y tiene bastante descuidada a su familia. Vive por y para su trabajo. Un
trabajo fácil, rutinario, cómodo, hasta que una joven ecuatoriana aparece en
unos arbustos junto al río asesinada y mutilada. Le han cortado los párpados.
Por si fuera poco, el asesino ha dejado un poema en el cuerpo de la víctima.
Desde el comienzo sabemos quién
es el asesino. Augusto Ledesma, un joven diseñador gráfico, un sociópata
narcisista y solitario amante de la cocaína, el alcohol, la música más moderna
y la literatura más clásica. Sin embargo, en contra de lo que pueda parecer,
conocer al asesino no le resta interés a esta obra. Todo lo contrario, le da un
toque diferente, sorprendente, inesperado poder descubrir los asesinatos desde
el punto de vista del propio asesino.
Un asesino al que poco a poco
llegamos a conocer muy bien. Iremos desvelando su pasado, su historia con su
madre biológica y sus padres adoptivos. Conoceremos asimismo a sus amigos
virtuales, tan siniestros como él. Y debo confesaros que a lo largo de las
páginas no tenía muy claro qué sentir por Augusto Ledesma. Si pena, lástima,
compasión o, por el contrario, horror, repugnancia y miedo. Eso es lo bueno,
que un solo personaje es capaz de hacernos sentir todas estas sensaciones y
muchas más.
Los acontecimientos y asesinatos
se precipitan a un ritmo frenético. El asesino va demasiado rápido, la policía
es incapaz de seguir sus pasos ni mucho menos preverlos y anticiparse a ellos.
Necesitan ayuda para atraparlo y evitar que siga llenando las calles de
Valladolid de cadáveres. Ahí es donde entran en escena dos importantes
personajes. Por un lado Martina Corvo, una joven doctora en Psicolingüística
tan atractiva como inteligente que traerá de cabeza a Ramiro Sancho en muchos
sentidos.
Y, por otro lado, Armando
Lopategui, alias Carapocha, un experto psicólogo criminalista que ha acudido a ayudar
al equipo de Sancho. Tengo que reconocer que es el personaje que más me ha
desconcertado desde el comienzo. Su machismo, su lenguaje, su falta de
educación, su alcoholismo, sus formas,
me repugnaban, le he cogido muchísimo asco. Tan chulo, tan prepotente,
intentando impresionar a todo el mundo con sus batallitas de ex agente del KGB
y la Stasi. Pero,
por otro lado, no podía evitar sentir un profundo interés por este personaje
tan singular e impredecible.
Las primeras páginas de la novela
tienen fuerza, ritmo, atrapan y enganchan y la historia es tan adictiva que nos
cuesta dejar de leer, queremos saber qué ocurre, necesitamos devorar las
páginas. Todo gracias a un lenguaje cinematográfico que hace que en vez de leer
veamos la historia con un gran dinamismo y unos personajes principales muy bien
construidos, de los que poco a poco vamos conociendo su historia, su pasado,
que nos ayuda a entender por qué son como son.
Sin embargo eso no ocurre con la
mayoría de los personajes secundarios, que forman parte del entorno de Sancho:
los comisarios Francisco Travieso y Antonio Mejía; los subinspectores Patricio
Matesanz y Álvaro Peteira; los agentes Carlos Gómez, Jacinto Garrido, Ángel
Arnau, Carmen Montes, Áxel Botello, Santiago Salcedo, Mateo Marín, Patricia
Labrador, Daniel Navarro, Carlos Aranzana y Sonia Blasco. Tengo que confesar
que me han parecido demasiados y poco perfilados y definidos, en ocasiones me
costaba diferenciar quién era quién y muchos de ellos aportan poco o nada a la
historia.
Todo lo contrario sucede con otros
personajes secundarios como la juez Aurora Miralles, el ex policía Jesús
Bragado, el político Pablo Pemán o el forense Manuel Villamil, que sí que
tienen mucho que decir en la trama y están mejor construidos.
Otro de los puntos fuertes de
esta trilogía es precisamente lo que le da título. Los versos de los poemas que
el asesino deja en los cuerpos de sus víctimas, las canciones que escucha y los
trocitos de carne que mutila. Tengo que confesar que no comparto los gustos
musicales de Augusto Ledesma (Héroes del Silencio, Vetusta Morla, El Columpio Asesino, Depeche Mode, Enrique Bunbury, Love of Lesbian, Rammstein, Nacho Vegas, The Cranberries o Muse) pero aun así creo que la ambientación de la
lectura habría mejorado muchísimo si hubiese escuchado las canciones a la vez
que leía el libro, al mismo tiempo que el asesino. Con este primer libro no ha
podido ser, pero espero poder hacerlo con Dies irae y Consummatum est
gracias a que el autor ha tenido el detalle de incluir la lista de
canciones y autores al final de cada libro.
Solo le he encontrado un pequeño
pero a esta obra. Las citas en inglés pase, porque en mi caso las he entendido,
pero con las de alemán he echado en falta la traducción y las de latín me han
parecido excesivas. Me ha dado la sensación de que no aportaban demasiado y,
por el contrario, en ocasiones conseguían sacarme de la historia. También he
echado de menos el uso de más sinónimos para evitar las repeticiones.
No quiero desvelaros nada de la
trama, que se desarrolla entre septiembre de 2010 y marzo de 2011. Seis meses,
cinco cadáveres. Lo único que puedo hacer es animaros a leer esta historia de
la que no podréis escapar. Recordar que todos vamos a morir. Que empiece el
viaje ya.
Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.