“El 11-M cierra heridas pero no nos libera de seguir buscando la verdad
HOY se cumplen diez años del 11-M, el mayor atentado de la Historia de España. Una Historia que, desde antes de la muerte de Franco, ha estado marcada por el terrorismo. A diferencia de lo que ha ocurrido con ETA, donde, exceptuando a la izquierda abertzale, ha habido un consenso democrático de repulsa, el 11-M dividió a la sociedad, a los partidos, a los medios de comunicación e incluso a las víctimas.Los errores de gestión por parte del Gobierno de Aznar y el aprovechamiento electoral de la masacre por el PSOE, fueron el origen de la polarización en la interpretación de los hechos.La investigación policial y judicial estuvo viciada en su origen por esa contaminación política. La cúpula de las fuerzas de seguridad y la Fiscalía se empeñaron en poner la conclusión por delante de los hechos: el atentado tenía que ser islamista, ordenado por Al Qaeda y relacionado con la Guerra de Irak.Algunos medios de comunicación compraron esa tesis de forma acrítica e incluso se afanaron en desacreditar lo que otros poníamos de relieve, cuestionando algunos aspectos esenciales de la investigación. EL MUNDO puso en duda que el explosivo utilizado fuera Goma 2 Eco (como sostenía la Fiscalía y el juez instructor) y, en efecto, tras las pruebas periciales lo que estableció la sentencia es que lo que estalló en los trenes fue una mezcla de Goma 2 Eco y Goma 2 Ec (de esa forma se justificaría la existencia de nitroglicerina en los restos hallados en los focos de las explosiones en los trenes). Criticamos la actuación del jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, cuya intervención
en los hechos ha sido incluso objetada por el presidente del tribunal sentenciador. Indagamos en la prueba fundamental para condenar a Zougam, y, en estos momentos, las dos testigos protegidas están siendo procesadas por falso testimonio. Las numerosas aportaciones de este periódico al proceso pueden verse reflejadas en el sumario. Los ataques que ha sufrido EL MUNDO por no conformarse con la verdad oficial no sólo no nos afectan, sino que nos refuerzan. Hemos sabido reconocer algunos errores, cosa que otros no han hecho (para qué hablar de los suicidas en los trenes o el hallazgo de autores intelectuales cuya relación con el 11-M se constató inexistente, etcétera). En este asunto, como dijo Gómez Bermúdez en la entrevista publicada la semana pasada por este periódico, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Nuestra intención es seguir indagando en la búsqueda de la verdad, como haríamos con cualquier otro acontecimiento, y más si se trata de un tema de tales proporciones y que, de hecho, supuso un giro político para España. Que nadie dude sobre nuestra voluntad y compromiso a ese respecto. Ahora bien, después de diez años, algunas cosas han quedado claras. Los suicidas de Leganés formaron parte del comando que cometió el atentado. No hubo ninguna participación ni directa, ni indirecta, de ningún partido político en la masacre. Tampoco existió una conjura policial con fines políticos en la realización del atentado.
Sin embargo, las zonas oscuras siguen existiendo. Como han demostrado las declaraciones contradictorias estos días de Gómez Bermúdez, el fiscal Zaragoza y el experto Reinares, a día de hoy no se sabe quién ordenó la matanza. Tampoco se han depurado las responsabilidades por los innumerables errores que se cometieron en la investigación. Y, como colofón, existen dudas razonables sobre la participación de Zougam en los hechos.
Dicho esto, hay que saludar que, por primera vez, las víctimas hayan decidido realizar un acto conjunto de conmemoración. Es un primer paso. Podemos aspirar también a un consenso sobre los hechos. Pero no sobre la base del silencio, sino sobre la de la investigación de la verdad.” (De “El Mundo”, 11/03/2014)
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“La solidaridad que venció al terrorEl teléfono sonaba con insistencia. No lo podía atender. Aún estaba en la ducha."Qué raro". Me llamaba 'Abu', compañero y amigo de hace muchos años, que nunca 'tiraba' de teléfono a primera hora de la mañana si no era urgente, muy urgente. -"Coño, qué pasa tron. Te han tirado de la cama?".
-Ponte las pilas y tira para Atocha, que parece que ha habido un atentado muy gordo. ¡¡¡Estos cabrones...!!!
Su voz acelerada dejaba claro que estábamos ante algo muy grave. Una y otra y otra... No había manera de contactar con nadie de 'los míos' de confianza, del Ministerio del Interior, de la Policía, de emergencias...
Me tiré al coche. En nada llegué a Atocha. Por el camino pude contactar (si, aquel día hablé conduciendo por teléfono) con uno de mis hombres de confianza en la Policía Nacional, un mando curtido en miles y miles de batallas de sangre, con muchos entierros a sus espaldas, con decenas de amigos y compañeros enterrados.
-¿Es tan gordo como me lo dibujan?
-Nada de lo que te imaginas. Nada es igual a lo que está pasando. Intenta entrar por el final de la calle. Estamos desbordados. No podré ni atenderte.
Este mando policial (hoy entre los que mandan en la Policía Nacional) apenas tenía un hilo de voz. ¿Afectado? ¿Desbordado? No supe identificar el tono, pero desde luego su seguridad y vitalidad habitual, no.
Abandoné el vehículo en la zona consciente de seguro que me multaban. Localicé a 'Abú'. Apenas llevaba en las cercanías 5 minutos pero ya había logrado hacerse una primera idea. "Lo que hay en la estación debe ser la leche. No hay manera de entrar", me dijo.
"Vamos por abajo, creo que hay un trozo de valla caída y podemos bordear todo el recinto para hacernos una idea", le dije.
Y localizamos el agujero y por allí nos metimos y nos acercamos, y se nos empezó a encoger el alma. 'Abu' y yo nos había tocado cubrir muchos atentados de ETA, demasiados. Aún recuerdo el de la casa cuartel de Vic, con los ataúdes blancos....
Pero aquel día, aquel 11-M vimos, vivimos y contamos el terror en mayúsculas... Y muchas veces, cuando estoy con estudiantes y les cuento las andanzas profesionales, me preguntan por el recuerdo que tengo de aquel día. Siempre rememoro la primera comparecencia del que entonces era teniente alcalde de Madrid, Pedro Calvo, hablando de 62 muertos y una cifra aún por determinar de heridos. En aquel momento se me cayeron las lágrimas, mientras procuraba que la grabadora recogiera todo el testimonio. Y no era el único.
¿Y algún recuerdo más? Y son muchos, incontables, no solo de ese día sino del siguiente y del siguiente y así hasta ahora, 10 años después. Y todos negativos, duros... sencillamente infernales. Pero hoy, también, quiero, debo y aplaudo al recordar lo bueno, lo positivo, lo esperanzador. Y fue descubrir la gran ciudad de la humanidad, el gran Madrid, la capital de la solidaridad, el pueblo que, con su ejemplo, derrotó aquel mismo 11-M al terrorismo.
Porque está bien y debemos acordarnos de los que se fueron. Y esta bien y debemos acordarnos de los que sufrieron. Y está bien y debemos recordar y no olvidar lo que fue el terror en estado puro. Pero no debemos olvidar a todos y cada uno de los miles y miles y miles y miles de ciudadanos que, tras recuperarse del impacto, salieron a la calle, sin dudar, sin pestañear, con tranquilidad y serenidad, a echar una mano. A dejar claro que Madrid es de sus ciudadanos libres y no de los que trataron de robarle el sol. Y no
puedo por menos hoy que acordarme de los 192 que se fueron y de ellos, los grandes héroes anónimos.
Aún ahora, cuando acudo al archivo fotográfico a buscar imágenes de aquellas horas trágicas de España, se me siguen poniendo los pelos como escarpias cuando veo las enormes filas de seres humanos, de vecinos anónimos que acudieron a hospitales, clínicas, centros de salud... a donar lo mejor que tienen y lo que más fácil pueden compartir: su sangre. Aún recuerdo como a las pocas horas los
servicios sanitarios alertaron a la ciudadanía de que ya no hacía falta más sangre, que estaban todas las reservas llenas. Fue emocionante.
Pero el arrojo ciudadano fue a más. Me lo recordaba el otro día una amiga de esa que es los oídos de los que sufren, que escucha y
consuela. Aquella mañana, poco a poco, se fueron acercando profesionales de la sicología a Ifema, al mayor tanatorio de la historia democrática de España. Muchos/as dejaron sus trabajos. Otros, se olvidaron de sus días libres... Y se fueron juntando, esperando apoyar a los sicólogos municipales. Sabían que la jornada sería tan negra como histórica. Allí llevaron las bolsas. Muchas de ellas, con el sonido
de sus móviles aún retumbando en su interior. Casi nadie se acordará ahora, pero la gestión de aquello la pilotó María Dolores de Cospedal, entonces subsecretaria de Interior.
Poco a poco se acercaban aquellos que habían recorrido todos los hospitales de Madrid buscando a los suyos, apurando todas las posibilidades. Y llegaban arrastrando los pies, sabiendo lo que se les venía encima y negando con la cabeza. Igual que necesaria fue la sangre, fue imprescindible el apoyo de esos sicólogos que dieron aún más lustre a la solidaridad madrileña.
Y los médicos que libraban y se fueron a sus hospitales, y las enfermeras que dejaron sus vacaciones.... y profesionales de emergencias, policías, guardias civiles, militares... La respuesta ciudadana fue espectacular. Sin precedente... Todos los adjetivos se quedarían cortos... Pero nadie era un cuerpo, nadie era un uniforme, nadie era una profesión... todos eran Madrid y todos demostraron aquel 11-M cómo se combate, se lucha y se le vence al terrorismo. Olé.”
(Fernando Lázaro, en "El Mundo",. 11/03/2014) …
Tremendo drama. Enorme trauma para los ciudadanos de España y del mundo. Vuelco político. Todo eso y mucho más se agolpa en la memoria cuando se recuerdan los dramáticos acontecimientos del 11-M en Madrid. Fueron unos atentados minuciosamente planificados, en vísperas de las elecciones generales.
Se dijo que eran contra el gobierno del entonces presidente Aznar, por haberse implicado en la guerra de Irak. Pero los acaecimientos posteriores han demostrado que no era así.
Se dijo por el gobierno de entonces que eran atentados promovidos por ETA, y se ha comprobado que tampoco era cierto.
Fue un golpe brutal del terrorismo islámico de AlQaeda, en represalia (no saben hacer más que esto) de la pérdida del dominio de Al Andalus sobre lo que hoy es España.
Fundamentalismo ciego y suicida, que nubla y anula las mentes de islámicos extremistas y furibundos, mentes distorsionadas, que buscan en la venganza obtener el paraíso junto a Alá.
Pero tremendo aldabonazo para los ciudadanos españoles y del mundo, porque se demostró que los servicios de inteligencia habían fallado estrepitosamente, al no detectar y prevenir el tremendo riesgo que se avecinaba.
Hubo un macro juicio, que más sirvió para lucimiento de un juez estrella, cuya esposa, periodista, pronto publicó lo bueno que era su “chico”, y cuyo juicio era esperado para conocer la verdad de lo
acaecido, aunque acabó con la condena de unos cuantos musulmanes
y algún que otro desquiciado español, pero sin aclarar casi nada sobre el origen y la autoría intelectual del desastre.
Y para colmo, los partidos políticos se enzarzaron en una pelea barriobajera sobre la responsabilidad por el luctuoso suceso, lo que transcendió a la opinión pública, y hasta las asociaciones de víctimas del terrorismo se fragmentaron y opusieron unas a otras, en defensa de ignotos intereses.
Ahora, a los diez años de aquel drama, parece que se ha reconducido el problema y por fin se ha celebrado un acto religioso de todos, con asistencia de los reyes, del gobierno, de los partidos, de todas las
asociaciones de víctimas, del pueblo llano. Y por fin parece que se ha adoptado una postura común de recuerdo de los desaparecidos y de rechazo de la violencia ciega y salvaje.
Ojalá la sangre derramada entonces y las vidas malbaratadas por mor de tanta barbarie sin razón puedan regar la construcción de una mejor convivencia entre todos los españoles, y hasta con los extranjeros que se han integrado en nuestra sociedad.
Porque, no se olvide, los pueblos que no recuerdan bien su historia, están condenados a repetirla… “Nadie puede aterrorizar a toda una nación, a menos que todos nosotros seamos sus cómplices”.- Edward Roscoe Murrow (1908-1965) Comentarista y reportero estadounidense.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA