La vida es sueño. Lo escribió Calderón de la Barca y lo dice cualquiera que escuche el despertador a las seis de la mañana. Dame tristeza, un motivo de melancólica queja, y te daré poesía.
El sueño, el de estar en las nubes, en la luna de Valencia, en Babia, en tu mundo y pensando en musarañas, se parece bastante al que el cerebro inventa cuando duermes, ambos preparan tu realidad. Cada especialista mantiene su propia teoría sobre la utilidad de soñar; en este blog, expertos en hablar por hablar (como buenos especialistas) concluimos que soñar (dormidos) es la forma que tu cuerpo usa para hacer limpieza de registro y desfragmentar el disco duro del cerebro. Prueba a aprender-comprender cualquier materia un par de horas antes de acostarte. Verás como, abracadabra, cuando despiertes por la mañana lo verás todo mucho más claro.
Cada persona necesita diferentes horas de sueño, lo más importante no son tantos los minutos sino el aprovechamiento. Casi la mitad de las horas de descanso son “superficiales”, el resto (fase REM y sueño profundo) es lo que de verdad nos hace descansar. Por eso hay personas que, más que dormir, caen en coma y se levantan como una rosa a las seis horas; y otras, después de nueve horas de sueño superficial, despiertan con cara de actor expresionista alemán.