El debate sobre la gravedad delictiva de un espectáculo de títeres para niños contratado por el ayuntamiento de Madrid en el que se ahorca a un juez, se apuñala a un policía, se viola a una bruja-monja y concluye con una pancarta que dice Gora Alka(eda) ETA, es poco importante ahora: lo definirá una sentencia judicial.
Lo fundamental es que Títeres desde Abajo, los dos titiriteros que crearon el espectáculo “La Bruja y don Cristóbal, a cada cerdo le llega su Sanmartín” se publicitan como activistas contra “los cuatro poderes que rigen la sociedad: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley”.
Títeres para formar niños, nuevas generaciones de antisistema, vagos y vividores okupas como los de Podemos: quien los contrató, Celia Mayer, era una dirigente de la comuna Patio Maravillas y sustituta del primer concejal podemita de Cultura, Guillermo Zapata el de los tuits antisemitas y riéndose de las víctimas del terrorismo. Cultura, cuánta barbarie.
Todo obedece al verdadero pensamiento de Pablo Manuel Iglesias, defensor de levantamientos populares con cócteles molotov y armas, cuya posesión debe ser libre, de que la democracia nació gracias a la guillotina, o que debemos comprender a ETA y liberar a sus asesinos presos, con 300 muertes aun sin aclarar.
Ese ideario está perfectamente documentado en los históricos de Youtube, en sus mítines chavistas, y en Fort Apache para la cadena iraní Hispantv, en la que las trabajadoras en Madrid deben llevar velo, y en La Tuerka, que divulga por internet Público.
Es gente que pide una calle para Alfon, el joven en prisión por llevar explosivos en su mochila en una manifestación, los asaltos a capillas gritando “Arderéis como el 36”, que aplaude al rapero de la violencia Pablo Hasel, y que puede cogobernar España –gracias, PdrSchz-- como portadora de los odios guerracivilistas más feroces.
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SALAS