Quién le iba a decir a José María Aznar resucitado que iba a compartir portada con Steve Jobs, su antagonista por genio e innovador que se adelantó a su tiempo y nos embarcó en la travesía. Para nuestra desgracia, vuelve Aznar, y lo hace contra los indios desde el fuerte de los confederados con público amigo, en monólogo que no escucha ni siente ni padece. El pluriempleado volvió ayer de las cuevas de Altamira, con las que comparte también espacio en las primeras páginas, coincidencias del destino.
Sea como sea, van a ganar: no lo digo yo, lo dicen las encuestas y lo dicen las caras de unos y otros. Los que se ven ganadores ya están cogiendo tanda para hacerse con un sillón mullido y asegurarse una buena pensión vitalicia. Tengo un amigo que miente siempre por sistema en las encuestas, pero me temo que ésa no es la tónica general: la gente aprovecha la más mínima para expresarse, aunque sea de forma anónima. Otra cosa es el baremo que se utilice para elegir a los encuestados. Aunque, como siempre en la noche electoral, todos hagan un balance positivo de los resultados (no hay nada más manipulable y con tantas lecturas como un resultado electoral), esta vez sí habrá un perdedor: el ciudadano como hasta ahora lo habíamos conocido.