Revista Recetas
La realidad de mi cocina está muy cargada de agobios y en la misma medida de placer. Lo corriente son las prisas con las que hoy he grabado, comidas sencillas, de batalla. Y mi familia con los tenedores en ristre esperando a que haga la última foto, quejándose y juramentando por la madre que parió al blog...que no es otra que yo misma.
Lo mejor es cuando tengo ingredientes frescos, comprados el día antes, y puedo trabajar, aunque sea contra reloj, en algo rico y sano. Pero la improvisación atraviesa la cocina y la nevera como Pedro por su casa, y tengo que apañarme con las típicas cosas que vegetan tristemente en los estantes. Envidio ferozmente a aquellas personas de neveras bien surtidas y organizadas, limpias y frescas, con todo perfectamente envasado y los recursos necesarios para pergeñar una exquistez en el momento que se lo proponga. Seguro que no tienen el bacon amojamándose en su envase de plástico semiconsumido pero con las típicas dos lonchitas sequeronas.
La organización no es mi fuerte y además siempre ando metida en mil cosas que me interesan, por eso la nevera me mira con rencor y de vez en cuando destila un veneno terrible que me lanza a la cara en forma de pimiento comido de moho, calabacín blandurrio y marronáceo o tuperware olvidado con no sé qué seres, venidos de otra galaxia, haciendo fiesta en su interior. ¡Qué mezquina y artera, la muy bruja, no me pasa ni media!
Hoy he querido hacer este vídeo porque es lo normal, lo sencillo, el menú fácil y sano que se hace con frecuencia en casa. Eso sí el jamoncito, tan bueno, no es de todos los días.Y ya véis que no me da tiempo ni a ponerme el delantal.