Aunque también está la opción de regalar dinero, que es lo que hacen quienes no tienen ganas o tiempo de calentarse la cabeza, y quienes se guían por el sentido práctico de la vida... o no. Porque lo cierto es que recientemente he descubierto que existe una nueva modalidad de invitación, que consiste en que cuando los padres del comulgante te invitan a la ceremonia y posterior ágape, te dicen por las claras que los regalos los quieren en efectivo, por favor.
Con lo cual la opción de regalar money ya no es tal opción, sino un requerimiento.Los almuerzos de comunión, por lo que he visto, también han evolucionado muchísimo.Hasta mediados de los 90, más o menos, consistían en una sabrosa comida con la familia más cercana en un restaurante de categoría media.Pero hoy día se organizan auténticos banquetes, con muchos invitados y en salones de hoteles o restaurantes de empaque, preferentemente con jardines y zonas acondicionadas para el esparcimiento de la chiquillería.
Y esto nos lleva a otro elemento que caracteriza la celebración actual, ya sea de primeras comuniones o de bodas: el banquete hay que celebrarlo cuanto más lejos mejor.Nada de ir a un sitio que quede a mano, que resulte cómodo para los invitados que no tienen coche, o para los que no disponen de mucho tiempo, o para los que se quieren recoger pronto.
No, no, quedarse cerca está completamente descartado. Hay que ir a un lugar que quede a trasmano, muy a trasmano a ser posible, para que así pueda tener lugar otro de esos ritos esenciales de estas celebraciones: los corrillos de invitados a la puerta de la iglesia, dándose instrucciones unos a otros para llegar al lugar del convite.
"Coges la autovía y tiras como para el aeropuerto, pero antes de llegar coges la rotonda que hay enfrente de la gasolinera. Sales por la derecha, sigues hasta la siguiente rotonda, coges a la izquierda, que hay un campo de golf, sigues todo recto y ya verás un cartel que dice: “Está usted abandonando el mundo conocido”. Pasas el cartel y te metes por un camino de cabras que hay, y al final, después de una pista de barro, está el restaurante. No tiene pérdida."
Y así se consigue además que los invitados lleguen cansados y acalorados tras semejante periplo, de manera que no les queden fuerzas para quejarse por la hora y media que todavía habrán de esperar para probar la sinfonada de hortalizas con reducción de balsámico.Y no es que tengan hambre, sino una curiosidad tremenda por ver en qué consiste el plato.
Para que esta semblanza de las primeras comuniones fuera completa, quedaría por tratar el asunto de determinados asistentes a la ceremonia religiosa, cuyo comportamiento y actitud supone para mí una continua sorpresa.
Pero dada la complejidad del tema lo dejamos para otra ocasión.