Antes que nada, corresponde agradecer. Sí, tal vez no se note en la actualidad y todo tome real dimensión en 50 años, pero a todos aquellos que nos toca ser contemporáneos de estos dos grandes equipos, estamos siendo testigos de una época privilegiada de la historia. Cada vez que termina una nueva edición del Superclásico español y hay que volver a la mediocridad del fútbol argentino, dan ganas de que haya un Barcelona-Real Madrid por semana. El resultado termina siendo lo de menos, en este caso un empate en 2, que le permite a los catalanes continuar como punteros y mantener la brecha de 8 puntos con su archirrival.
Messi de un lado, Ronaldo del otro: choque de titanes
Lo importante en estos casos es el espectáculo, la sensación de que en todo momento algo mágico puede pasar, aunque luego finalmente a veces no suceda. Otras veces sí, y así es como se fueron sucediendo las emociones. Resulta paradójico que tratándose de un deporte colectivo, en el duelo entre las que seguramente sean las dos alineaciones más poderosas del planeta, la historia la terminen definiendo las individualidades. Lionel Messi de un lado, el portugués Cristiano Ronaldo del otro, dos goles para cada uno y la disputa por el Balón de Oro todavía abierta.
En cuanto al juego en sí, sorprendió Tito Vilanova al ubicar a Adriano como central, obligado ante las bajas de los lesionados Carles Puyol y Gerard Piqué. Comenzó mejor el visitante, que ya parece haberle tomado la medida al juego de posesión culé: presión en toda la cancha y velocidad mortífera para salir de contraataque cuando la recupera. Así, después un par de chances desperdiciadas llegó la apertura del marcador a los 22 minutos, con una buena jugada colectiva iniciada por Mezut Ozil en la derecha y culminada por Ronaldo en la izquierda, tras una precisa asistencia de Karim Benzema.
El portugués festeja su primer gol, el que destrabó el Clásico
Sin embargo, hay un factor que todavía José Mourinho no pudo controlar, para el que todavía no tiene respuesta. Un factor que nació en Rosario, lleva la casaca 10 y deslumbra a propios y extraños. Sin demasiados espacios todavía para manejar la pelota a su antojo, se las ingenió para anotar el empate en una jugada que se había ensuciado tras un remate de Pedro y que finalizó Messi como si fuera un goleador de raza de esos cuya máxima virtud es estar en el lugar justo, en el momento indicado.
Lionel ya tiene 8 goles en el campeonato y es uno de los goleadores
Tiene más virtudes la Pulga, como quedó demostrado a los 15 del segundo tiempo, cuando el Barcelona ya había equilibrado las acciones del juego. Tras recibir una falta al borde del área, él mismo se encargó de ejecutar el tiro libre –una faceta del juego en la que ha evolucionado muchísimo en los últimos tiempos– y de colgar la pelota del ángulo ante la estéril estirada de Iker Casillas. 2-1 y alguno habrá pensado que la historia estaba liquidada.
Pero Cristiano Ronaldo tenía otros planes, no estaba dispuesto a que le roben el protagonismo. Cinco minutos más tarde, metió una diagonal picante que fue perfectamente interpretada por Ozil; luego enfrentó a Valdés y lo derrotó con un remate rasante que se transformó en el 2-2, que sería definitivo.
Pudo haberlo ganado Barcelona en el final, pero no tuvo la precisión necesaria. Se queda conforme igual, pese a que el agónico triunfo del Atlético Madrid sobre el Málaga lo obliga a compartir el liderazgo junto a los dirigidos por Simeone. También se queda conforme el Real Madrid, que dominó en buena parte del desarrollo y se lleva un punto de un estadio complicado. Más allá de esto, los que más satisfechos deberían estar son los espectadores neutrales, deleitados una vez más por las máximas estrellas de este deporte. Simplemente, gracias.