Revista Arte

Messi y las ondas gravitacionales

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Hay personas que no pueden soportar que alguien se ponga a hablar de fútbol con la que está cayendo. Según ellos la crisis, la corrupción, la violencia, la vulneración de los derechos sociales, y tantos otros males de nuestro tiempo, debieran ser nuestro único tema de conversación.

Si sólo pudiéramos hablar de los problemas que afectan a nuestra sociedad, tendríamos un problema. Si se destapa un nuevo caso de corrupción en nuestro país debemos demostrar con protestas nuestra indignación, esa forma de luto por la muerte de la decencia en nuestra política, pero no dejaremos por ello de alegrarnos ante un bonito día o la sonrisa de nuestra hija. Sería absurdo reprocharle a una pareja de recién enamorados la desfachatez de enamorarse con la que está cayendo. No le reprocharemos a una madre que sienta la mayor felicidad de su vida por tener entre sus brazos a una criatura recién nacida, cuyo cordón umbilical jamás podrá desprender de su alma.

Sí, hablamos y nos indignamos con esos problemas. Tenemos, aunque no lo parezca, conciencia social. Pero permitidnos que nos emocionemos, un día por semana, con nuestro equipo de fútbol.

Sabemos que en el fútbol se manejan cantidades indecentes de dinero, que también alli hay corrupción, que los sueldos son desorbitados. Lo sabemos. Sabemos que el fútbol no va a darnos de comer. Tampoco el amor, la amistad, la honestidad, y tantas otras cosas esenciales para la vida.

Disculpad si no somos exclusivamente utilitarios. De la pasión también se vive. Si esos políticos van a quitarnos también nuestras pequeñas y grandes pasiones, apaga y vámonos. Dejadnos aunque sea nuestro pequeño reducto semanal. Vosotros tambien tenéis el vuestro, seguro. Ser siempre y exclusivamente racional es inhumano. Imaginad a un ser humano que actuara sólo conforme a la razón, y encontraréis que sería todo menos un ser humano. Sin amor, sin altruismo, sin compasión, sin todos esos elementos irracionales que son nuestros distintivos, la patente del ser humano en el universo.

El 11 de febrero de 2016 se anunció un descubrimiento científico que corroboraba las predicciones de Einstein cien años después: la detección de ondas gravitacionales.

La propia noticia fue una onda expansiva a escala mundial. Las consecuencias de este descubrimiento no son del todo previsibles por los científicos, y menos aún por todos los que no entendemos más que por líneas muy generales lo que significan esas ondas gravitacionales Lo cierto es que la noticia no corrió como la pólvora, expresión de medición de tiempo desfasada en nuestra época, sino a la velocidad de la luz.

Tres días después de ser anunciado dicho descubrimiento, 72.580 personas se sentaban en un coliseo moderno, en este caso llamado Camp Nou, y otros tantos millones de espectadores repartidos por el mundo acudían a la misma cita desde sus casas o los bares de sus pueblos y ciudades. Eran las 20:30. Había una hora y media por delante para olvidarse de la dureza de la semana, de las preocupaciones, de los problemas. Pido perdón de nuevo, en nombre de todos, si esta pequeña evasión molesta a alguien, si encuentran más coherente que estas personas se hubieran metido en la cama con una caja de ansiolíticos en la mano. Perdón.

En la mitología griega existía el Leteo, río del olvido, de donde los muertos bebían antes de reencarnarse, para olvidar así la vida pasada. Esta pasión llamada fútbol produce una hora y media de olvido, una amnesia programada que ayuda a afrontar de nuevo la vida con aires renovados. No hablaremos aquí de la violencia, pues ni el fútbol, ni las religiones, ni ninguna otra pasión genera violencia, puesto que en sus reglamentos y preceptos no se incita a la violencia.

El hombre violento encuentra motivo para su violencia en cualquier lugar, bajo cualquier bandera, sobre cualquier nombre que le sirva de pretexto. Los hombres violentos son una institución es sí, aun cuando se encuentren en instituciones opuestas, pues luchan en el mismo bando: la violencia.

Pero si los griegos tenían el Leteo, los aficionados del fútbol tienen a Leo. Porque Leo Messi también es un río. Él tiene un balón con el que debe desembocar en la portería, y en su camino admiramos los meandros, los remansos y las cataratas de ese río llamado Leo. Los meandros cuando amaga su cintura, deshaciéndose del obstáculo hacía la desembocadura con quiebros endiablados; los remansos cuando camina con el balón, reuniendo caudal pacientemente; las cataratas cuando se precipita como una exhalación torrencial al que es imposible oponer resistencia.

Sobre las 22:05 hora española Messi colocaba un balón en el punto de penalti. Recordemos que entre los millones de espectadores se encontraban tantas de esas personas con la callosidad en el alma por la angustia semanal.

Cuando se concentraron en el momento del lanzamiento su mirada estaba predispuesta a lo cotidiano: un balón dirigiéndose desde el punto de penalti directamente hacia la portería. Pero cuando el pie izquierdo de Messi entró en contacto con el balón, el tiempo se dio ínfulas de eternidad.

Leo Messi mide 170 cm., y el impacto de su pie con el balón fue tan débil y sutil como el de un copo de nieve sobre el humo de un incendio. Las ondas gravitacionales que produjo el impacto de su pie con el balón sólo podrán ser contrastadas por algunas razas inteligentes a varios millones de años luz de nuestro planeta, quién sabe cuántos millones de años después del 14 de febrero de 2016. Lo cierto es que el espacio-tiempo sufrió una deformidad, aunque esta deformidad sólo repercutiese en el espacio-tiempo del interior de cada aficionado al fútbol, y no en el mundo explícito.

Los científicos aún no se han pronunciado sobre estas ondas gravitacionales generadas por Messi, y quizá no sea competencia suya sino de los filósofos intentar discurrir sobre cómo tan pequeña aglomeración de energía pueda repercutir en el universo con una trascendencia igual a la de las explosiones estelares en supernovas o la fusión de agujeros negros. ¿Dios?


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