El aula está en silencio como esas largas madrugadas en que la creatividad choca con el sueño y me roba casi una hora de descanso. Traicionera imaginación que se cuela sin pedírselo y no entiende de clases, profesores o recuperación vital. Estoy en el aula, pero a veces está distante, como naufrago en una isla que aún no ve ayuda, aunque ya sean incontables las señales de auxilio enviadas al cielo.
La pantalla del ordenador se vuelve caliente o distante o fría o excitante, tantas horas delante de ella no deben ser muy buenas para la salud, pero el tiempo obliga, ya vendrán momentos mejores donde el placer campe a sus anchas, y se deslicen mis dedos sin temor a confundir algo bueno de algo excelente. ¿O entonces ya será todo muy aburrido? Cada uno en su mundo, chocando a veces con el de quienes tienen a su lado, a veces sin querer, otras tantas ansiándolo y el profesor mira de reojo como los cuchicheos alborotan al rebaño. Al menos, algunos profesores están en clase para guiar nuestra sabiduría y no para imponer su sabia sin réplica alguna, Para dejarnos pensar y dejar volar nuestras ideas, algo impensable en la rígida educación que abusa de la memoria, en detrimento de la propia mente. El aula por momentos se me hace grande y quisiera perderme en otra dirección, cometiendo mis propios errores, pero por suerte siempre hay una mano amiga, compañera, para evitar romper nuestra crisálida antes de la metamorfosis. Una de tantas que tiene la vida… y qué no acaben. P.D.1 Pensé poner capullo donde dice crisálida, pero dada las connotaciones despectivas que tienen en España, me limité a tan rebuscada palabra. P.D.2 Este una descripción sobre la percepción del aula para la clase de Escritura Creativa.
