"Alimentar", "construir", "ir por delante" o "guiar". Estos son algunos de los verbos fundamentales que han contribuido a enriquecer la noción de enseñar a lo largo de los siglos. Hoy sólo quería hablar acerca de la metáfora del camino, la que ha dado lugar al término curriculum. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
La imagen que podéis ver junto a estas líneas corresponde a un precioso frontispicio que aparece en la primera edición (1716) de la Historia Critica Latinae Linguae de G. Walchius. Como podréis comprobar si ampliáis la ilustración, en ella aparecen dos caminos, o vías, que llevan (o no) hasta los confines imaginarios del Lacio, representado aquí con una puerta que recuerda bastante al Arco de Septimio Severo, en Roma. La vía que vemos a la izquierda es recta y firme. Los niños pueden andar por ella sin temor a tropezar y caer. El preceptor (en esta palabra aparece el preverbio PRAE- que indica "estar por delante"), en este caso, no les precede, sino que los conduce a la manera de lo que hace un pastor con sus ovejas. Esta acción se expresa en latín mediante el verbo AGERE. La vía de la derecha, sin embargo, es tortuosa y, además, está llena de obstáculos que provocan la caída de los niños. Estos, en lugar del llegar al Vetus Latium, se ven desviados a la Insula Barbarorum. Los preceptores, asimismo, encarnan modelos contrapuestos. El buen preceptor se muestra dialogante y paternal, y señala con su dedo índice el lugar al que deben llegar sus discípulos. El mal preceptor sostiene una férula y, curiosamente, lleva gorro y lentes, que lo afean bastante. En lugar de dialogar con sus alumnos, el mal preceptor dicta lo que dice el libro que sostiene en su mano izquierda. La aparente ingenuidad del grabado, que no hubiera descubierto, por cierto, en caso de haberme quedado en la segunda edición de la obra de Walchius, encierra todo un imaginario educativo digno de ser tenido en cuenta. Los versos de Virgilio que aparecen al pie del grabado confieren a la metáfora la dignidad de la historia mítica de Roma: los niños van al Lacio de la misma manera que Eneas llegó allí tras la caída de Troya, en busca de una tierra prometida: tendimus in Latium. Esta imagen de la Via in Latium que nos lleva, precisamente, al territorio de la República literaria ha sido de lo más productivo e incluso ha motivado el título de algunos libros. Pongamos dos ejemplos significativos sin salir de España. En 1792, Fray Vicente Navas publica su Compendiaria via in Graeciam e in Latium con el pseudónimo de Casto González Emeritense. En 1924, el latinista y sacerdote aragonés Pascual Galindo Romeo da a las prensas su Viam ad Latium. Ambos libros, en la distancia temporal que los separa, suponen pequeños hitos para el estudio cabal de la enseñanza del latín en España. El primero, de 1792, introduce el conocimiento de lo que por aquel entonces se llamaba Historia literaria, pero que tuvo un vida efímera. El segundo, de 1924, introduce el canon arcaico y tardío de la latinidad para el conocimiento de la historia de la lengua latina. Tales aspectos, en su sutileza y discreción, configuran también parte de nuestra historia educativa, pero si no los estudiamos y reivindicamos los profesores de latín jamás saldrán a la luz. Cada vez me siento más fascinado por los estudios relativos a la historia cultural de los estudios clásicos en la España moderna. Hoy sólo quería daros una brevísima muestra. FRANCISCO GARCÍA JURADO