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Si buscamos una razón por la cual México no avanza como debiera, en realidad encontraríamos muchas explicaciones y es muy triste reconocerlo porque es un país que tiene todo el potencial humano y natural para lograrlo.
En esta columna no me es posible resumir todas, pero me gustaría comentarles un par de fenómenos aparentemente opuestos que he tenido la fortuna de experimentar en las últimas semanas y me digo afortunado porque recordemos que lo que no te destruye te hace más fuerte. Estos podemos aplicarlos a cualquier campo, ya sea en la política o bien en la ciencia y medicina que son los temas que nos ocupan en esta sección. En realidad estimado lector puede llevarlo a su vida diaria.
En México tenemos la mala costumbre de envidiar el éxito de los demás. Por lo general, cuando alguien triunfa, ya sea en lo personal o en lo profesional, no tardan en aparecer los comentarios de envidia e inclusive las acciones contra de él. No importa de que se trate, ya sea de un nuevo trabajo, un mejor puesto laboral o buenos resultados en la escuela, quien lo alcance se enfrentará a la crítica de quienes lo rodean y a las trabas que muchos le pondrán en el camino.
Por el contrario, tenemos la costumbre de cuidar al ‘desvalido’ si importar el por qué de esa situación. Estamos acostumbrados a un falso paternalismo, en donde creemos que el más ‘débil’ debe ser abrazado, arropado y apoyado y no siempre está en solucionarles sus problemas o defenderlos en forma sistemática la mejor manera de ayudarlos. Es por ello que constantemente los charlatanes utilizan el supuesto ataque de las grandes industrias farmacéuticas como gancho para que cientos sino es que miles de incrédulos y paternalistas caigan en sus redes y así vender gotas cura todo.
Al ser casos opuestos, ¿cómo saber que no caemos en alguno de los extremos? Mientras en unos han invertido su tiempo, dinero y mucho esfuerzo para llegar a donde están, los otros únicamente necesitan de un poco de entrenamiento histriónico para convencer a la población. Aprovechan la ignorancia de la gente respecto a lo complicado y caro de la investigación farmacéutica y los embaucan para que compren agua y azúcar a precio de oro.
Este mismo fenómeno lo vemos en los padres que tal vez guiados por el amor o tal vez por un falso orgullo, piensan que sus hijos deben de pasar cualquier materia y que si no lo hacen la culpa es única y exclusivamente del profesor, por lo que educan a sus hijos en este vicio, en donde pensamos que debemos obtener cualquier cosa por la vía sencilla, sin luchar o trabajar para conseguirlo.
Esta estúpida forma de pensar nos ha llevado a estar como estamos, un país que teniendo todo el potencial para salir adelante se queda estancado sin avanzar, todo porque esperamos que el otro lo haga otro por nosotros ya sea “porque es su obligación”, “para eso le pagamos”, “él quiso ser presidente o director” o bien “para eso estudio lo que estudio”.
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