Revista Historia

Mezzofanti, el cardenal que dominaba 78 idiomas

Por Ireneu @ireneuc

Uno de los ridículos que más a menudo nos hacen pasar nuestros políticos es el hecho que, para encontrar uno que al menos se defienda en inglés, tienes que poner una instancia. Día si y día también, nuestros gerifaltes, a pesar de la necesidad de comunicarte de tú a tú en un mundo globalizado, tienen que ir todo el día de la manita del intérprete de turno porque si no, no sabrían ni pedir un café. Sea como sea, el poliglotismo general de los españoles -a excepción hecha de honrosas excepciones o de las zonas donde otras lenguas conviven con el castellano- es ciertamente penoso, y sacarlos de su zona de confort de la "lengua del Imperio" es lo más parecido a meterlos en una olla de aceite hirviendo. Con todo, el esfuerzo de conocer una lengua extranjera no tendría porqué ser ningún drama para nadie, ya que una cosa es aprender a defenderse en inglés (o cualquier otra lengua) y otra pretender llegar al nivel del Cardenal Mezzofanti. Para su información, este religioso italiano llegó a dominar nada más y nada menos que 78 idiomas. ¿Cómo se le queda el cuerpo?

El Cardenal Giuseppe Gasparo Mezzofanti fue un religioso italiano que, nacido en Bolonia (Italia) el 19 de septiembre de 1774, destacó sobre todo por su excepcional capacidad de aprender idiomas. Una capacidad que le sirvió para que, con tan solo 23 años, a la vez de ser ordenado sacerdote y tras haber estudiado filosofía, teología y lenguas orientales en el seminario, obtuviera la cátedra de hebreo, árabe, lenguas orientales y griego por la Universidad de Bolonia. Lo que vendría a ser un ni-ni, vamos.

Durante el cambio de siglo, Mezzofanti se dedicó a ser asistente de los hospitales de la zona y a cuidar a los numerosos heridos extranjeros que iban llegando procedente de las guerras napoleónicas. Situación que le permitió entrar en contacto con nuevas lenguas y aprenderlas como quien se aprende la lista de la compra. La capacidad de absorber idiomas del futuro cardenal llamó tanto la atención que hasta el propio Napoleón, en 1806, le ofreció un puesto en París, aunque el hombre rechazó tan insigne invitación. Con todo, en 1831 y después de pasar diversas vicisitudes, es fichado por el papa Pio VII para la Congregación para la Propagación de la Fe, órgano eclesiástico que coordinaba los asuntos relacionados con las misiones en todo el mundo. Obvia decir que Mezzofanti, en esta función que le permitía estar en contacto con gente de todo el planeta y aprendiendo sus idiomas, se encontraba como gorrino en cochiquera.

En 1833, fue nombrado supervisor jefe de la Biblioteca Vaticana y en 1838, fue ordenado cardenal y director de estudios de la Congregación para la Propagación de la Fe. Mezzofanti murió en Roma el 15 de marzo de 1849, pero su fama y su capacidad políglota, lejos de irse con él a la tumba, han logrado trascender hasta la actualidad.

Efectivamente, él mismo, en vida, reconoció que hablaba con cierta fluidez unos 78 idiomas (la lista entera se la ahorro, pero puede buscarla en la webgrafía). No obstante, años después, Gaetano Minarelli -un sobrino suyo- rebuscando entre sus papeles y su documentación, llegó a la conclusión de que, entre idiomas y sus dialectos, su tío podía expresarse más o menos decentemente en unas 114 lenguas diferentes. Ahí es nada.

La capacidad de aprender idiomas del cardenal Mezzofanti, parece ser que se debía a poseer una portentosa memoria y -según estudios neurológicos recientes- al hecho de que los hiperpolíglotas tienen más desarrollada la parte del cerebro que corresponde a la gestión del lenguaje. En el caso personal del cardenal, parece ser que, conforme iba adquiriendo nuevos idiomas, mayor era la capacidad para aprenderlos, habida cuenta que podía sacar patrones de relación entre las diversas lenguas ( ver Papúa-Nueva Guinea, el país de las 830 lenguas). Al fin y al cabo, todas las germánicas, eslavas, románicas, etc... tienen en común una regla general, más evidente cuantos más idiomas de esos grupos conoces. Si, encima, tienes una memoria tremenda, el resto viene solo, claro.

Así las cosas, la gente, conociendo la destreza de Mezzofanti con los idiomas, no dudaba en ponerlo a prueba, haciéndole preguntas cada uno en su lengua materna. Preguntas que el cardenal respondía una a una en su lengua correspondiente... aunque, todo sea el decirlo, alguna vez se encontraba con sorpresas.

Uno de los días el lexicógrafo ruso Adalbert Vikentievich Starchevsky, le hizo una pregunta en un idioma que descolocó a Mezzofanti: se trataba de ucraniano. Mezzofanti, ni corto ni perezoso, invitó a Starchevsky a encontrarse dos semanas después. Pasados los 15 días, la sorpresa se la llevó el académico ruso, ya que pudo entablar una conversación en ucraniano con el cardenal. Sea como sea, algún idioma se le atragantó más de la cuenta. Tal fue el caso del chino, el cual le costó la friolera de... ¡4 meses! Y es que, en el fondo, el clérigo políglota era humano (nótese la ironía).

En conclusión, que si bien el Cardenal Mezzofanti era un portento de la naturaleza, nadie ha dicho que tengamos la obligación de aprender todos los idiomas que él llegó a dominar. No obstante, igual que no es necesario llegar a un extremo, el hecho de negarse a hablar ningún otro idioma excepto el materno o el oficial y, encima, ser prepotente despreciando el de los demás ( ver La trascendencia de un idioma despreciado ), lo único que demuestra es cerrilidad e ignorancia supina.

Mezzofanti con sus decenas de lenguas era capaz de comunicarse, a efectos prácticos, con toda la humanidad. Por contra, el rastrero "que aprendan ellos", en un mundo intercomunicado hasta la nausea como el de hoy, es, simple y llanamente, hacer oposiciones a no salir del lavabo de casa.

Para recapacitar.



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