Guillermo Yáñez1hEsa mañana debía estar a las 8 en punto para empezar a repartir un panfleto sobre el fascismo en la UTE y que coincidía con la visita del Presidente Allende. Me sorprendió que al encender la radio esta solo transmitia marchas militares lo que antes de las 7 era una bofetada para mis hijos pequeños. Me afeité y duché en silencio, me despedí de mi familia y partí pensando en lo que tendría que hacer al llegar a la Universidad. Circulé tranquilamente desde Villa El Dorado hasta las cercanías de la Estación Mapocho, cuando me encontré con una columna de vehiculos militares pero con algunos vehículos civiles llenos de soldados… me dije a mi mismo que deben ir al Parque Cousiño para la preparación de la Parada del 19 de Septiembre. Cual sería mi sorpresa que al llegar al estacionamiento de la Facultad de Ingenieria, éste estaba casi vacío, al caminar hacia mi oficina me encontré con dos estudiantes que me miraron raro y me preguntan que a donde voy y les digo que a mi trabajo y ellos me dicen que todos estan en la casa Central para organizar la defensa de la Universidad frente al golpe… Me sentí un imbecil despistado, respiré profundo y caminé rapido hacia la Rectoría, al pasar frente a la radio me encontré que estaba en silencio y coincidí con un colega que me cuenta que durante la madrugada un pelotón militar quitó los crustales de la emisora, como tonto miré hacia los ventanales pensando que los habían roto pero éste me explica que son las partes principales del equipo transmisor. Me dí vuelta y fuí a buscar mi auto para estacionarlo frente a la entrada de la Casa Central. Al entrar me encontré con todas las caras largas, algunos lloraban y otros fumaban como locomotoras, Al cabo de algunos minutos tomé consciencia de la situación y creí derrumbarme. En eso apareció Victor Jara y otros musicos que entonarón canciones a la entrada del Consejo, al poco rato salió el Secretario Nuñez y leyó un documento a nombre del Rector pidiendo a todos de quedarse en la Universidad. Despues de unos minutos salió el Rector Kirberg junto a otros dirigentes hacía la entrada para hablar con un grupo de aviadores que llegaron con cascos y armamentos. Enseguida el Rector desde la escalera del recinto pidió a todo el Mundo de ir hacia la Esciela de Artes y Oficios, primero las mujeres y los niños de la guardería, dijo que los militares habían garantizado la seguridad para todos y que se iba habilitar la cocina para dar comida a todos y repartir las salas de clase como dormitorios finalmente se nos aseguró que al día siguiente podríamos ir a nuestras casas cuando todo estuviese en “orden”. Ya me preparaba para ir caminando junto a otros hacia Artes y Oficios cuando alguien empezô a gritar preguntando por el dueño de un auto azul a la entrada y me dî cuenta que se referîa al mio, y en menos de un minuto se me ordeno de sacarlo de inmediato porque obstruîa la entrada en caso de ataque armado. Me subî a mi coche y empezê a buscar estacionamiento y a donde llegaba me hacîan señas para no hacerlo, asi me encontré en las cercanîas de la calle Portales cuando una patrulla militar me ordenô circular y rapido. Sin darme cuenta me encontrê en la calle Matucana completamente desierta y emprendî camino de regreso a mi casa luego que otro colega que me segîa me indicô que ya no se podîa volver a la Universidad porque estaba rodeada de militares, Seguî mi camino y despues de detenerme varias veces por patrullas que me hacîan abrirme de piernas , mostrar carnet y preguntarme donde iba, me ordenaban seguir. La ultima vez que me hicieron parar fue frente a la Clinica Santa Marîa y allî me tuvieron mas de una hora mientras se oîa en el cielo la pasada de aviones y helicopteros que yo no los vî porque estaba con las manos apoyadas sobre el techo de mi auto mientras escuchaba la voz de un suboficial que agrandes voces decîa: “qué vamos hacer con todos estos huevones” recien ahî me percaté que eramos varios en la misma postura. El sargento 2* me entregó mi carnet, me miró fijo y me dió media hora para llegar a mi casa y que me me cortara la barba que llevaba. Así llegué a mi casa a las site de la tarde, la que era mi esposa me miró sorprendidad porque a ella le dijeron que nos habían apresado a todos en la Universidad y que yo estaría en el Regimiento Tacna. Una vecina me ofreció un vaso de pisco, lo tomé de un sorbo y me puse a llorar, mis sueños e ilusiones revolucionarias se terminaban bruscamente. Mas tarde escuché las noticias oficiales en la televisión y no pude dormir escuchando las balceras en el campamento Ñancawasu en la cercana avenida Kennedy.
Revista América Latina
Mi 11 de septiembre de 1973. guillermo desde montreal
Publicado el 03 febrero 2014 por Adriana Goni Godoy @antropomemoriaSus últimos artículos
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