Revista Cultura y Ocio

Mi abuelo y las patrullas de la FAI

Publicado el 15 septiembre 2012 por Srabsenta @srabsenta

Mi abuelo y las patrullas de la FAI

Mi abuelo materno, Pere Freixas Badía

  Lo que ahora voy a explicar, o mejor dicho transcribir, es parte de los apuntes de mi abuelo materno, Pere Freixas Badía, que durante la Guerra Civil fue detenido por los miembros de la FAI y encarcelado en una checa del barrio de la Bonanova. Tuvo suerte de salir con vida para contarlo y dejarlo escrito para que yo, su nieta que no lo llegó a conocer (murió mucho antes que yo naciera), lo leyera y decidiera hacerlo público en un blog.El manuscrito llegó a mis manos de forma casual este mismo verano mientras me encontraba de visita en casa de mi madre. Curiosamente, esa misma mañana había estado leyendo en “Barcelona rebelde” de Guillem Martínez la historia de su tío Cristóbal, joven miembro activo de la FAI durante la Guerra Civil, que ya mayor y enfermo de cáncer lloraba al recordar a los “Amargados”. ¿Qué quienes eran esos? Pues militantes de la CNT, ya mayores en la Guerra Civil, que se negaban a hacer prisioneros. Todo lo contrario a lo que parece que era el tío Cristóbal que de mayor lloraba por los pecados de su juventud.

Mi abuelo y las patrullas de la FAI

Mi lectura playera de estas vacaciones

Con la historia del tío Cristóbal bien fresca en mi memoria, esa tarde mi madre me habló de un libro muy antiguo, según ella, que tenía guardado en un armario y que quizá me podría interesar. Y sí, el libro tenía su interés pero no le mostré mucha atención porque lo que contenía en su interior era un tesoro para mi. Un montón de apuntes tomados por mi abuelo antes y después de la guerra civil que, tras leerlos con atención, decidí compartir con mis lectores por su doble valor histórico y sentimental.

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Historias morales, 1923. En su interior estaban los apuntes de mi abuelo

Lo que aquí cuenta mi abuelo es la otra cara de la moneda del libro de Miquel Mir “Diario de un pistolero anarquista”, basado en el diario personal de un miembro de la FAI, escrito durante su exilio en Londres. Por lo visto, el pistolero en cuestión, formaba parte de una de las patrullas barcelonesas que, al principio de la guerra, pululaban por la ciudad incautando bienes, deteniendo y ejecutando personas “sospechosas” de traicionar la revolución como creían que era mi abuelo.
Mi abuelo y las patrullas de la FAI
Por la redacción del texto, deduzco que las vivencias de mi abuelo en la checa de la Bonanova (en la finca llamada Monells), deberían ser escritas en 1939 una vez acabada la guerra  tras la entrada de las tropas franquistas en la ciudad, años después de haber  sido apresado.
A parte de este primer texto, que transcribo íntegra y literalmente respetándolo por completo tal cual fue escrito en su momento con faltas de ortografía incluidas,hay muchos más que he encontrado y que iré subiendo al blog, por partes. Dicho esto, les dejo con l’avi Pere y su historia.
“Una de las chekas que más actividad desplegaron en sus refinadas criminalidades durante los primeros meses de la anarquía roja, estaba situada en la calle Arrabal números 42 y 44 (carretera del cementerio de san Gervasio) y en las fincas llamadas de Monells y la contigua. Aquella la habían habilitado de cárcel y en la contigua que hicieron comunicaron haciendo paso por la valla, tenía establecido el tribunal compuesto por una especie de cuartel general de la FAI.
De todas las demás chekas se ha hablado estos días debido a que algunos han escapado para contarlo. En la que hago referencia y en aquella época en que la caída de Madrid parecía inminente la muerte hizo callar a todos los que desgraciadamente pasaron por aquellos lugares.  Aquella cheka era de muerte.
Al frente de ella estaba un individuo de baja estatura llamado Escorza, natural de Alcañiz, el cual no podía sostenerse derecho y andaba a duras penas con muletas. De tipo degenerado, giboso, estaba a las órdenes de otro superior jerarquía criminal invisible, al cual comunicaba y de él recibía las órdenes de muerte por teléfono.

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Manuel Escorza del Val, dirigía el Servicio de Investigación de la CNT


Las víctimas eran conducidas allí en sendos automóviles y custodiadas por unas patrullas compuestas de pistoleros de producción nacional roja a los que acompañaban indistintamente algunos apaches, la mayor parte oriundos de los barrios del hampa Marsellés. Después de interrogados los detenidos y despojados de cuanto valor llevaban encima así como también de toda documentación, eran conducidos a la finca de Monells donde quedaban encerrados e incomunicados en unas mazmorras inmundas chorreando agua por todas partes, en cuyas pocilgas había un colchón tirado al suelo por todo ajuar, empapado completamente del agua que rezumaba por las paredes. Increíble parece que en una finca de aspecto señorial hubiera estos departamentos que parecía hechos ex profeso para estos suplicios.
Los desgraciados, al entrar eran registrados en un libro, cuyas salidas eran marcadas con lápiz encarnado, señal especial del triste fin, cuyo epílogo tenía como final el depósito de cadáveres del Hospital Clínico. Pude observar en un momento ocasional comprobando con horror que casi todos estaban tachados con el siniestro color encarnado.Las comidas consistían por la mañana en una taza de café que de esto solo tenía el color, sin azúcar; al mediodía una ración de patatas hervidas solas, pan seco y agua y por la noche un plato de legumbre sin más.En el turno de los 12 días que estuve allí detenido, los 11 incomunicados que estaban conmigo, estos no vieron nunca más la luz del sol.Alguna vez nos levantaban la incomunicación para obligarnos a trabajos forzados. Acarreamos a nuestras espaldas más de 20 toneladas de techos de piedra para hacer el paso entre ambas torres y si en el trabajo alguno desfallecía, lo animaban a culatazos y golpes de cañón con las pistolas enormes de que iban provistos siempre aquellos esbirros.Uno de aquellos días para variar, nos ordenaron que limpiásemos el inmenso jardín de los millares de hojas caídas de los árboles (plátanos) que cubrían como una alfombra el suelo. Para ello era indispensable que cogiéramos las hojas una por una.  Mientras se hacía esta operación, vieron que en el jardín existía una red de mangas de riego, lo cual les sugirió la idea de divertirse abusando de nuestra desgracia y desamparo. Nos hicieron aliviar de ropa y en aquel mes de noviembre tuvimos que sufrir las duchas de agua fría hasta que, cansados al cabo de una hora abandonaron este suplicio, deliberando entonces entre si en voz alta escogiendo cada uno a un favorito de nosotros para que cuando llegase el turno sirviéramos de blanco para estrenar  sus flamantes pistolas.A estos escarnios añádase el de limpieza obligada de los escusados, limpiar los platos, fregar y barrer los suelos para lo cual nos hacían levantar a la 5 de la mañana y luego recoger la basura del jardín que estaba amontonada desde mucho tiempo en la que, los gusanos de las comidas en descomposición salían entre restos de cristales y vajillas rotas. Revueltos con estos detritus estaba la documentación de las víctimas inmoladas, entre las cuales vi con estupor la de una familia habitante en la plaza Bonanova que faltó de su casa y nadie supo de su paradero. Solo la documentación delató el triste final del padre y tres hijos.Su actuación la hacían en la forma siguiente: Para ir a efectuar un registro, en el automóvil iba el chófer, un apache. 2 de la FAI y el esbirro que era un individuo al que llamaban Bonet, los cuales para legalizar su visita pasaban a buscar un número del control de la Generalitat del puesto de la plaza Molina, el cual a la llegada a la casa de la víctima de turno enseñaba la placa y daba a la cosa como de un carácter oficial y sin peligro alguno. Después empezaba el registro que terminaba en saqueo finalizando con la detención del infeliz que había sido el objeto del asalto.Una vez terminado este, antes de ir al tribunal consabido, pasaban por el cuartelillo de las patrullas de la plaza Molina y dejaban el control, encaminándose el auto al Palacio nombre que daban a la finca contigua a la de Monells donde dejaban el botín y al preso.El botín era entregado a Escorza y demás camaradas que lo analizaban y hacían sus comentarios. Después lo pasaban a un departamento contiguo, donde un camarada experto separaba sentado a lo moro encima de una alfombra los brillantes del oro y cuando había lo suficiente, pedían una plaza por correo a la Air France, cuya compañía parece tenía interés en servirles pues siempre les reservaba un sitio que uno propio de ellos conducía a buen recaudo el botín que recogían periódicamente, cuyo producto según versión de Escorza era para adquirir armamento.Aprovechando en viaje del emisario, depositaban en el correo en Francia, varias cartas redactadas por ellos mismos en una sección especial que tenían a tal efecto las cuales eran dirigidas a varias personas de posición de esta ciudad en cuyas redacciones intercalaban términos comprometedores para su régimen lo que obligaba al censor de frontera a entregar la correspondencia que caía en sus manos, al servicio de investigación de la generalidad, que no era otro sino el que se hace mención en este escrito.Esta era la forma de tener un motivo (la detención y registro) para cuando se encontraban en el caso de que daban con personas que no tenían otro delito que el de tener buena posición y de posible botín.Mi detención fue apoteósica, cercaron la torre donde habitaba y a mi llegada se me echaron encima temerosos de que me escapara encañonándome todos los asaltantes en rueda sus pistolas. No era para menos pues la presa que ellos creían hallar en mi era la de un espía de una principal personalidad financiera muy influyente, amén de ser acusado  de auxiliar para la evasión de unos familiares míos. Ítem acusación de fascista por una firma apócrifa y finalmente una orden de careo con un individuo acusado de espionaje. 
No puedo concebir como pude obtener la libertad con todos estos cargos; solo atribuyo el que se debieron considerar bien pagados con el soberbio botín que cogieron en mi casa que ascendía a cerca de medio millón en joyas. Al liberarme me dieron la consigna de que cualquier divulgación de lo visto respondía con mi vida, recomendándome que para mi saluddebía ser ciego, sordo y mudo.De entre los que tuvimos la desgracia de caer en manos de aquellos criminales, recuerdo que mataron a una dama venerable por el delito que según ellos habían comprobado que escuchaba la radio facciosa de Queipo.

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El general Queipo de Llano en su despacho militar

Por asuntos de su profesión, suprimieron al abogado Don Pedro Amat Rutllan.Por pertenecer al Grupo Alfonso quince años antes mataron al súbdito cubano Pedro Muñoz Ruíz, que vivía en la calle Conde del Asalto, 8, 1º. A este le hicieron firmar 4 cheques de 50.000 pesetas cada uno cargo del Credit Lyonnais, donde tenía una cuenta muy importante, a cuya esposa avisé a mi salida desbaratándose todos los planes y luego amenazaron con matarla, pero como que la cosa se divulgó por el barrio, se asustaron y no volvieron más a molestarla.Por igual delito de haber sido del Grupo Alfonso mataron también a un abogado amigo del Sr. Muñoz, persona de edad avanzada.A la misma noche de mi libertad y en el mismo coche subieron al farmacéutico Sr. Surós, hermano del catedrático del mismo nombre, por haberle hallado en las listas del partido radical fue acusado y condenado a muerte. También condenaron a la última pena a mi amigo Fco. Pujol Campins, natural de Vilassar de Mar y director de la fábrica del vídrio de Badalona. Acusáronle de vil burgués haciéndole los cargos de que había tratado mal a los trabajadores.Al desgraciado le ataron una soga al cuello y lo llevaron arrastrando más de dos quilómetros por carretera hasta que la cuerda se rompió y entonces parando el auto hicieron bajar a Surós para que viera lo que tenía el ahorcado. Mientras estaba viendo en informe montón humano, le descerrajaron a tiros quedando el Surós tendido en cruz encima del otro. Al día siguiente se pudieron ver sus cadáveres al Clínico, uno de ellos aún con la soga al cuello.Posteriormente después de haber suprimido unas 500 víctimas a juzgar por el registro encarnado cerraron la cheka pasando a engrosar las filas de la otra tristemente célebre cheka de San Elías donde el Escorza desplegó sus más refinados instintos criminales.

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La checa de San Elías, actual parroquia de Santa Agnés (C/ San Elías, 23)


Los apaches entonces les sobraron por bastarse los de aquí más que suficientemente duchos por sus criminalidades y se establecieron en una torre contigua a la cheka de la calle Vallmajor hasta las vigilias de la entrada del ejército liberador de Franco que huyeron con todos los demás valientes.

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Celda de tortura psicotécnica en la checa de la Calle Vallmajor 29, actual Iglesia de las Agustinas

Si por el delito de ser rico se mató a tanta gente y por pertenecer a determinadas asociaciones políticas se suprimió tanto desgraciado, si los rojos siguiesen los mismos ejemplos pusieron en juego al principio de la revolución, tendrían ahora que matar desde Negrín hasta el último ministro y desde el primer dirigente de las sindicales hasta el último enchufado ya que todos van cargados con bala. En cuanto a la supresión que hicieron por simpatizantes con tal o cual partido político, a seguir el ejemplo, ahora tendríase de suprimir a todos cuantos formaron parte de los sindicatos que equivale a decir el todo Barcelona.
Las noches eran terribles. Todos sabíamos lo que significaba el rechinar de la cerradura que abría la puerta de hierro de nuestra cárcel.A su ruido, como movidos por un resorte nos quedábamos todos en pie contra la pared como espectros con la sangre paralizada en nuestro corazón. Sabíamos que el que era llamado no volvía más.
Las mujeres estaban en un departamento contigui al de los guardianes y más de una noche oímos horrorizados sus demandas de socorro en defensa de su honor, cuyos horrores borraba la muerte después."

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En opinión de mi abuelo esta era la España del 36

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Mis abuelos Pere y Montserrat



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