“Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas” J.L. Borges- El AlephUrbana Luna Como Borges, yo también tengo un Aleph en casa. El mío está en el salón, frente al sofá donde duermo la siesta y mide 34 pulgadas. Aunque no posee la característica forma esférica, estoy convencida de que es auténtico, no solo por su brillo tornasolado de fulgor insoportable, sino porque cada cosa es infinitas cosas y en su interior está contenido el Universo. Ayer vi un laberinto roto, pero no era Londres, era la cárcel de Soto del Real. Las celdas estaban repletas de tipos con corbata y traje. De pronto las rejas de metal saltaban por los aires y los ilustres presos salían por los corredores con paso chulesco repartiendo billetes a los presos de toda la vida. Vi billetes de cinco euros. Los ricos no se estiran.Vi un ejemplar del Mundo, otro del País y otro de la Vanguardia; las palabras, los párrafos y los titulares se intercambiaban en alegre fraternidad entre las portadas de los tres diarios. Una, grande y libre, cantaban a coro las letras.Vi a Bárcenas escribiendo un diario, a Rajoy fumándose un puro y a un perroflauta liándose un porro. Vi una manifestación de batas blancas, o quizá era una procesión, o ambas cosas. Vi a un parado cobrando una chapuza en dinero negro, vi a su mujer que ocultaba unos embutidos de Carrefour entre los pliegues de la falda. Vi a un ministro declarando que la economía es una flor de invernadero. Vi un invernadero lleno de plantas carnívoras. Vi toda el hambre de África contenida en la tripa hinchada de un niño. Vi a todos los niños y a sus progenitores reflejados en un espejo. Los espejos son perversos, nos hacen creer que Uno es igual a Infinito. Quizá sólo vi un niño. Sentí el mismo vértigo que sintió Borges ante su Aleph y cerré los ojos y me fui deslizando hacia el territorio oscuro donde nada sucede y tuve un sueño sin sueños.