Lo que más me gustó de Japón fueron las personas y por ello, las mayorías de las anécdotas que tengo sobre mi viaje a este país tienen que ver con las personas que allí conocí y que han quedado marcadas en mi vida.
Uno de los sitios que visitamos mientras estuvimos en Tokio fue el palacio imperial. El lugar estaba lleno de personas y le comenté a mi pareja que me asombraba la cantidad de japoneses que visitaban el palacio.
Al poco de sentarnos para descansar un poco, se nos acercó un japonés, se sentó a nuestro lado y empezó a hablar con nosotros en inglés. En un primer momento nos sorprendió que nos empezara a hablar porque pensábamos que los japoneses eran más introvertidos pero a los pocos minutos estuvimos manteniendo una agradable conversación y nos contó que venía representando un pueblo cercano de Tokio y que había quedado para reunirse con el ministro.
Al poco de empezar a hablar, le comenté que no me imaginaba que tantos japoneses viniesen a ver el palacio imperial. A esto el japonés empezó a reírse y me dijo “No son japoneses, son chinos“. Después de ese fenomenal comienzo, me explicó que antes eran ellos los que visitaban China y que ahora todo ha dado la vuelta y son muchos los que vienen a Japón de visita.
Curiosamente no fue la única vez que me hablaron sobre China en este viaje y el giro que han dado en algunos aspectos: un guía nos comentó algo parecido pero sobre el arroz. Antes el mejor arroz era para los japoneses y ahora el arroz de mejor calidad se exporta a China.
Al cabo de un rato, se despidió de nosotros, nos deseó un buen viaje y se acerco a un grupo de mujeres que estaban haciéndose fotos, sacó la cámara, les hizo un par de fotos y tras lo cual siguió su camino hacia la reunión.
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