Relación de emociones y alimentación
Cuando nos enfrentamos a un diagnóstico de cualquier patología, es común presentar cuadros de ansiedad más o menos severos. Dicha ansiedad es lógica y fisiológicamente esperada ante la incertidumbre y el miedo de lo que pueda deparar en un futuro la enfermedad. Pero las herramientas que cada paciente utiliza para relajar esos momentos ansiosos, pueden hacer que se gestione de forma saludable, o por el contrario, agravar los síntomas y convertir el día a día en un círculo vicioso negativo que acabe empeorando el estado anímico y físico del paciente, dificultando a su vez la recuperación de la patología diagnosticada.Una de las herramientas que calman con más facilidad altos niveles de ansiedad es la comida. Es más común de lo que parece encontrar en consulta pacientes que reconocen comer en muchas ocasiones sin tener necesidad de ello. Estos patrones de ingesta vienen dado por los cambios hormonales generados en el cerebro y por sistemas de recompensa que se activan al comer.Y es que el comer nos da placer. En 2013 en la Universidad de Alabama se realizó un cuestionario sobre qué alimentos son los más deseados y los motivos que impulsan a comerlos. Dejando a un lado los alimentos más demandados (cada cual puede conocer sus debilidades), la lista de razones para comenzar a comer eran sobre todo emocionales, sociales o psicológicas. Ejemplos: “olvidar preocupaciones”, “los amigos presionan”, “fiestas y celebraciones”, “estoy deprimido”, “momento de placer”, “aburrimiento”, “olvidar problemas”,… Estas necesidades demandadas están muy muy alejadas del típico balance energético que indica que comemos para nutrirnos y que la solución para equilibrar energía está en “menos plato y más zapato”. Ojalá fuera tan simple!!!La regulación de apetito y saciedad está mediada por el hipotálamo. Pero esta regulación es más compleja de lo que pueda parecer. Existen multitud de señales internas y externas que influyen, y entre ellas puede interferir el circuito de recompensa que muy a menudo se activa con ciertos alimentos más placenteros. Dicho circuito también es bastante complejo pero tenemos un neurotransmisor protagonista en él, que es la dopamina.Cuando un alimento tiene sabor potente y placentero tiene capacidad de activar el circuito de recompensa elevando este neurotransmisor y sintiendo satisfacción por el momento de placer alimentario vivido. Si este acto puntual, se utiliza de forma reiterada para calmar la ansiedad, es muy susceptible de convertirse en rutina. Cuando nos encontramos en este punto, nuestro cerebro es capaz de predecir el momento placentero antes de que suceda. Por ejemplo, si asociamos la merienda a: “me encuentro triste y decaída, voy a tomarme un dulce”, y esto se repite en el tiempo, tu cerebro es capaz de segregar dopamina antes de ingerir ese dulce anticipándose al momento de recompensa y se eleva aun más su concentración en el momento puntual del consumo del dulce.El círculo de recompensa que se activa con estos alimentos, hace que en el momento de su consumo prevalezca la sensación de placer antes que la saciedad, por eso es difícil parar de consumirlos. Siempre paramos tarde, cuando el estómago se resiente y las calorías consumidas se han multiplicado por 3 a las gastadas en un día por tu metabolismo.