Hace justo un año publicaba un post sobre un fuerte brote de dermatitis atópica que aquejaba a mi hija pequeña. Es verano y el sudor, unido a los chapuzones diarios en la piscina mantiene su piel con alguna roncha y picores –la playita le va a dar un respiro- pero soy yo la que ando fastidiada, aquejaba de un tipo de dermatitis más extraña, con un picor espantoso en las manos, una afección me que provoca una quemazón bestial. Tengo la sensación de que mis dedos arden, literalmente. Esto se llama dishidrosis, una afección cutánea no contagiosa, pero muy latosa. Nunca la había padecido y espero no volver a sufrirla.
Me dio ayer la doctora, entre otras recomendaciones, la de que evite el agua o que me proteja del contacto con la misma salvo lo imprescindible. Es una tarea hercúlea estando en verano. Aparte de la piscina, me ducho unas dos veces diarias, así que, empezando por ahí, mal vamos. El agua del mar tampoco es lo ideal, al revés que para otras dermatitis.
Como soy algo obsesiva y ahora de vacaciones me acuesto muy tarde, he estado buscando bastante información en internet y se me caía el alma a los pies viendo fotos de manos descamadas, en carne viva por la dishidrosis. Supongo que en estadíos muy avanzados. No voy a llegar a esos extremos, soy ultra meticulosa con las prescripciones médicas y el tratamiento voy a hacerlo a rajatabla.
La mayoría de la gente con una piel sin estos padecimientos piensa que las dermatitis, atopías y los eccemas cutáneos son males menores. Algunos lo califican de chorradas, tal cual. No son graves, pero pueden resultar muy molestos e impedir cosas tan cotidianas como caminar, cuando la zona afectada es la piel de la planta de los pies –conozco gente a la que le ha sucedido-. Todo ello unido a que el aspecto es antiestético y la gente enseguida cree que es algo contagioso.
Tengo la piel regular desde pequeña y nis hijas también. Entonces éramos poquitos los niños que andábamos con estos rollos -ni siquiera se nos llamaba atópicos-, pero ahora hay un montón de críos con atopías y cada vez más adultos. Será la contaminación o la exposición a químicos y, como dicen algunos, el clima excesivamente seco de Madrid. Si pudiera, por este y otros motivos, yo emigraba al norte peninsular, pero como no es posible, cortisona y mucha paciencia.