Revista Medio Ambiente

Mi dificultad con la regla “entra uno – sale uno”

Por Valedeoro @valedeoro

Probando zapatosUna herramienta básica del minimalismo pragmático es la idea de que por cada cosa nueva que entre en tu casa, otra tendrá que salir (“entra uno – sale uno”). Es una tarea fácil en caso de cazuelas, ropa mal-amada o toallas desgastadas. El reto se presenta cuándo le toca a una de mis prendas favoritas, como mi rebeca azul o mis zapatillas-que-combinan-con-todo.

Los estragos del cariño de uso

Mi ropa disfruta (o sufre) de un uso muy intenso, debido a mi armario optimizado por el Proyecto 333. Con poca excepción mis prendas combinan entre si, lo que me permite un sinfín de opciones a la hora de vestirme. Desde hace más que tres temporadas mi selección incluye una rebeca turquesa de Armed Angels, genial para darle a mi ropa un toque de color. Otro favorito eran unos zapatos-que-combinan-con-todo, un regalo de mi madre de hace dos años. Hasta ahora seguían en pie (literalmente), aunque tengo que reconocer que su mejor época ha pasado. Es hora de hacer un cambio.

La resistencia al cambio

Cuándo una prenda está a punto de dejarte, hay dos opciones: puede que un día te das cuenta de un hueco, de un desteñido, de algún aspecto que no se puede remediar. Dejarás de utilizar esta prenda casi que de inmediato. Vestir con poco no significa estar mal-vestida. Así que cambias un poco tus opciones, esperando que en algún momento ya encontrarás un sustituto. Mientras tanto sigues guardando la prenda en su lugar, aunque sin usarla.

O quizás intuyes que este par de zapatos ya no tiene mucha vida por delante. Por arte de magia te encuentras con un par alternativo en un escaparate o en un intercambio de ropa y te lo llevas a casa. Ahora tocaría jubilar aquel viejo par de zapatos, no? Por si acaso (y solo hoy, lo juro) me pondré otra vez el par viejo, por si se ensucia. Una semana después los nuevos zapatos siguen en su caja. ¿Qué pasó?

La tentación de los por-si-acasos

Somos reacios al cambio. Nos gusta la estabilidad, especialmente en las pequeñas cosas del día a día. Las rutinas dan seguridad, nos ayudan a funcionar en un mundo cada vez más complejo. Lo reconozcas o no, ponerse los mismos zapatos cada día es una de estas rutinas. Mientras mi cerebro sabe que cambiarlos no conlleva grandes riesgos, la parte emocional tiene miedo de que a lo mejor estoy cometiendo un error. Por escrito hasta parece ridículo: cambiar un par de zapatos por otro amenaza el status quo, algo que requiere fuerza de voluntad y una decisión consciente, día detrás día.

Así que he tomado esta decisión una vez por todas: la rebeca azul ya está guardada para mostrar el color a mi diseñadora del vestido de boda. Después de la visita al taller de ella, no volverá a mi casa. Los zapatos también los acabo de jubilar para que no me tienten en la estantería.

¿Te ha pasado alguna vez? ¿Cómo resuelves este dilema?


Volver a la Portada de Logo Paperblog