Revista Cultura y Ocio

Mi escritorio

Publicado el 24 marzo 2016 por Elarien
Mi escritorio El blog de Chelo me ha invitado a escribir una entrada sobre mi escritorio. El suyo es un lugar ordenado sin nada más encima de la mesa que lo que necesita para escribir. Al parecer es cierto que el mundo está hecho de opuestos, no sé si para alcanzar un equilibrio, aunque equilibrio es lo que a duras penas guardan las cosas en mi caso y reconozco que no gracias a mi contribución.
Chelo es una escritora migratoria que se aposenta en distintos puntos de su salón, que mostró por fotos. Es mejor que yo no la imite en eso porque mis imágenes no iban a resultar decorativas y, además, se añade un problema de intendencia: soy un bicho raro y no dispongo de smartphone o de cámara digital. House es el que se encarga de la documentación gráfica de las vacaciones, aunque no siempre nos acordamos de coger la cámara.
Mi escritorio es una esquina de la mesa del salón, la esquina más apartada de la zona de paso y, con el paso de los días, la única esquina libre (salvo por mi portátil) de la enorme mesa de cristal y forja que no usamos para comer, salvo en situaciones excepcionales, porque no hay dónde poner los mantelitos. En mi descargo alegaré que no soy culpable de todo el desbarajuste reinante, aunque si pretendo enumerar todos y cada uno de los objetos que ocupan el espacio voy a necesitar varios posts (y mucho tiempo para hacer inventario). A mi derecha hay otra silla en la que aún hay sitio para sentarse aunque no la acompaña en el uso el trozo de mesa asociado, sobre el que se disponen dos cajas de auriculares con revistas médicas, CDs y libros encima, una caja de zapatos llena de recibos, otra con cables y objetos intercalados difíciles de etiquetar, y la tapa de una de las cajas anteriores que ejerce de sujetalibros. La distribución de las cosas en cajas es obra de la asistenta que, de ese modo, trata de contener la anarquía.
La franja central de la mesa está adornada con un batik de Thailandia que nos trajo la tía de House de uno de sus viajes, aunque su diseño se aprecia en contadas ocasiones. Sobre la tela hay dos floreros llenos de peonías de Sia, bastante bien logradas, que me regalaron en L'Occitane cuando cambiaron la decoración. Ya he comentado alguna vez que no tengo mano verde y que la única manera de que no se me mueran las plantas es que se encargue de ellas House (o que sean artificiales). El que mi madre me encargue que le cuide las plantas en vacaciones es porque no tiene otra alternativa. Los floreros por sí solos no cubren el batik, aunque sí lo hacen un par de recipientes con lápices y otros útiles de escritura (y de no escritura que han encontrado dentro su hueco), un neceser de piel vacío (al que acabo de buscar otra ubicación), varias cajas de medicina que salen del cajón y siempre tardan en regresar, por si se necesitan, cosa que sucede poco después de guardarlas. Quizá el tenerlas por en medio sirva de placebo. (Las acabo de guardar así que ya veremos).
Aún quedaría espacio en la cabecera de la mesa si no fuera por la caja de botánicos para los gin-tonics que mi tío le regaló a House, yo no salgo del vino y el champán, llena de recipientes con hierbas aromáticas. Su superficie está desaprovechada con solo un talonario de recetas encima (los médicos solemos atender a toda la familia fuera del horario laboral, generalmente de manera telefónica aunque también suministramos recetas cuando es necesario).
Mi escritorio Junto al ordenador suelo dejar mi taza de té, una taza de Gorjuss "on top of the world" que, aunque sea cursi, me encanta. Me tomo el té del desayuno mientras leo el correo y a veces se queda ahí abandonada hasta el día siguiente cuando me preparo una nueva infusión. También tengo un despertador roto y otro que sí que funciona y que compré para sustituir al anterior, aunque no me atrevo a conectarlo porque hice una prueba y creo que, por su culpa, se infartó algún vecino. Ahora uso uno que hace más ruido al darle a los botones para apagarlo que cuando suena la alarma, así que cuando me levanto, lo saco conmigo del dormitorio y lo desconecto fuera para no despertar a House.
En realidad, además de mi rincón en la mesa del salón, tengo un escritorio precioso, de madera maciza, no muy grande, con tapa, que me regaló House. El problema es que está en la habitación con peor luz de la casa, en la que tengo el armario y que se ha convertido en un arsenal de libros, ropa y zapatos. En este caso House no contribuye al caos, es más bien una cuestión de entropía universal. De nada sirve hacer limpieza más que para rellenar el armario de mis sobrinas, porque el mío no se vacía nunca, necesitaría montar un mercadillo para lograrlo (no exagero). Cuando la asistenta tiende la ropa, el lugar deja de ser practicable, por lo que mi magnifico escritorio se mantiene infrautilizado. Tengo que procurar arreglar esa cuestión.
Para terminar me falta invitar a alguien a crear un post sobre su escritorio. No tengo una gran red social pero mi escogida para la labor, si le apetece aceptar, es Joseme, que sí la tiene, y estoy segura de que pondrá también alguna imagen inspiradora. 
Me pica la curiosidad: ¿dónde contesta a sus cartas la misteriosa Madame Santal?


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